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sábado, 2 de agosto de 2025

Las cartas

Un día nos sorprenden con su empatía, y nos damos cuenta de que a la niñez debemos ir a buscar ejemplo...

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 02/08/2025
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matrioska
Los pequeños carteros llamarán dos y muchas veces. (Posta Mx)

Una niña y un niño se aburren. Sin móviles, tabletas ni televisores, sin siquiera corriente, el milagro sucede. Porque se aburren e imaginan, se aburren y tienen ideas.

Lo que se les ocurre es escribir cartas, las dibujan, las doblan y le piden a su mamá  que escriba con crayolas los textos: sus nombres, cuánto quieren a su familia, que son hermanos... y después le piden que les abra la puerta, porque sus masivas tienen un destinatario.

Las cartas son para Henry, un vecino muy mayor, que cada vez que hay apagones se sienta en una silla sobre la acera a coger fresco. Así lo han conocido. No habla mucho, pero es amable y respetuoso.

Cuando Henry los ve llegar con sus carticas no entiende primero qué pasa, y luego se emociona. Les promete guardarlas. Desde el portal, la madre cree que sus hijos le han alegrado a alguien más el día, uno que quizá no era bueno, por el calor, por la falta de luz, por todo lo que agobia, aún más a quien está solo, mayor, vulnerable.

Después, a los niños les han sobrado tantas cartas que deciden regalarlas en el portal, pero los adultos a veces están enfermos de indiferencia, y pocos se detienen a llevarse el regalo. Algunos dicen que no, tajantemente.

Y la mamá les explica que eso pasa, pero que perseveren, y les dice que aunque a algunas personas no les guste lo que uno hace no quiere decir que esté feo, o mal hecho, que ya llegará quien sabrá apreciar el trabajo de una tarde entera y un regalo tan bonito.

Justo cuando parece que no sucederá, un muchacho se detiene, acepta la carta, sonríe, les dice gracias, ellos brincan y gritan "lo hicimos, lo hicimos" y se van a bañar felices.

El resto de las cartas se las reparten, el día siguiente, a la seño de la casita infantil, a las amigas, a los amigos... y están por todas partes.

Una niña, a la salida, le dice a su papá: "Mira, mira lo que me regalaron mis amigos", mientras blande su cartica como un tesoro.

Así son los caminos de la empatía, siempre llevan a alguien aunque a veces parezca que no. E iluminan a quien la ejerce.

Esa noche, una nueva tanda de cartas fue diseñada.

Los pequeños carteros llamarán dos y muchas veces.


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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