Aunque no es sede de ninguna casa de altos estudios, una vez al año la isla alemana de Lindau se convierte en epicentro del saber cuando allí se dan cita Premios Nobel y jóvenes científicos de todo el orbe seleccionados por su trayectoria, como la Doctora en Ciencias Física Llinersy Uranga Piña, una de los tres investigadores que ha representado en ese evento a Cuba, a la Universidad de La Habana y, más que nada, a su Facultad.
En medio de esa experiencia única, revela que de singulares exponentes como Takaaki Kajita o William D. Phillips “se aprende mucho de Física, pero aún más de humildad y sencillez, al ver cómo les encanta la idea de ir y conversar con los científicos jóvenes, transmitirles sus experiencias desde todos los puntos de vista”.
Aunque ella opina lo contrario, pero no ha sido cuestión de suerte vivir ese encuentro, sino otra forma de reafirmar el principio tácitamente compartido de que en “la comunidad científica es irrelevante la nacionalidad del investigador, lo importante son los resultados”, razón por la cual insiste en que también podrían haber estado en Lindau compañeros de la Facultad dueños de los mismos méritos que la llevaron a allí.
LA FÍSICA, LAS ESTRELLAS Y MÁS
Hasta décimo grado Llinersy estaba convencida de que iba a estudiar Matemática, pues creció entre libros de matemática y física recreativa, su hermano pasó de octavo a décimo grado de forma excepcional e integraba la preselección nacional de Matemática. Además, sus padres crearon alrededor de ambos hermanos un ambiente positivo en torno al estudio, algo que estima aún más al tener en cuenta que ellos no fueron a la universidad.
Sin embargo, encontró su propio camino en el Preuniversitario Vocacional Vladimir Ilich Lenin, donde un atípico profesor de Física que se entusiasmaba mucho dando clases les propuso tomar un curso de aficionados a la astronomía.
Lo que sucedió a continuación es tal vez para la doctora Uranga uno de esos momentos que muchos llaman de revelación, pues sus detalles se imprimen de tal forma en la memoria que al compartirlos parece que se revive su novedad.
Recuerda que la emoción que sentía en aquel curso era enorme: “nunca me había sentido así aprendiendo algo que me gustaba”. Muchos años después, aún resuenan en ella las impresiones de aquellos sábados en que iba observar a Saturno con sus anillos y aquel trabajo final sobre la muerte de una estrella, una supernova que se convertía en una enana blanca o estrella de neutrones.
Luego, con la expectativa de que la carrera de Física Nuclear saciara la curiosidad que cobró fuerzas en la Lenin, se adentró en temas como partículas elementales y mecánica cuántica relativista que, acertadamente afirma, “cambian la visión completa del mundo que te rodea.
“Aprendes a responder muchos por qué: por qué ves los diferentes colores de diferentes objetos, por qué las gotas de agua son redondas, qué es el arco iris, el sonido, las olas; en fin, aprendes la explicación de muchos fenómenos naturales y te entra curiosidad por un montón de otros, que ni sabías que existían”.
EL PROCESO CREATIVO DE HACER CIENCIA
En tanto, cuando se trata de investigar, apunta que los temas prácticamente vienen solos, o son preguntas que surgen de algún asunto en el que está trabajando o que le llama la atención mientras lee un artículo. “Creo que es parte del proceso creativo que es hacer ciencia”, resume, al tiempo que opina que la principal motivación de un científico es la curiosidad, el conocimiento que ganas estudiando y resolviendo un problema”.
Pero esa no es la única vía, pues señala que a medida que un investigador gana en madurez escoge más intencionadamente en función de aportar directa o indirectamente al país y, en el caso del Grupo Dynamos[R1] –que indaga en los procesos físicos en sistemas moleculares-, esa es una intención que se fijan a largo plazo cuando asocian sus líneas al programa nacional de ciencias básicas o a proyectos internacionales, los cuales son arbitrados por científicos de todo el mundo y su aprobación se constituye en termómetro de la actualidad e importancia del tema.
En ese sentido reafirma el valor de desarrollar más las ciencias básicas, progreso que se multiplica de forma positiva en nuevos conocimientos y descubrimientos que luego pueden ser aplicados, y es razón para que los países desarrollados inviertan cada vez más en la ciencia.
Actualmente, con Dynamos, Llinersy conduce varios proyectos prometedores; uno de ellos, según explica, es el desarrollo de métodos cuánticos-clásicos para el tratamiento de moléculas que puedan tener importancia biológica y como ejemplo presenta el estudio de la rodopsina, responsable del primer paso del mecanismo de visión en los vertebrados.
Añade que cuando llega la luz a nuestros ojos, esa molécula se excita y cambia de forma, lo que produce una reacción en cadena que concluye con la visión. “La intención es desarrollar esta línea para poder estudiar procesos parecidos a la fotosíntesis, por ejemplo, donde un conjunto de moléculas transforma la energía solar en eléctrica o mecánica, lo cual tendría potenciales aplicaciones para construir celdas solares de materiales orgánicos, motores moleculares, compuertas lógicas electrónicas a nivel molecular (nanodispositivos), entre otras aplicaciones”.
Igualmente se interesa por las reacciones de moléculas cuando colisionan entre ellas o con una superficie metálica, algo que podría contribuir a conocer mejor algunos de los procesos climáticos a nivel de la atmósfera, o el mecanismo de catálisis aplicado a aumentar la eficiencia la limpieza de metales a nivel industrial.
Gran parte del respeto en esta disciplina viene aparejado con el volumen de trabajo y la estimación que otorgan los colegas de profesión, y para ello existen como medidor las publicaciones en las revistas internacionales de alto impacto, que –apunta- no lo considera perfecto, pero que funciona bastante bien. Ello permite insertarse en grupos de investigación de punta de otros países.
No obstante, la doctora Llinersy Uranga siente que los reconocimientos, tanto de la comunidad científica como de los medios de comunicación, son un poco inmerecidos, en tanto la institución que los propicia, en este caso la Facultad de Física, no tiene el lugar físico y simbólico que merece.
“La mayoría de los profesores no tiene un buró propio donde sentarse a preparar las clases o escribir los artículos científicos, las aulas no alcanzan para impartir la docencia de postgrado y pregrado”, agrega.
Sin embargo, aún en esas condiciones -continúa-, no pocos logros han visto la luz, y ello es gracias al trabajo constante de la dirección de la Facultad por mantener la excelencia en la investigación a través de convocatorias a proyectos nacionales e internacionales, además del apoyo incondicional a sus profesores para preservar un ambiente muy positivo de trabajo.
ENTRE PREMIOS NOBEL
La 66ª reunión anual de los Premios Nobel con los jóvenes científicos de todo el mundo se dedicó este 2016 a la Física. Cerca de 400 investigadores noveles de unos 80 países hicieron suya por unos días la isla de Lindau, en el Lago Constanza.
“Ciertamente no sabía de esta reunión antes de que me nominaran”, confiesó al sorprenderse por recibir la noticia por parte de la Academia Mundial de las Ciencias (TWAS: The World Academic of Science for the advancement of science in developing countries, en inglés), institución que hace dos años la nombró como la joven científica de trayectoria más sobresaliente.
Revela que el factor común de la mayoría de los científicos que conoció allí es que no se esperaban el Premio Nobel, solo estaban trabajando duro tratando de entender los fenómenos que investigaban, un proceso que también tiene fracasos, cuando no entiendes algo, pero es vital seguir insistiendo.
De Lindau se lleva la reafirmación de una idea que ya conocen quienes se dedican a la búsqueda del saber: la ciencia es un proceso acumulativo de conocimiento; sin el desarrollo logrado por muchos otros científicos que no recibieron el Premio Nobel, no existieran esos laureados.
“Esa semana en Lindau enriqueció mi visión de la Física y sus aplicaciones en desarrollo, de todo lo que se puede hacer para ayudar efectivamente a la región de cada cual; cómo mejorar la enseñanza de la disciplina a nivel universitario, tema que hoy investiga activamente un acreedor del Premio Nobel, así como iniciativas para motivar el interés por la ciencia en estudiantes de nivel medio: ahora tengo la responsabilidad de transmitir y aplicar los conocimientos que adquirí”.
ENSEÑAR MANTIENE MI MENTE MUY FRESCA
Llinersy Uranga, doctora desde 2012 en Física Teórica, no se despega del entusiasmo por saciar la curiosidad y declara que “para un científico es realmente divertido y emocionante investigar, porque a partir de los artículos de tus pares te estás haciendo preguntas todo el tiempo, que se convierten en problemas a resolver y es realmente muy satisfactorio cuando le das solución, o lo que es lo mismo, satisfaces una curiosidad.
“Claro –señala- siempre surgen nuevas preguntas, por lo que la investigación siempre continúa, demanda mucho tiempo, pero también se disfruta, aunque –confiesa- a veces es frustrante cuando no da resultados”.
Igual regocijo encuentra en enseñar, en primer lugar por el intercambio que surge con los estudiantes, de quienes también aprende pues asegura que ellos siempre tienen las mejores preguntas.
Al mismo tiempo, es un ejercicio donde el profesor deja su impronta con ejemplos de los temas de investigación en los que trabaja; de ahí que considera las clases como una actividad que mantiene su mente muy fresca. Comparte esa responsabilidad con la del vicedecanato docente de la Facultad de Física, un compromiso que tal vez se lleva la cuota más baja de entusiasmo si se lo compara con la investigación y el tiempo que comparte con sus alumnos, “pero no por eso es menos importante”.
Esa es otra de las circunstancias por las que ni siquiera en las vacaciones deja de trabajar en el vicedecanato y, aunque un buen sentido de la organización ayuda a salvar metas, no le falta el apoyo incondicional de su esposo, también físico teórico.
“Ahora mismo él es jefe de ese departamento, por lo que el tiempo lo tenemos justo, pero no creo que sería capaz de conseguir todo lo que he logrado sin su apoyo. Funcionamos como una unidad simbiótica: llevamos ambos el mismo grupo de investigación, compartimos las tareas de la casa, conversamos mucho sobre los temas de investigación, y sobre otros que nos entusiasman. Pasamos la mayoría del tiempo juntos, así es que cualquier logro mío o de él es de los dos.”
Cuenta que, junto a su esposo, su madre comparte el mismo orgullo por todo lo importante que pasa en su vida: “Si les cuento lo emocionada que estoy porque los estudiantes me aplaudieron en la última clase de Mecánica Teórica, ellos comparten mi emoción y si recibo algún reconocimiento ellos se emocionan más que yo, por eso disfruto más por las reacciones de mi familia que por el premio en sí.
“Vivimos la mayoría del tiempo muy agitados –reconoce- pero, ¿hay algo mejor que trabajar en lo que más te gusta y que la persona que te acompaña en la vida comparta tu visión?”
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