Se me quedó en el tintero. Y a esta hora podría sonar a destiempo, pasada de la ola, fuera del ritmo en el que nos colocan, o nos dejamos estancar. Re-conducidos por la rutina semiótica, con la cadencia de lo efímero, de la noticia que borra a la otra, que fragmenta los sentidos. Bajo esta lógica pautada, no vale un comentario sobre la participación de la santiaguera Zulema Iglesias Salazar en el concurso internacional de canción Intervisión 2025. No tiene valor de cambio.
Sin embargo, creo firmemente, que puede aún resultar de utilidad virtuosa, de pertinencia trascendente. Por ello, voy al ruedo con estas sincopadas notas. Para no dejar en lo oscuro, en el descuido inerte, lo germinal latente, como un rasguño al dominio excluyente.
Porque la santiaguera no fue solo a representar a un país, sino también un territorio simbólico y esa brazada emancipadora, lo que significa Cuba y su propia selección. Fue a defender el potencial postergado, de colocar en el centro de un escenario global, lo que ha sido acorralado fuera del foco, como “periférico” o “marginal”. Fue a enarbolar solo una muestra del arcoíris musical que ha cuajado en el caldero caribeño, de lo que ya ha aportado y con lo que puede seguir enriqueciendo el tesauro músico- danzario, estético y expresivo del planeta.
Su estar allí, en el Live Arena de Moscú, .como mujer afrodescendiente, rumbera y desconocida, - fue como un rompe-rompe de estereotipos. Cimarronaje contra una “maquinaria de des-semantización”, contra un imperialismo cultural que se empeña en imponer su modelo de belleza y de éxito como el único válido, como el universal.
A Zulema le tocó abrir muchas cosas. Entre ellas, inaugurar la competencia dentro de otra competencia, entre Intervisión y Eurovisión, presentados por medios, como la CNN, como eventos “rivales”. Y, a la vez, el rescate de un nombre de la era soviética, que devendrá en símbolo de los BRICS, como alternativa multipolar, de relaciones internacionales bajo otras reglas.
Fue la primera entre dos decenas de intérpretes que representan más de la mitad de la población mundial. Para emular bajo unas reglas más justas. Sus puntos fueron decididos por un jurado profesional con representantes de cada país participante. No por el público televidente, ni con el riesgo de manipulaciones tecnológicas.
La nacida en El Tivolí fue a enarbolar música tradicional, una rumba que condensa autenticidad y dignidad, historia y futuridad, trazas de sobrevivencias y posibilidades para descolonizar lo afectivo. A percutir contra el canon eurocéntrico, contra el patrón Barbie y la fórmula Shakira. Contra las matrices de percepción y las estructuras de deseo, que producen y reproducen las trasnacionales industrias culturales, estadounidenses en primacía.
Y sonó, sí, pero pudo dar más fuerte. Nuestro equipo se quedó a la mitad; más allá de alcanzar el lugar 11 entre 22 competidores.
El “Guaguancó” que defendió Zulema es una versión más corta de “Guaguancó con Jazz”, para cumplir con las bases de Intervisión. Fusión de estos géneros, de lo tradicional auténtico y la libertad musical. Es una de las pistas de su más reciente producción fonográfica Solo Tú, nominada a los Premios Cubadisco 2024. Los destacados músicos Rodrigo Sosa y Ángel Toirac productores del disco, lo eligieron para el concurso por su esencia puramente cubana y su acabado universal, que lo presuponían competitivo en cualquier escenario.
Una canción que reivindica a un género tradicional, de los más humildes, y al propio reto de asumirlo, de interpretarlo con la misma entrega y elegancia con la que Zulema defiende un bolero. Aunque su talento no podía lucirse a plenitud, ni su amplio registro vocal, ni su forma tan natural de sentir la música.


Su presentación fue decorosa, pero la faltó la soltura con que la vimos defender el mismo tema, en dos presentaciones televisadas. Extrañamos la cubanía y sensualidad que mostró en el videoclip. Su vestido largo y rosado, elegante a la europea, no armonizó ni con el tema mismo, ni con los trajes de sus acompañantes. No obstante razones tiene para sentirse orgullosa, y nosotros de su coraje.
“Ha terminado esta travesía por Intervision 2025. Qué viaje tan profundo, tan lleno de música, emociones y encuentros inolvidables. Como saben, quedamos en el puesto 11 en la competición… y aunque no llevamos un trofeo físico, me llevo algo aún más valioso: el cariño de ustedes, el aplauso sincero, y la certeza de que nuestra música tocó corazones”, compartió Zulema en su redes.
“Cuba estuvo presente. Nuestra raíz, nuestra voz, nuestro guaguancó. Y eso me llena de orgullo”. “Hoy cierro esta etapa con el corazón agradecido y los ojos puestos en lo que viene. Porque la música sigue, la pasión no se detiene, y el amor por lo que hacemos es eterno”, añadió.
El representante vietnamita fue el más votado por el Jurado de Intervisión 2025 y se llevó a Hanoi la Copa de Cristal. Duc Phuc, de 28 años, ganó en 2015 La Voz de Vietnam y es una de las voces más reconocidas de la escena pop vietnamita. Con un discurso épico, basado en el poema “Tre Viet Nam”, de Nguyen Duy, pero vertido en un molde dominante, una balada a lo occidental. Es lo que ha solido pasar en certámenes como estos.
Los representantes de Kirguistán y Catar quedaron en segundo y tercer lugar, respectivamente.
Pese a no alcanzar los primeros lugares, Nuestra América dio muestra de su diversidad cultural en el certamen moscovita. Además de Zulema Iglesias, participó la colombiana Nidia Góngora, quien interpretó “En los manglares”, con la memoria y los sonidos del Pacífico. Brasil presentó al dúo Luciano Calazans y Taïs Nader, que fusionaron tradición y modernidad. Mientras, Venezuela participó con Omar Acedo y su canción “La Fiesta de la Paz”, con un mensaje de fraternidad y unidad entre naciones. De todos ellos, Colombia fue el país que más alta calificación obtuvo con 347 puntos.
Desde ahora deberíamos trabajar para la próxima edición en Arabia Saudita, para seguir rompiendo y enriqueciendo las alternativas, para armonizar los corazones al ritmo de la justica.
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