La primera vez que vi esta ecuación fue en el pecho de una joven con la que tengo mucha afinidad. Me sorprendió que se tatuara algo, pero enseguida frenó mis prejuicios: era la fórmula del amor y decidió llevarla sobre el corazón.
Como ella ama la Física, y en especial la Cuántica, era comprensible la elección de esa marca, me dije… Pero igual me quedó el barrenillo y busqué hasta qué punto existe una posible simplificación numérica del vínculo romántico, un asunto del que tuve noticia con el proyecto Delta.
Lo primero que encontré en internet fue el razonamiento de que "1+1=2+2", un símil cañonero para presentar el amor como una relación en crecimiento: no la simple suma de dos individuos, sino un espacio potencial para multiplicarse y crear algo mayor y más profundo…
Hasta ahí estaba bien para mí, porque es lo mismo que enseñamos en la sexualidad holística y porque se sabe que cuando nos enamoramos nos ponemos bien brutos en los primeros meses (digamos irracionales, que suena más neuroaceptable).
Luego di con la controvertida ecuación de Dirac: (∂+m)ψ=0; la más hermosa de la Física, según cuenta la leyenda feisbuciana (y mi amiguita del tatuaje), pues resulta que Paul Adrien Maurice Dirac (físico, matemático e ingeniero electrónico, británico nacido en 1902 y fallecido con 82 años), empleó el lenguaje universal de la matemática para resumir el entrelazamiento cuántico… o sea, la capacidad de dos o más partículas requetediminutas (como los fotones o cachitos de luz) de permanecer fuertemente conectadas aunque estén muy muy muy lejos…
Anjá, sí: como esos amantes que, sin verse, tocarse, olerse o escucharse sienten lo que le pasa al otro y suspiran a la vez (no hablo de celos fantasmales, dejen eso quieto que es tóxico).
Claro, lo de “amantes” no es sólo en el sentido erótico, sino también en la relación parental, la amistad e incluso los archienemigos: todas esas almas que se persiguen a través de las eras y están destinadas a tropezar una y otra vez, según las culturas ancestrales (que también sabían de cuántica).
¿Y por qué pasa algo así? Mucha gente se dedicó a modelar la ecuación y de cierta manera confirmaron que cuando dos sistemas interaccionan entre ellos durante cierto tiempo y después se separan, ya no serán los mismos. Recuperan su independencia, claro, pero por mucho tiempo siguen siendo un sistema único y lo que le ocurre a uno sigue afectando al otro, no importa la distancia o falta de comunicación.
- Consulte además: Sueños húmedos
Esa, y no razones patrimoniales o morales, era la causa intuitiva para preservar los clanes. Hoy se le achaca a esa fuerte atadura invisible muchos problemas de salud, y con las herramientas del Transgeneracional o la Biodescodificación se aprende a cortar esa dependencia y atravesar Maya, el velo de vacío y energía (en Sexo sentido te lo explico mejor).
¿Qué aterrice la crónica? De acuerdo: aplicamos la ecuación de Dirac y donde hubo fuego, cenizas quedan. Mientras más insistas en desamar más te hundes en el antiamor (el odio), un lazo tan poderoso como aquel, pero destructivo y agotador.
Te puedes ir lejos, buscar otras parejas, hablar horrores de la otra persona, llenarte de lodo las arterias y conductos sonoros: de todas formas, sigues con tus ataduras cuánticas y, te guste o no, tendrás días turbios o días de gloria sin aparente merecimiento porque la causa no está en ti, sino en esa persona con la que sigues conectada metafísicamente.
Dirac usó la relatividad especial de Einstein para objetos que se mueven muy rápido y la mecánica cuántica de lo muy diminuto para armar su teoría, pero fue en el pasado siglo. La idea de memificarla para explicar el amor surgió después, al parecer en Nueva Zelanda, y se viralizó en 2015, cuando se le otorgó ese título de ser “la ecuación más hermosa de la física”. (Eso es lo que pasa cuando los nerds se enamoran… y me consta porque lo he visto en casa).
- Consulte también: De la coalescencia… o el sexo universal
Hay otras fórmulas para el amor rondando por ahí… Y para los altibajos de las relaciones. Y para anular el efecto de las suegras (menos la de Jorge, pobrecito: esa es omnipotente). Incluso para buscar parejas adecuadas en internet, sean entes reales o algoritmos cariñosos.
Lo que sí es muy cierto en la historia de Dirac es que amaba la armonía, elegancia y simplicidad de la expresión matemática como un requisito para explicar la verdad científica con la belleza merecida.
Aunque no consta por ahí cómo se enamoraba, dudo que cayera en el bache del “me quiere/no me quiere”, que también debe tener su fórmula, pero para tatuarla necesitarían la espalda completa, digo yo…
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