Deberíamos reivindicar el odio, la envidia, la ira y estar mal. Al final son sentimientos de los cuales no nos podemos desprender porque forman parte de nuestra naturaleza. Satanizarlos es normal, puesto que la tradición religiosa de los seres humanos posicionó siete pecados imposibles de controlar en la mente de todos durante siglos. Y siguiendo la lógica de que, si no puedes con tu enemigo, te unas a él comencemos por aceptarnos tal y como somos y dejarnos de perfeccionismos para no ser nuestros propios enemigos.
No podemos pretender ser perfectas, no fallar, no cometer errores, no lastimar. La vida nos pone en situaciones que no controlamos y vivenciamos un constante aprendizaje de ellas, aunque la mayoría del tiempo no lo valoramos. Reivindiquemos también la salud mental, aspecto en boga a partir de la pandemia y del cual creo que aun se habla de manera muy superficial.
Esta obra literaria desde su título te deja claro que la vida no es blanca o negra, no existen personas buenas o malas. La vida no se basa en dicotomías simplistas, sino que todo forma parte de un contexto en el cual debe ser analizado. Las personas y sus acciones están mediadas y atravesadas por una sociedad mediata e inmediata de la cual no podemos desprendernos, pero sí poner nuestro granito de arena por mejorarla o, al menos, no reproducir sus males.
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