La muerte, aunque sea anunciada, reviste de tristeza los momentos, las etapas. La pérdida muchas veces sucede antes de la desaparición física, pero en otros casos, cuando el alma es inmensa puede pasar inadvertida. Quizás la grandeza de las personas esté en lo que dejaron en vida, en lo que provocaron en los demás, en la gratificación de saberte de un pueblo, una ciudad, un país, donde tu nombre siempre será motivo de admiración.
La muerte y la política son actos populistas. Ese populismo vendido por algunos sectores como acto negativo de deslegitimación y demagogia es capaz de generar sentimientos que, en definitiva, constituye el engranaje de la vida del ser humano. El libro que traemos hoy trata un poco de eso, de populismo, de grandeza espiritual, de vendedores de esperanzas, de una persona que aunó masas y se buscó enemigos por ello que no la dejaron en paz ni después de su fallecimiento.
Por ello, precisamente, su cadáver constituyó un enigma, una duda, una réplica. El cuerpo sin vida vivió la travesía de la colonización hispana a la inversa y provocó pasiones y miedos.
Si aún no sabes a qué libro nos referimos pues te cuento que hoy conversamos sobre nada más y nada menos… y nada más que, redoble de tambores por favor: Santa Evita de Tomás Eloy Martínez.
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