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sábado, 19 de abril de 2025

Las ramas y el azar

Un árbol genealógico para que mis hijos rastreen sus orígenes y los veneren...

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 19/04/2025
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Las ramas y el azar
El árbol en proceso. Foto de la autora

El padre de uno de los tatarabuelos de mis hijos es Antonio María García Callaghan, «El Inglés», un hombre rubio, de ojos claros y cuerpo fuerte, que jugó diez posiciones en el béisbol cubano y está en el Salón de la Fama. 

Fue un atleta aclamado en la Isla y solicitado por las Grandes Ligas, a las que nunca se fue porque prefería jugar aquí. A pesar de todo su éxito, cuando murió en 1923, sus amigos debieron hacer una colecta para costearle un entierro digno. 

Esa es una de las ramas que ha desembocado en Amalia y Abel; para que ellos existan hoy tal cuales son, un inmigrante chino se apasionó por una mulata cubana; y un isleño que trabajaba en la administración del central Guipúzcoa –hoy Esteban Hernández– unió su vida a la hija de una esclava de ese ingenio. 

También, una humilde mujer de campo decidió cambiarles el apellido Contreras a sus hijos, por el García (no relacionado con el pelotero) de su nuevo marido, sin imaginar que años después condenaría a sus descendientes a miles de gastos y trámites para volver al Contreras y cobrar su parte de una millonaria herencia que desde un banco inglés prometía endulzar todas las penurias del Periodo Especial; algunos abogados se enriquecieron con sus falsas promesas y la herencia no llegó; la madre de la abuela materna de Amalia y Abel murió orgullosa con su García, sin haber movido un dedo para perseguir fe de bautismo alguna. 

Hubo otro inconforme con el apellido, que usó su poder militar para despojarse del Valdés que inevitablemente refería un origen humildísimo de casa cuna, y endilgarse el Vasallo de una familia acaudalada; luego, dos supuestos primos Vasallo casi renunciarían a amarse, por un parentesco que no existía, pero por suerte lo supieron a tiempo. 

Todas esas apasionantes historias se tejen en lo que fue un proyecto de cuarentena: un árbol genealógico para que mis hijos rastreen sus orígenes y los veneren. 

Entre llamadas telefónicas, investigaciones documentales e interrogatorios a la familia, llegamos más lejos de lo esperado. Así volvimos al romance de dos españoles, de Canarias y Mahón, que vinieron a unirse en Guanabacoa y allí se quedaron; o a las hermanas que cocinaban para los trabajadores de la estación eléctrica del tren de Hershey; fragmentos del entramado de cientos de personas desperdigadas por La Habana, Sancti Spíritus, Cárdenas, Santa Marta, Perico, Coliseo, Aguacate, Estados Unidos, Canadá, Costa Rica, España, Inglaterra... 

Ha habido de todo en esta historia de total mestizaje que desemboca en Amalia y Abel: fama, dinero, pobreza, divorcios, hijos ilegítimos, lutos interminables, hermanos perdidos, amores fulminantes. En sus genes no solo están Asia, África y Europa, sino además cada una de estas peripecias, estoy segura. 

Agradezco entonces cada lágrima y cada beso que loshizo posibles. Ella y él, como todos, son la maravilla resultante de mil y un azares.

 


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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