Como Homo videns han preferido recalificarnos para explicarnos mejor. Lo empleó en uno de sus célebres ensayos el politólogo italiano Giovanni Sartori (1924-2017) para describir la involución que provocaba el surgimiento de la televisión (ver desde lejos) y los otros medios de comunicación audiovisuales. Retroceso que significa sustituir los conceptos por las imágenes producidas y reproducidas por estos nuevos medios, atrofiando nuestra capacidad de abstracción y de entender, y limitándonos al infinitamente más pobre acto de ver. Para decirlo más claro, mudarnos del océnao de lo inteligible a la pecera de lo sensitivo.
Sartori publicó este texto a finales del siglo pasado, cuando las pantallas (TV, PC, tables, móviles…) eran mucho más de la mitad de las que existen hoy. Cuando la “sociedad teledirigida” era una “niña de tetas” comparada con la que se anticipa en la aleccionadora serie británica Black Mirror.
Ludwig Feuerbach lo había avizorado hace más de un siglo: “Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… lo que es ‘sagrado’ para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado.”
Para varios autores como el argentino Oscar Landi el videoclip se constituye en el lenguaje de nuestra época. En el capítulo "El video-clip, lenguaje de fin de siglo" de su libro Devórame otra vez, afirma que el videoclip es “la metáfora perfecta de la posmodernidad, el centro de la cultura audiovisual, que domina el presente, la crisis de los relatos, es la síntesis de lo efímero”.
Su estética intoxica buena parte de la producción audiovisual de nuestros tiempos desde los spot televisivos y promociones en “El Paquete” hasta el cine mismo. Los rápidos movimientos y el corte de densidad, en función de la traducción de los factores acústicos en la expresión visual que destaca Alf Bjonberg, diluyen de sentidos a las imágenes, recicladas y sacadas de su contexto original. Es la supremacía de los significantes sobre los significados, de la expresión sobre el contenido; con la consecuente ausencia de metarrelatos para explicar la experiencia humana, como ha reflexionado el académico británico John Fiske.
Esto hace funcional al videoclip con el concepto de libertad entendida como “cantidad y velocidad”; con la que confundimos nuestras necesidades de distracción con los satisfactores tecnológicos que nos venden, la navegación en internet, una memoria flash o un cargador de un móvil. Y hasta el éxito: más views o reproducciones en Youtube en menos tiempo.
Como se construyen para atraer, no para trasmitir ideas o conceptos, los videoclips -como tendencia- son un denso flujo de sensaciones cromáticas y sonoras. El “videoniño” como el “videojoven” viven en la “cultura de la incultura”. Esa que tan bien parodia Melquiades, el abuelo reguetonero, y en la que como describía Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, “el alma vulgar, sabiéndose vulgar”, afirma con guapería – lo cubanizo yo- su derecho a la vulgaridad y lo impone dondequiera. En la que la autoridad radica en lo que se ve – y en lo que suena- y se hacen posibles y hasta “naturales” la postverdad y el “palón divino” a todo volumen en un transporte público.
El filósofo y matemático Gottfried Leibniz definió la libertad humana como una spontaneitas intelligentis, una espontaneidad de quien es inteligente, de quien se caracteriza por inteligir (elegir entre), entender. Esta espontaneidad cualitativamente superior es la que nos diferencia de los animales. El “sensitismo” y el consumo acrítico del videoclip nos transforma en animales dóciles. No por gusto el español Jon Illescas habla de que a través de esos “sueños prefabricados” se sostiene la “dictadura del videoclip”.
Illescas defiende la tesis de que los videoclips dominantes o mainstream son transmisores de cosmovisiones, marcan la ideología, valores y prioridades vitales de los videojóvenes. A los análisis y descubrimientos de nuestro amigo, recurriremos una y otra vez.
Ya sé, cualquier incursión en el reino del videoclip, lleva inexorablemente a comparaciones con Rufo Caballero y su imprescindible “El caballete de Lucas”. Mi atrevimiento es un intento por romper la estática. Convencido de la necesidad de alumbrar la mirada y el consumo de este producto (arte-mercancía) por los jóvenes cubanos, mi propuesta es ir rescatando -entre muchos candiles- la incandescencia de Rufo.
Apelaremos a las ciencias o herramientas teóricas que nos permitan “meterle el coco" a tan complejo fenómeno. La estética será central, aunque siempre hermanada con la ética. A la semiótica acudiremos juntos, toda vez que como afirmará Hegel donde hay signo hay ideología. A la historia para valorar por ejemplo el impulso artístico que signa cierta producción de videoclips, como extensión del entusiasmo con que acogieron la aparición el video artistas visuales, como Nam June Park y los integrantes de Fluxus, y las posibilidades de experimentación que ofrece para los que sueñan con hacer cine de autor. Así también a las ventajas y desventajas que añade la “democratización” que posibilitó la comercialización desde 1965 por la Sony de una video grabadora portátil, como la captura y edición digital, más reciente.
Para eso, y lo que nos vayan proponiendo los lectores, nos sumamos a la familia de blogs de Cubahora para encontrarnos cada viernes. Con ellos nos complementaremos, no solo Ojos que miran, sino también con los que tratan sobre la sexualidad, toda vez que como ha señalado Illescas, este es uno de los atractivos o condimentos con que se cocinan los videoclips dominantes.
Lillian
18/7/18 17:51
En este blog de la Red En defensa de la humanidad pueden encontrar varios trabajos de Jon Illescas, un estudioso profundo de estos temas, de lo que el llama "La dictadura del Videoclip" https://culturayresistenciablog.wordpress.com/?s=illescas . Muchos argumentos para estudiar detenidamente,
Tellez
18/7/18 22:28
Ciertamente Lilian. Incluso una entrevista que le hizo el autor del blog.
Lisbet
16/7/18 9:02
Sin duda alguna el audiovisual es una de las herramientas de comunicación más poderosas del siglo XXI. Hoy en día las plataformas en la que los jóvenes pasamos la mayor parte del tiempo están plagadas de ellos. La imagen poco a poco va tomando un segundo plano. Es por este motivo que la realización de vídeos debe estudiarse, preconceverse e intensionalizarse cuidadosamente para defender el objetivo por el que se crea. Además considero que lo más importante es lograr impacto, no pasar desapercibido. Espero más escritos como este!
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