Las enfermedades crónicas son situaciones de salud que persisten a lo largo del tiempo y se desenvuelven de forma lenta, ordinariamente por muchos años o inclusive por toda la vida. En contraste con las enfermedades agudas, que comprenden un rápido inicio y son transitorias, las crónicas no acostumbran remediarse completamente. Estos padecimientos suelen tener etapas de exacerbación y estabilidad, y en diversos casos obligan un constante manejo para prevenir complicaciones y vigilar sus síntomas.
Algunas de las enfermedades crónicas más frecuentes comprenden enfermedades cardiovasculares, la diabetes, el asma, la hipertensión, la artritis y los padecimientos pulmonares como la EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica).
Las enfermedades crónicas no solamente perjudican la salud física, sino igualmente la calidad de vida de los enfermos. La medicación de estos padecimientos se concentra en prevenir complicaciones, controlar los síntomas y mejorar la función del paciente. En diversos casos, esto demanda cambios en el estilo de vida, como dieta y ejercicio, una combinación de medicamentos y periódicas visitas al médico.
Algunas enfermedades crónicas, como las enfermedades cardíacas y la diabetes pudieran tratarse de manera eficaz con un adecuado control, en tanto que otras, como la artritis reumatoide o la esclerosis múltiple, pudieran necesitar un seguimiento más intenso y procedimientos más complejos.
La prevalencia de las enfermedades crónicas se ha incrementado globalmente debido a elementos como la urbanización, el envejecimiento de la población, el sedentarismo, la mala alimentación y el consumo de sustancias perjudiciales como el alcohol y el tabaco. Por ello, la educación en salud y la prevención son esenciales.
Acoger un saludable estilo de vida, como realizar actividad física regular, mantener un peso adecuado, evitar el consumo de alcohol y el tabaco son normas fundamentales para retardar o prevenir la llegada de numerosas enfermedades crónicas. No obstante, cuando estas enfermedades ya se hallan presentes, el apoyo emocional y la adherencia al tratamiento igualmente son fundamentales para optimizar la satisfacción generalizada de los enfermos.
Importancia del trabajo físico en la prevención de enfermedades crónicas
La actividad física tiene un significativo impacto en el manejo y la prevención de varias enfermedades crónicas, optimizando la salud general y disminuyendo el peligro de incrementar condiciones como hipertensión, la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.
El ejercicio habitual mejora la circulación sanguínea, ayuda a mantener un peso corporal saludable, y optimiza la función cardiovascular. Al fortificar los pulmones y el corazón, la actividad física disminuye la posibilidad de sufrir derrames cerebrales, de infartos y otras complicaciones afines con el sistema cardiovascular. También, posibilita el control de los niveles de azúcar en la sangre, lo cual es decisivo para la prevención de la diabetes tipo 2.
Otro de los provechos fundamentales de la actividad física es su competencia para optimizar el perfil lipídico del organismo. El entrenamiento habitual acrecienta los niveles de colesterol "bueno" (HDL) y disminuye las cifras de los triglicéridos y del colesterol "malo" (LDL). Esta estabilidad en los lípidos de la sangre es esencial con el fin de prevenir padecimientos del corazón, como la arteriosclerosis. Asimismo, el ejercicio posee un positivo efecto sobre la presión arterial, disminuyéndola significativamente, lo que contribuye a prevenir la hipertensión, una de las enfermedades crónicas más prevalentes en la población de todo el mundo.
Las actividades físicas además juegan un importante papel en la salud mental, al disminuir el peligro de sufrir padecimientos como la ansiedad y la depresión, que pudieran estar relacionados con ciertas enfermedades crónicas. El ejercicio incentiva la liberación de endorfinas, neurotransmisores que producen una sensación de bienestar y mejoran el estado de ánimo. Simultáneamente, el entrenamiento frecuente reduce el estrés, optimiza la calidad del sueño y acrecienta la energía.
Estos beneficios psicológicos son decisivos, pues la mala salud mental y el estrés pudieran favorecer al deterioro de diversas enfermedades crónicas, como las enfermedades autoinmunes o la hipertensión arterial.
Por último, la actividad física es fundamental para prevenir enfermedades crónicas vinculadas con el envejecimiento, como la artritis y la osteoporosis. El entrenamiento de fuerza y el ejercicio de resistencia pudieran ayudar a prevenir la pérdida de masa muscular y a aumentar la densidad ósea, lo que disminuye el riesgo de caídas y fracturas en individuos mayores.
Igualmente mejora la movilidad y la flexibilidad, lo que pudiera aplacar la sintomatología de la artritis y optimizar la excelencia de la vida de aquellos que sufren de este padecimiento. Resumiendo, la actividad física es un sostén esencial en el manejo, la prevención y la mejora de las enfermedades crónicas, pues no solo hay mejoría en la salud física, pues además posee efectos positivos en el bienestar social y emocional de las personas.
- Consulte además: Actividad física en diabéticos
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