Hace un tiempo, mientras revisaba algunos apuntes de curiosidades relacionadas con el comportamiento humano, encontré varios artículos que mencionaban que durante el embarazo las mujeres no son las únicas que experimentan los síntomas, pues sus parejas masculinas también pueden sentir las molestias comunes de la gestación.
Un trastorno llamado síndrome de Couvade hace que ellos padezcan malestares tan frecuentes como los antojos, el aumento de peso, una mayor sensibilidad e irritabilidad, náuseas y mareos, y hasta rechazo por el sabor de ciertas comidas.
Generalmente el padecimiento se produce en los “primerizos”, en parejas donde se ha deseado mucho un hijo, o por el contrario, suele aparecer de manera inesperada, con síntomas más sutiles que en las mujeres.
Según describe la literatura la probabilidad de experimentarlo es del 10 por ciento si el embarazo es normal, y de un 25 por ciento si se trata de una gestación riesgosa, en mayor o menor grado.
Generalmente se presenta en las parejas que esperan con mayor ansiedad a su bebé, ya sea porque han tenido una historia de pérdidas, o porque han presentado dificultad en lograr el embarazo, así como en aquellos casos en que llega de forma inesperada y se vive un estado emocional intenso.
Las primeras menciones de este síndrome se remontan a la década del 70 del pasado siglo, cuando diversos investigadores comenzaron a asociar coincidencias en el comportamiento de los varones que acompañaban la gestación de su pareja.
El nombre proviene del francés y significa incubar o criar, pues afecta a los padres durante “la dulce espera”. Las nuevas evidencias explican que la causa de esta extraña, pero no poco frecuente “afección” puede encontrarse en dos esferas: una psicológica y otra orgánica, aunque ninguna está comprobada.
Una de las investigaciones realizadas para buscar una explicación fisiológica al asunto señala que puede existir la posibilidad de que la mujer, a través de la respiración, elimine mediadores hormonales que son percibidos por el varón. De hecho, estudios realizados en mamíferos e insectos han demostrado la existencia de este tipo de transmisiones por vía aérea.
Otro de los factores mencionados es que durante el embarazo el hombre puede sufrir un aumento en los niveles de hormonas como estrógenos, prolactina, cortisol y testosterona, que lo predisponen a asumir la paternidad, aunque no está probada una relación con el síndrome descrito.
Es común que los pacientes que presentan estos síntomas se preocupen por lo que les está pasando, pues no presentan ninguna enfermedad aparente, y se rehúsan a pensar que pueda estar relacionado con el embarazo de su pareja.
Desde el plano psicológico es importante tener en cuenta que este estado de gestación también puede afectar al hombre, ya que comienza a sentir la presión de la responsabilidad que ya está cerca, además de la ansiedad por tener ya al pequeño en sus brazos.
Para ambos la vivencia de la maternidad y la paternidad es más compleja de lo que parece, pero lo principal es mantener la calma y disfrutar juntos todo el proceso, con los cambios que trae consigo un bebé y asumir más tempranamente el sentimiento de padres y madres, aconsejan los expertos.
SER PADRE ES MÁS QUE CONCEBIR
Para muchas personas el hombre siempre tiene la menor carga durante el embarazo, pues sostienen que lo de ellos es concebir a los hijos y ya, mientras que a las madres les toca el mayor peso. Sin embargo, esta no es una regla general, y más allá de los estereotipos que se mantienen en la sociedad, la conducta relacionada con la paternidad está determinada por la consciencia y el amor que siente el hombre por su hijo, incluso antes de nacer.
Si las reacciones y actitudes paternales estuvieran dadas solamente por un comportamiento biológico, no existirían tantos “padres” capaces de dar la espalda a sus hijos, y olvidarse de ellos como si nunca hubiesen existido.
Más allá de las reacciones químicas y psicológicas del organismo, hay una esencia espiritual y humana que hace a una persona estar comprometida con el fruto de una gestación, incluso cuando fuese producto de un embarazo no deseado.
Al igual que las madres, los padres son importantes en el presente y futuro de un niño. En ellos se encuentra un modelo de conducta y socialización, que es asumido por los pequeños, como un paradigma de lo que quieren llegar a ser, por lo que su compañía tiene consecuencias muy positivas a lo largo de la vida de los hijos.
Aunque no siempre tengan que experimentar ambos padres los síntomas de un embarazo, porque no es algo suceda en todos por norma, el hombre debe acompañar a la gestante, sin temores ni prejuicios, y vivir a plenitud todo el proceso.
Una vez que el nacimiento se produzca ambos han de sentir cada momento y ser protagonistas del desarrollo del futuro hombre o mujer. Es cierto que la tarea no será sencilla y puede asustar al más valiente de los mortales, pero ni el mayor de los miedos debería mellar un escudo tan fuerte como el que se forma cuando se es padre o madre.
Aunque aún no he pasado por esa experiencia, me pregunto cómo es posible que existan algunos que puedan dormir tranquilos cada noche sin saber qué ha sucedido con su hijo, cómo ha sido su día, y prescindir del abrazo inocente y el te quiero sincero.
Ante estas realidades, que pueden tocar a cualquiera de nosotros, coincido plenamente en aquello que decían los abuelos: padre no es el que engendra sino el que cría…el que ama.
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