Mientras caminamos por los arenosos bordes de una autopista periférica de Maputo, Mozambique, un médico cubano comenta sobre las cosas que, dice, normalmente pasan en la tierra donde nació.
—¿Tú sabes lo que es que mi papá, que es dialéctico-materialista y no cree en nada, cree en los güijes? Es que en el pueblecito mío, en Puerto Padre —eso pertenece a Las Tunas, pero yo digo que no, que Puerto Padre es Puerto Padre—, antes había un güije que se pasaba la vida haciendo maldades, tirándole piedras a la gente en medio del cañaveral…
—Yo creo que los güijes forman parte del discurso racista de la colonialidad, para tratar de exotizar al negro, de deshumanizarlo más, de temerle. Es lógico que, en una zona rural repleta de cañaverales, ingenios y dotaciones, hubiese hijos de esclavos que se escapaban a jugar por cualquier parte, haciendo maldades, como las hace cualquier niño en el campo, y que se quedaran perdidos o escondidos en las cañadas de la manigua.
- Consulte además: Ver para creer
—¿Ah, sí? ¿Cómo tú me explicas entonces que mi abuela con tal de que se fuera el güije le puso en el techo de la casa un trajecito de tela y una güira con miel? Al otro día nada de eso estaba y el güije no apareció más. Para que tú sepas. ¿Cómo tú explicas eso, eh? Mi abuela lo había visto y empezó a decírselo a todo el mundo. Y ahí, ya tú sabes, se apareció una guagua con gente de otro pueblo para ver al güije. Muchacho, a esa hora, el güije descarado aquel no apareció y mi abuela iba a quedar como una mentirosa. Ella misma agarró y empezó a tirarle piedras a la guagua y después gritaba: ¡Ese fue el güije! ¡Ese fue el güije!
***
Otro médico, también tunero, lleva muchos años viviendo aquí, contratado de manera independiente. Me cuenta que era fanático a los gallos cuando estaba en Cuba. El médico habla con delirio sobre el proceso de crianza, sobre las vallas de lidia, explica que de Pinar del Río salen buenos gallos, pero que también en Ciego de Ávila hay zonas donde tienen mucho arte en el asunto y los gallos son muy bravos.
Cuenta de las carreras de caballos y de que los mejores potros eran los de Matanzas, que para criar buenos gallos y caballos había que tener dinero, porque eso cuesta…
- Consulte además: Doce horas de Estambul o un cuento corto sobre el frío
—Y las palomas, aquí en Mozambique no se cría palomas como en Cuba. Aquí las ves pero como un pájaro más en la calle, en los techos; no están domesticadas como quien dice. En Cuba no, en Cuba hay toda una cultura de eso.
—¿Cómo se pasa de vivir en medio de peleas de gallos, de carreras de caballos y palomas a un lugar donde no existe nada de eso? ¿No fue un cambio brusco?
—Al inicio yo intenté criar gallos aquí en Mozambique. Le compraba los huevos de gallo fino a un comerciante de aquí, eran de gallos del Oriente Medio o de la India. Y se dieron, el problema es que salían huidos. Cuando los poníamos no se fajaban. Igualmente intenté traer huevos de Cuba para hacer cría aquí, pero no me los dejaron pasar por el aeropuerto. Los rayos x los detectaron y mandaron a buscar hasta un médico veterinario. Yo no quería decir de qué eran los huevos, dije que eran de paloma, pero el veterinario sabía. Me dijo: “Dime la verdad: ¿esos no son huevos de gallo fino?”. Ya después… imagínate, la vida sigue y esas cosas van quedando atrás.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.