Una sociedad altamente tecnológica, pero con un bajo desarrollo social, donde prolifera el crimen, las drogas y la línea entre lo virtual y lo real se hace difusa; esta es el escenario que propone William Gibson con su novela Neuromancer, la primera del género cyberpunk.
El término en su definición se refiere a una mezcla entre lo tecnológico (cyber) y lo subversivo (punk, como la tribu urbana).
Precisamente en Neuromancer se aprecia tal vínculo, sobre todo en su personaje principal, Henry Dorrett Case, un vaquero informático, según los términos de Gibson, que se dedica a robar información para sobrevivir en un mundo salvaje y destruido.
Case pierde su conexión con el ciberespacio y a cambio de recuperarla, acepta trabajar para Armitage. Pero, hay algo más en todo el asunto. Junto a Molly, ayudante del propio Armitage, investigará que hay detrás de los extraños propósitos de su empleador.
De hecho, mediante la novela Gibson acuñaría el término de ciberespacio, que tanto usamos en la actualidad. En esta se trata de un universo interactivo al que los humanos pueden acceder a través de sus conexiones neuronales. Sin embargo, el desarrollo avanzado de la informática contrasta con los problemas sociales agudos como la desigualdad, la pobreza, corrupción y otros vinculados a la tecnología misma, que en este caso es más destructiva que salvadora.
Esa es la idea esencial que sirve de base al cyberpunk: un futuro pesimista, caótico, donde los protagonistas son antihéroes que viven ajenos a las pautas del sistema social. Constituye una visión poco halagadora del desarrollo científico y tecnológico para la humanidad, sin embargo, sus planteamientos suelen ser hasta cierto punto plausibles si se llegara a tales extremos.
Lo que vemos en la actualidad, cuando las personas y procesos se hacen cada vez más dependientes de internet, incluso para las relaciones sociales, es algo que previó este autor en su obra a finales de los ochenta.
Aunque para el propio William Gibson, como dijera en una entrevista a la BBC, no se debe caer en la tecnofilia ni en la tecnofobia, al contrario, es necesario aprender a ser ambivalentes con respecto a la tecnología e imaginar los efectos secundarios de esta que más pueden afectarnos.
Se trata de ser críticos con el consumo que hacemos de la tecnología. En definitiva esa es la reflexión de libros como Neuromancer, el cual se disfruta también por sus escenas de acción, la historia en sí misma y los personajes.
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