Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, el 90% de la humanidad respira aire contaminado. Como si fuera poco, la basura que generamos imposibilita que la atmósfera se auto repare, acelerando la cuenta regresiva.
El visible deterioro de diversos ecosistemas a nivel mundial ha dado lugar, desde la perspectiva de la gestión ambiental, a una variedad de enfoques, conceptos y métodos para modificar la interacción entre los seres humanos y su entorno. Como resultado, ha cobrado fuerza el enfoque de la economía circular en los modelos de desarrollo, con el fin de maximizar la eficiencia en el uso de los recursos y minimizar la producción de residuos. De esta manera, se podría contribuir significativamente a mitigar los urgentes problemas que enfrenta la humanidad, adoptando prácticas que respeten el medio ambiente.
¿Importar la basura?
Los recursos reciclables son considerados una fuente valiosa, ocupando el séptimo lugar en la lista de recursos del planeta, por detrás de elementos esenciales como el agua y el aire. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, cada año se generan alrededor de 2000 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos a nivel mundial, de las cuales un alarmante 45% no recibe un manejo apropiado.
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En contraste, algunos países han logrado avances significativos en la gestión de sus residuos, incluyendo la transformación de restos alimentarios en fertilizantes y biogás. Noruega y Suecia incluso han comenzado a importar basura de otras naciones para aprovecharla como fuente de energía para calefacción y electricidad.
Por otro lado, América Latina y el Caribe enfrentan un gran desafío al solo lograr reciclar un 4,5% de sus desechos, muy por debajo del promedio global del 13,5%, según datos oficiales. En el Caribe, se estima que más de 320,000 toneladas de residuos plásticos quedan sin recolectar cada año.
En Cuba, durante 2021, se recuperaron 100,000 toneladas de chatarra ferrosa, lo que evitó costos de importación cercanos a los 40 millones de dólares. Además, se recolectaron 17,000 toneladas de chatarra no ferrosa, generando ingresos por 29 millones de dólares para la economía nacional, según el Observatorio Cubano de Reciclaje.
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Un paso importante en este ámbito fue la creación en noviembre de 2021 de la sociedad mercantil Reciclaje Mariel S.A., destinada a operar en la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM). Esta empresa, completamente cubana y parte del Grupo Empresarial del Reciclaje (GER), tiene como objetivo ofrecer servicios de recolección y procesamiento de residuos sólidos, excluyendo aquellos considerados peligrosos o radioactivos. Según Julio Antonio Sardiña, director de Calidad y Comunicación del GER, REMASA busca impulsar estrategias efectivas de economía circular y abrir oportunidades para la inversión extranjera en el sector del reciclaje.
Un poco de historia
Desde los primeros años del Gobierno Revolucionario, ha existido un interés manifiesto en el aprovechamiento de los residuos como una estrategia clave para beneficiar tanto la economía del país como la salud ambiental. En este contexto, el 2 de enero de 1975, el entonces presidente de la República, Osvaldo Dorticós Torrado, firmó la Ley No. 1288. Esta legislación regulaba e incentivaba la "aplicación de una política de recuperación y reutilización de los desechos de materias primas, productos y materiales reutilizables que se deriven de los procesos de producción, reposición de maquinarias, equipos e instalaciones, y del intercambio de distribución de artículos que no son utilizables por los centros de producción o de servicios".
El objetivo era claro: garantizar que estos recursos fueran debidamente utilizados en la elaboración de productos con un inestimable valor para la economía del país. La Ley No. 1288 fue firmada también por el entonces Primer Ministro Fidel Castro Ruz.
A lo largo de los años, se han emitido diversas resoluciones que actualizan y complementan esta ley fundamental. Un ejemplo reciente es la resolución publicada en la Gaceta Oficial de la República de Cuba el 27 de abril de 2023, que regula el procedimiento para la recuperación, reutilización y reciclaje de equipos fuera de uso.
Esta continuidad en las políticas demuestra el compromiso del gobierno cubano con la economía circular y el desarrollo sostenible, buscando no solo mitigar el impacto ambiental, sino también fomentar una cultura de responsabilidad en la gestión de los desechos. Igualmente podemos señalar la Ley 150, emitida el 13 de septiembre de 2023, que establece los principios y las normas básicas que regulan las acciones del Estado, y de la sociedad toda, para asegurar la interacción respetuosa entre el hombre y la naturaleza.
Descontaminar Moa
En Cuba, las áreas industriales son las de mayor afectación, como Mariel, Nuevitas y Moa, siendo este último el municipio más contaminado, lo que ha llevado a las autoridades a tomar medidas para mitigar el impacto ambiental y proteger la salud de sus habitantes.
Moa es el territorio de Cuba más deteriorado ambientalmente
Según datos ofrecidos por Geovanny Zaldívar Martínez, subdelegado del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente en Holguín, “la Empresa Moa Nickel S.A. ha implementado acciones, como el aumento en la molienda de carbonato de calcio, para reducir residuos y optimizar la producción.
Anteriormente, se generaba entre un 15 y 30% de rechazo de materiales, pero ahora se trata entre un 15 y 17%, lo que también ayuda a disminuir costos y mejorar la estabilidad operativa. Estas medidas son esenciales para evitar pérdidas significativas en la producción y asegurar la eficiencia económica de la empresa, al tiempo que se protege el medio ambiente y se mejora la calidad de vida en Moa”.
Dignificar el residuo
Las campañas de comunicación sobre residuos han demostrado ser, en muchas ocasiones, ineficaces para fomentar el reciclaje y la recogida selectiva. Esto nos lleva a reflexionar sobre las razones detrás de estos bajos índices y a replantear nuestras estrategias comunicativas.
En lugar de simplemente informar, necesitamos transformar nuestra narrativa para que los residuos sean vistos, no como un problema, sino como una oportunidad.
La clave está en dignificar el residuo. Para muchas personas, los desechos son solo eso: algo de lo que deshacerse. Sin embargo, es fundamental explicar que cada objeto que consideramos basura tiene el potencial de ser transformado y reutilizado.
Las campañas de concienciación deben ir más allá de la simple recolección; deben mostrar el recorrido que siguen los residuos, desde su recogida hasta su transformación en nuevos productos. Es esencial visibilizar cómo estos procesos no solo benefician al medio ambiente, sino que también sustentan economías locales y generan empleo.
La economía circular no debe ser un concepto reservado para expertos o instituciones; debe ser parte del discurso cotidiano. Para lograrlo, necesitamos integrar diferentes perfiles profesionales en el desarrollo de estas campañas.
La diversidad de perspectivas puede enriquecer nuestras estrategias comunicativas, ofreciendo un enfoque más inclusivo y accesible. Al colaborar con artistas, educadores y profesionales de distintas disciplinas, podemos crear mensajes que resuenen con una audiencia más amplia y que inspiren acciones concretas.
Un ejemplo inspirador es el trabajo de Lexis Fernández, una artista plástica que transforma materiales reutilizables en verdaderas obras de arte. Su enfoque resalta la importancia de dar una segunda oportunidad a los objetos desechados, convirtiéndolos en piezas útiles y estéticamente atractivas.
Lexis afirma: "Realizo trabajos artesanales a partir de material en desuso porque es eliminar del medio ambiente objetos que contribuirían a dañarlo y afearlo con su presencia". Su labor no solo embellece el entorno, sino que también educa sobre el valor del reciclaje y la reutilización.
Es hora de repensar nuestras campañas comunicacionales sobre residuos. Debemos contar historias que conecten emocionalmente, mostrar el impacto positivo del reciclaje y destacar las oportunidades que surgen de una economía circular. Solo así podremos motivar a la comunidad a participar activamente en la gestión de sus residuos y construir un futuro más sostenible.
La escasa conciencia sobre la importancia de la reutilización de materiales ha llevado a que los desechos se depositen en los contenedores sin un adecuado proceso de clasificación. Esta situación provoca que los materiales reciclables pierdan su valor y dificulta su posterior recuperación.
Cultura cívica
Cierto es que la gestión gubernamental se ve muchas veces entorpecida por la falta de insumos para limpiar las grandes urbes. Sin embargo, la cultura cívica se ausenta de nuestra sociedad, manifestándose de manera alarmante en la creciente problemática de la basura, que se acumula en calles y parques.
Se hace común la imagen de las personas que lanzan en cualquier sitio los embaces que han usado, como si a otros correspondiera la responsabilidad de la limpieza o existiera una lista extensa de planetas para ser habitados y de nada importara dañar este.
Los residuos esparcidos y los olores desagradables son reflejos de un desapego hacia el entorno que habitamos, donde la calle, que debería ser una extensión de nuestras casas, se convierte en un vertedero improvisado.
La falta de conciencia social es una imagen recurrente en muchos pueblos y ciudades
"Al inicio las calles eran más limpias. Algo ha pasado, ni sé, pero la gente echa más basura", comenta el joven barrendero Danyer Leyva Oro. Y agrega: "Pasan también cosas feas. Algunos quieren que uno le limpie el patio de su casa. Y son lugares que no nos corresponden. Ellos se molestan y hasta nos ofenden. Nosotros barremos acera, contén y calle. Hay otros que nos pasan por el lado tomándose un refresco y tiran la lata en el lugar que ya hemos barrido".
Este fenómeno no es meramente un problema ambiental; es un síntoma de una crisis más profunda: la falta de cultura cívica. Cuando las personas arrojan sus desechos en cualquier lugar, lo hacen porque han interpretado que su responsabilidad termina al momento de deshacerse de ellos.
La creencia errónea de que "un desecho más no hará diferencia" revela un individualismo exacerbado y una desconexión con la comunidad. Andrea Osorio, ambientalista, señala que esta actitud se alimenta del desinterés y del desconocimiento sobre las consecuencias de nuestras acciones.
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La cultura cívica implica un marco de comportamiento que promueve la participación activa en pro del bienestar común. Sin embargo, cuando esta cultura se debilita, los ciudadanos tienden a actuar con indiferencia ante el deterioro del espacio público.
La falta de compromiso social no solo se traduce en un entorno sucio, sino también en un malestar social que afecta la calidad de vida y la convivencia pacífica entre los miembros de la comunidad y atenta contra el desarrollo de las futuras generaciones.
Evitemos a toda costa que nuestros descendientes sean hijos nacidos en casa enferma.
La educación y la sensibilización son herramientas clave para revertir esta situación. Fomentar una cultura que enseñe a los individuos a valorar y cuidar su entorno, es esencial para construir comunidades más saludables y sostenibles; e indudablemente comienza desde las prácticas en el hogar.
Se impone que reconozcamos nuestra responsabilidad como ciudadanos y actuemos en consecuencia. La transformación comienza con pequeños actos: cuidar nuestras calles, ser conscientes del impacto de nuestras acciones y fomentar un sentido de pertenencia hacia el lugar que habitamos. Solo así podremos avanzar hacia un futuro donde el respeto por el medio ambiente y por nuestra comunidad sea una norma compartida.
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