//

jueves, 14 de noviembre de 2024

Cuba-USA: Visa múltiple para las ideas

Los científicos cubanos y norteamericanos están distanciados por las trabas políticas y económicas que generan a la Isla el bloqueo...

Bárbara Maseda en Cuba nos une 20/05/2015
2 comentarios

En Cuba es común oír de vez en vez el ejemplo de cómo antes de 1959 había quienes podían ir almorzar a Miami. Almorzar, ir de compras, pasar el fin de semana… la actividad es lo de menos, el punto es que Estados Unidos estaba tan cerca que era posible ir y regresar en cuestión de horas.

Hoy entre ambos países –que, dicho sea de paso, siguen estando a la misma distancia– hay un pantano burocrático-político que solo unos pocos consiguen sortear, y los profesionales de la ciencia no siempre están entre los afortunados.

Los científicos cubanos y norteamericanos están distanciados –salvando algunas excepciones–, por las trabas políticas y económicas que generan a la Isla el bloqueo y  otras leyes adyacentes, y lo común es que sea muy difícil o prácticamente imposible personarse en el laboratorio o en la universidad del otro.

Quienes hoy pudieran estar desarrollando actividades más importantes que almorzar o ir de compras –como investigar el tratamiento de enfermedades mortales o encontrar alternativas no contaminantes para la generación de energía, por citar dos ejemplos al azar– no deberían tener que enfrentar tantos obstáculos para trabajar de conjunto con los colegas del país vecino.

El acuerdo firmado recientemente entre Cuba y Estados Unidos para una potencial exportación de la vacuna contra el cáncer de pulmón del Centro de Inmunología Molecular (CIM) es apenas un ejemplo de lo beneficioso que sería facilitar estos intercambios.

Desde la ruptura de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos en enero de 1961, las riendas de las autorizaciones concedidas por el gobierno norteamericano para realizar viajes de trabajo se han recogido y soltado alternativamente.

Esa política oficial pudiera resumirse en los siguientes períodos, al menos a grandes rasgos: deterioro (1961-1974); apertura del intercambio académico y científico (1974-1985); regresión nuevamente (1985-1989), dada sobre todo por las restricciones impuestas por la administración de Ronald Reagan; una ligera reapertura (1989-1992) que terminó con la Cuban Democracy Act (o Ley Torricelli) y que marcaría un enfriamiento hasta cerca del año 1998; una nueva etapa de facilidades aprobadas por el gobierno de Clinton, que favoreció sobre todo el intercambio académico (1998-2001); más restricciones después del 11 de septiembre, combinadas con algunos avances puntuales en el período (2001-2009); y por último, la política menos hostil del gobierno de Barack Obama.

Con la llegada de Obama a la presidencia se relajaron las restricciones de viaje. Los investigadores y académicos norteamericanos que deseaban venir a la Isla por cuestiones de trabajo comenzaron a poder solicitar una licencia general o una licencia especial, dependiendo de su profesión y del propósito del viaje.

La licencia general –que todavía está vigente pero ahora queda a la autoevaluación del interesado– ampara a funcionarios del gobierno, periodistas, personal de apoyo e investigadores; participantes en conferencias auspiciadas por organizaciones internacionales con sedes fuera de EE.UU.; trabajadores de las telecomunicaciones, estudiantes y profesores de universidades norteamericanas acreditadas interesados en participar en programas educativos cubanos, entre otros.

La licencia específica cubre áreas similares no contempladas en la anterior, como por ejemplo, viajes repetidos a Cuba durante largos períodos de tiempo, cursos que no dan créditos para la obtención de un título, seminarios, conferencias y talleres sobre Cuba; investigación profesional y asistencia a reuniones profesionales internacionales.

La tramitación de viajes con esta nueva regulación permitió que importantes personalidades de la ciencia vinieran a Cuba. La lista de celebridades incluye a León Lederman, premio Nobel de Física (1988); Murray Gel-Mann, Premio Nobel de Física (1969); Walter Kohn, físico teórico que recibió el Nobel de Química en 1998; Peter Agre, Premio Nobel de Química (2003), presidente de la Asociación Norteamericana para el Avance de la Ciencia (AAAS) (2009) y profesor de la Universidad John Hopkins; Richard Roberts, premio Nobel de Medicina (1993), entre otros.

Si bien las facilidades para conseguir estos permisos mejoraron, la realización de los trámites no es homogénea, así que a unos les ha ido mejor que a otros a la hora de venir a Cuba.

Por ejemplo, Jonathan Dahl, un alto directivo del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE), la asociación de profesionales técnicos más grande del mundo cuya sede central está en Nueva York, contó a esta periodista durante una visita que realizó a La Habana en marzo de 2014 que poco faltó para cancelar su viaje por cuenta de la lentitud burocrática.

“Fue muy difícil,” dijo, “aunque confieso que no me queda claro si las dificultades procedían de la parte norteamericana o de la cubana. Pensé que no podría venir, casi me di por vencido. Había  hecho la solicitud en diciembre de 2013, pero no me llegó la autorización hasta cuatro meses después (marzo 2014), justo la noche antes de la fecha de mi pasaje”.

Probablemente estos obstáculos a que hace referencia se corresponden con el deterioro del proceso para conseguir la visa cubana a través de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, después de que el banco M&T cerrara su cuenta.

La norteamericana Lynn Rudasill, miembro del Consejo Administrativo de la Federación Internacional de Sociedades e Instituciones Bibliotecarias (IFLA), durante su segundo viaje a Cuba, en marzo de 2014, explicó que conseguir la autorización había sido más complicado que en su primer viaje a la Isla (2011).

“En parte fue mi culpa”, dijo, “porque inicialmente solicité una licencia específica, que tiene más requisitos, en lugar de una general, a la que tenía derecho como representante de una organización internacional. Pero la visa cubana fue lo más difícil, por los problemas que tienen ahora para recibir pagos mediante bancos norteamericanos. Tuve que pedirle de favor a alguien que fuera personalmente a la oficina cubana en Washington”.

Otros profesionales han corrido peor suerte, como Victor Margolin, un profesor de la Universidad de Chicago que iba a ser uno de los conferencistas magistrales en el congreso internacional de Diseño “Forma 2013”, al que nunca pudo asistir. Según dijo vía correo electrónico, no solamente el Departamento del Tesoro no le concedió su permiso, sino que ni siquiera respondió a sus comunicaciones, ni le dio una explicación sobre la negativa.

Luis Echegoyen, un químico cubanoamericano, también ha tenido que lidiar con demoras y permisos denegados por parte de EE.UU. a la hora de viajar a eventos auspiciados por la Sociedad Cubana de Química en Cuba, según explicó su actual presidente, Luis Alberto Montero, en una entrevista.

No faltan en la lista académicos que, incluso cuando se les niega o no se les responde sobre el permiso para viajar, se han arriesgado a venir a Cuba de todas formas, a través de un tercer país. Los ejemplos obtenidos no serán identificados aquí, por razones obvias.

Y por supuesto en otro nivel encontramos a un grupo que, ya sea por desconocimiento, o por temores –infundados o no–, no han querido verse marcados por el estigma de tener algo que ver con Cuba. “Hay muchos profesores e investigadores que ni siquiera se arriesgaban a pedir el permiso”, dijo en una entrevista sobre el tema la presidenta de la Sociedad Cubana de Física (SCF), María Sánchez Colina. “Ahora van a querer venir masivamente”.

Dirección contraria

Para los científicos cubanos viajar a  Estados Unidos es más complicado todavía: ir en contra del gradiente añade los obstáculos de obtener visa para entrar a un país que recibe (y rechaza) muchas solicitudes a nivel mundial, y de tener que pagar precios de trámites que en todos los casos superan varias veces sus ingresos.

No es raro que luego de invertir 160 CUC (alrededor de 170 dólares) para asistir a la entrevista donde se le informa el resultado al interesado personalmente, el veredicto sea negativo, porque normalmente los más jóvenes son percibidos como “posibles emigrantes” (una “posibilidad” que paradójicamente propicia la misma ley norteamericana).

A esa cifra debe añadírsele además el precio de llenar el formulario online de solicitud D-160, toda una odisea con el limitadísimo acceso a Internet en el país.  

Incluso quienes tienen acceso a través de su universidad o centro de investigación y no pueden pasarse más de dos horas en un sitio del gobierno de Estados Unidos, tendrán que pagar otros 25 dólares (20.00 CUC) para que un proveedor de servicios llene el formulario de solicitud por ellos, o al menos 10.00 CUC, si se es lo suficientemente rápido para llenar el formulario en un telepunto de Etecsa.

En otras ocasiones no se deniegan las visas, pero no se respetan los límites de tiempo que convienen a las necesidades del viajero.

El presidente de la Sociedad Cubana de Química compartió una experiencia personal de ese tipo: “Me habían invitado a la Universidad de Harvard a impartir un curso de Química Computacional de agosto a diciembre de 2012. Sin embargo, la visa no se me concedió hasta el 23 de septiembre. Esto trajo como resultado que a mi clase solo asistieran cuatro personas, de las diez que habían matriculado. Sucede que en esa universidad la primera semana es la llamada “Shopping Week”, en la que los estudiantes visitan los cursos que están anunciados para decidir si los van a pasar o no, y en ese momento no pude estar allá.”

Otro ejemplo similar fue relatado por Manuel Iturralde, presidente de la Sociedad Cubana de Geología. Había sido invitado por su homólogo norteamericano a un congreso internacional en 2013, pero no pudo viajar porque no recibió su visa de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana hasta dos días después de la fecha en que estaba programada la presentación de su ponencia en ese evento.

“Ni siquiera en la época de oro –cuando se podía viajar fácilmente a EE.UU., incluso más de una vez al año, por cuestiones de trabajo– era fácil conseguir una visa a tiempo,” explicó Iturralde. “En una ocasión mi vuelo salía en la tarde y la visa no me la dieron hasta ese mismo día, que para colmo de males fue uno de lluvia torrencial, y el área donde está la Sección de Intereses estaba inundada.”

En enero de 2013 el gobierno cubano eliminó la tarjeta blanca, un permiso que los nacionales cubanos tenían que solicitar para salir del país hasta ese momento. El trámite encarecía cualquier intento de viaje y añadía más enredos al papeleo.

En esa fecha también se extendió a 24 meses la cantidad de tiempo que puede permanecer un ciudadano cubano en el exterior sin perder su residencia, limitado antes a 11 meses.

Así, ahora generalmente es posible tomar vacaciones o pedir una licencia en el trabajo para viajar sin tener que obtener los anteriores permisos especiales de los jefes ni de la autoridad a la que responde una rama, con variaciones según el cargo que se ocupe.

También, y sin tener que acudir al tiempo de descanso, como parte de su actividad laboral, un investigador puede asistir a un congreso de tres días en otro país, por ejemplo. Todo lo que debe hacer para ello es lidiar con el proceso de ingresar al país de destino (visas, cartas de invitación, etc.), aunque eso ya es bastante.

Problema con solución

Lejos de ser un problema sin solución, los obstáculos que hoy existen podrían eliminarse fácilmente con la voluntad política.

Un primer paso, propuesto por un grupo de científicos norteamericanos en un artículo publicado recientemente en PNAS, una de las revistas arbitradas más importantes del mundo, podría ser que el gobierno de su país permitiera usar los fondos y becas de investigación para cubrir los gastos de los viajes de esos científicos a Cuba y para financiar investigaciones.

Esto incluso beneficiaría a los colegas cubanos, en los casos en que tales fondos fueran usados para proyectos conjuntos de investigación.

En la actualidad, aunque las citadas licencias general y específica autorizan a los científicos a viajar, hay una zona gris en la que no queda claro si es ilegal usar fondos federales y de investigación para cubrir esos gastos. Establecer una excepción explícita en este caso sería un gran paso de avance, según los firmantes del artículo de PNAS.

Los cubanos, por su parte, necesitarían acceder a financiamiento que cubriese los gastos de pasajes, alojamiento y manutención durante estancias en EE.UU., dado que su nivel de ingresos no les permite financiarlos.

Los acuerdos de concesión de visas americanas podrían fijar un porcentaje para beneficio de la actividad científica, o, mejor aún, favorecerla siempre que fuera posible. Y por supuesto, sería importante que su tramitación se realizara a tiempo, de acuerdo con los propósitos y cronograma del viaje.

Estas y otras medidas –a las que la comunidad científica seguro tiene muchas sugerencias que aportar– podrían cambiar el estado actual de los vínculos científicos entre los dos países, y remodelar las hipérboles nostálgicas del imaginario popular. A fin de cuentas, Estados Unidos y Cuba están tan cerca que sería posible asistir en la operación de un paciente en La Habana en la mañana y estar de regreso en Miami a la noche.


Compartir

Bárbara Maseda

Se han publicado 2 comentarios


Noraida Galloso
 27/5/15 16:17

Pueden abrirse posibilidades para todos los campos: la salud, la educación, la cultura, el deporte, la construcción, etc. Cuba debido al bloqueo ha tenido que buscar socios en lugares muy lejanos, enfrentando no solo el encarecimiento por la distancia, sino el sabotaje de los negocios y las multas a terceros. Lo importante es abrir una puerta al entendimiento aprovechando las oportunidades comerciales y de trabajo que se identifiquen mutuamente, siempre sobre la base del respeto mutuo y defendiendo siempre algo muy preciado heredado de nuestros padres que tenemos y disfrutamos hace ya cincuenta y seis años LA SOBERANÍA, LA INDEPENDIENCIA, esto nunca podrá negociarse.

Rogelio
 20/5/15 20:44

Bien argumentado ese artículo.

Deja tu comentario

Condición de protección de datos