//

jueves, 31 de octubre de 2024

Adolescer

La pubertad acarrea violencia. ¿Es esa su naturaleza?...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 30/09/2021
3 comentarios
Intimidades 30 de septiembre de 2021
Así crecimos: mi generación, la de Malú, la de mis hermanos más pequeños, y luego las mis hijos y sus coetáneos (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

¿Vieron esta semana el programa Al desnudo? ¡A mí me encantó! Es más, aunque quedan dos capítulos por salir al aire, confieso que desde la fase de grabación este fue mi favorito: adoré el rapport que logró Leo con Malú, y es innegable que las doctas Elvia y Maité fueron muy coloquiales y precisas.

La historia de Malú Cano impresionó a la teleaudiencia, y no es para menos: la coordinadora de la red TransCuba habla desde el reconocimiento del dolor vivido ante la indiferencia social y la incomprensión de sus seres allegados, pero también desde la naturalidad de quien supera esos retos, convirtiéndolos en una escalera para inspirar a quienes la conocen y un espejo para que las personas trans y cisgénero entiendan que la humillación cultural no se ceba solo en diferencias genitales.

De eso quiero hablar en esta crónica: de la violencia que se naturaliza en la pubertad basada en la diversidad de razas, figuras, trayectoria escolar, origen familiar, gustos, habilidades, intereses… ¡Vaya entrada al mundo social! Y si en casa les ven como “problemas en crecimiento”, ¡mucho peor!  

Aún recuerdo el bullying sufrido cuatro décadas atrás (el nombre es nuevo, el fenómeno no). Recuerdo el que veía en las aulas y pasillos de las escuelas donde ejercí el magisterio y las que transitó mi hijo David; por no hablar de las historias que en 17 años he leído en el confesionario de Sexo sentido.

Mi hermano Miguelito (un año mayor que yo), tenía limitaciones físicas y una mentalidad frágil. Era enamoradizo y ocurrente, adoraba hacer el bufón en su grupo, pero no soportaba burlas hirientes y más de una vez me vi atrapada en el “¡Espérame a las cuatro y media!” para enredarme a golpes o frases defensivas con chicos que lo intentaban maltratar.

“Eso es normal”, justificaban algunas maestras las burlas, y dejé de quejarme con ellas. Para evitar castigos, tampoco contábamos los altercados en casa; entre otras cosas porque un discurso de mi madre en la dirección de la escuela era presagio de más tensiones en las aulas, la de él y la mía, así que preferíamos procesar “entre chicos” la crisis y ver qué traería la siguiente jornada.

Así crecimos: mi generación, la de Malú, la de mis hermanos más pequeños, y luego las mis hijos y sus coetáneos. De un modo u otro vivimos bajo el código incuestionado de las tribus urbanas, diferentes en el Vedado a las de mi periferia sólo por fútiles apariencias del sujeto, porque sus predicados eran similares: jerarquizar, aislar, excluir, humillar… jugar a ser adultos que discriminan por razones muy alejadas de lo que implica estar en una escuela, “educándose”.

Hasta la ciencia asume que el final de la niñez es una etapa para “adolecer”, pero pudiera ser distinta si la sociedad se lo propone. De hecho, la adolescencia como fenómeno y concepto no existía hace un siglo atrás… ¿saben eso? Es un invento moderno, de cuando las familias pudieron darse el lujo de consentir un poco más a sus púberes y demorar su entrada al mundo de los conflictos y las responsabilidades.

¿En qué momento se torció ese ideal? Hoy nos pasa por el lado cualquier adolescente y casi al instante podemos sospechar cuál es el contenido de las heridas psicológicas que recibe en su propio grupo o por parte de sus “rivales” de nadería. Es más: le oímos hablar un par de minutos y adivinamos de qué tipo son las víctimas de su desquite…

¿Tiene sentido? ¿Para eso protegimos sus vidas en la primera década de existencia? Algo, definitivamente, está muy, muy, muy mal, y si no distinguimos el contenido de la violencia en sus vidas (implícita o explícita), sus adultos estamos mucho peor, y de poco les serviremos en lo adelante.

Por suerte, la esperanza viene de la mano de la ciencia y en voz de una novel generación que quiere hacerse cargo de sus fragilidades y fortalezas, gracias también a los memes, stickers y videos en sus celulares, ¡Quién lo diría!  

Al terminar Al desnudo me llamó a casa Idianelys, la jefa de Comunicación del Cenesex, para contarme de un proyecto con la Facultad de Psicología de la UH y la representación de Unicef en Cuba (cuya iniciativa Mídete ya va calando en el imaginario familiar). Me habló de una serie de talleres en octubre, en los que adolescentes de todo el país estarán recreando herramientas para identificar y frenar la violencia en esas edades, sobre todo la que responde a las jerarquías de género.

Ya pueden imaginar cuánta ilusión me hace la idea: si desde sus propios lenguajes nos dicen cómo transformar esos códigos, será más fácil ayudarles a ver lo que no está bien en esa herencia de volcar sus inseguridades contra avatares tangibles de Miguelito, Malú y cuanto infeliz protagonista de series violentas puedan imaginarse ahora mismo.

Ida prometió contarme los avances y yo prometo compartirlos por todos los espacios de Senti2. A la Milo que sueña ser abuela en una década, esa futura campaña por la armonía adolescente ya la pone feliz. ¿A ustedes no?   


Compartir

Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 3 comentarios


Octopus
 22/10/21 12:56

No hay nada más preocupante para un padre o una madre, que el futuro de su hijo. Y no hablo del aspecto económico sino de ese efecto socio-psicológico estructural que desde hace varios años se viene transformando y consigo trae tanto arrastres patógenos como tendencias suceptibles a manejar y sobrellevar en cuanto a educación se trata.

Cuando vemos la educación encasillada en Escuela y Familia, le estamos arrancando miembros a ese cuerpo, pues todas las instituciones, tecnología, entorno en general conspiran en ese cúmulo de conocimiento a procesar y emplear en la formación, por lo que cualquier acción es poca en función de ser y hacer de nuestros hijos mejores proyectos humanos y más felices.

Lamentablemente aún nos queda mucho por hacer como padres, vecinos, maestros, profesionales y como personas en general.

maritcita
 1/10/21 10:23

Me gustó mucho el programa del miércoles con Malú Cano. Tuve oportunidad de verla en mi provincia en una jornada contra la homofobia y la transfobia y escuchándola entendí de qué iban las preocupaciones de esa población. También me gustaría saber si esos talleres para adolecentes ya están cerrados o si se pueden sumar más, porque no sé qué hacer con los míos hasta que abran las escuelas, algo util, quiero decir. ?Cómo se accede a la campaña de la Unidef?

maritza rojas
 30/9/21 11:19

Interesante el blog de hoy. Como maestra sé que en las escuelas se cae en todo tipo de violencias entre los muchachos, sobre todo verbal, y si una no es´ta sensibilizada con esos asuntos es cierto que lo ve natural y hasta le sigue el juego en los peores casos, validando alias que salen de la crueldad y decimos que de la inocencia. Como me gustaría enterarme del resultado de esos talleres, porque hace un par de años trabajo con sexto grado y de verdad que son difíciles, los métodos no me sirven para captar su atención y educar además de enseñar. Ya no me sorpende pero sí me asusta la cantidad de alumnos de ese nivel con celulares en el aula.  También quisiera tener materiales de esa campaña Mídete, de Unicef. Acá en Cuba han producido muy buenos materiales, al menos los que me han llegado de vez en cuando al aula son magníficos, como los folletos sobre los derechos de la Infancia. ?Hay algún sitio donde se pueda acceder a esa campaña y compartirla con las familias de la escuela?

Deja tu comentario

Condición de protección de datos