En el horizonte de la Bahía de La Habana se alza un paisaje industrial imponente: industrias, barcos, chimeneas y refinería, todo un escenario que pareciera amenazar el delicado ecosistema que se encuentra justo en frente. Pero en medio de este panorama, un relicto ha sobrevivido a siglos de transformaciones humanas: el Paisaje Natural Protegido Ensenada de Tiscornia.
Este manglar es el único de su tipo no solo en la bahía sino en toda su cuenca. A pesar de haber enfrentado graves episodios de contaminación, como el derrame de crudo de 2015 proveniente de la termoeléctrica Frank País, el Paisaje de Tiscornia ha demostrado una notable capacidad de resiliencia.
Gracias al arduo trabajo del Instituto de Ciencias del Mar (ICIMAR) de la Agencia de Medio Ambiente (AMA) y el Grupo de Trabajo Estatal Bahía de La Habana (GTEBH), se lograron mitigar los efectos nocivos de los hidrocarburos y reforestar el mangle rojo. Sin embargo, la lucha por mantener esta área protegida no cesa.
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Actualmente, Tiscornia enfrenta nuevos desafíos, como el desagüe de la refinería Antonio Ñico López, las aguas albañales del reparto Antonio Guiteras sin tratamiento y la tala indiscriminada, entre otros impactos. Aun así, la naturaleza parece no rendirse en esta batalla permanente por el territorio que le pertenece.
Los especialistas del GTEBH sueñan con la construcción de una planta de tratamiento de residuales para las aguas negras del Reparto Guiteras, como se está haciendo en otras zonas de la cuenca de la Bahía de La Habana. Esto podría contribuir a la disminución de la contaminación y dar un respiro a este resiliente ecosistema.
Mientras tanto, el relicto de Tiscornia continúa en su lucha diaria por la vida, recordándonos que la resiliencia puede ser mucho más que una palabra de moda. Ahora nos toca a nosotros ayudar a que esta batalla sea ganada por la naturaleza.
*Con información de Naturaleza Secreta de Cuba
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