Con la confesión de que no fue uno de los remeros en la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe” treinta años atrás, porque entre otras cosas no sabe nadar, el Dr. Eusebio Leal Spengler, historiador de La Habana, realizó una intervención especial a los asistentes al evento “En canoa, hacia una cultura de la naturaleza”, que sesionó recientemente en La Habana para analizar el legado de esa expedición científica.
Con el permanente movimiento de sus manos y la belleza de siempre en sus palabras, narró su relación de amistad con Antonio Núñez Jiménez. En una entrevista que le hiciéramos en una ocasión anterior, nos confesó al referirse a Núñez: “…metió la mano en candela y me defendió aun contra amigos que tenían una opinión diferente”.
Eusebio Leal y Antonio Núñez Jiménez (Fotos: Cortesía del autor).
Cuando falleció Núñez Jiménez y en presencia de Fidel, Eusebio pronunció las palabras para cerrar el duelo oficial y durante años ha sido uno de los más cercanos colaboradores de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre. En este evento dedicado a evocar la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”, que transitó por 20 países y más de 17 000 kilómetros para unir a América de Sur con el Caribe, una vez más Eusebio conquistó al auditorio.
Reproducimos aquí sus emotivas palabras:
Muchas gracias a Lilo (Liliana Núñez Velis, presidenta actual de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre e hija de Núñez Jiménez)… una sorpresa hasta cierto punto inesperada porque ayer conversábamos y me decía ella que me iba a dar un remo. Yo le dije: el remo que una vez tuve ya lo di y rememoraba ayer el momento en que hablando con Núñez, él le dijo: “Sube y baja el remo”. Y yo le pedí —con esa cosa que tiene la gente del mundo del museo—: “Fírmamelo en la paleta”, y así lo hizo y lo conservé cerca de mí por mucho tiempo.
¿Pero de qué valdría el remo de no tener yo tan fija en mi alma y en mi espíritu de trabajo la mano que una vez empujó el remo? La mano de un amigo que siempre está presente, la mano de un hombre tan generoso y tan optimista, con ese sentimiento de alegría ante la vida que era una característica suya y tenían que ser muy poderosas las razones para verle alguna vez entenebrecido o triste.
Eusebio Leal, en evento dedicado a evocar la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”. (Foto: Omelio Borroto/ Cubahora)
Esa voluntad férrea le permitió soñar siempre con horizontes que se hacían cada vez más distantes, sueños cada vez mayores. Ahí se explica el espíritu que anima a la Fundación, la raíz de nuestros encuentros a lo largo del tiempo y los que aún seguimos teniendo en sueños, cuando empato su historia con la de mi predecesor el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring, que le quiso y apreció sus grandes cualidades como un joven entusiasta, inteligente, que quería transformar a partir de su conocimiento de la naturaleza y su avidez por conocer la historia de Cuba, de América y del mundo, en su sentido más amplio, su capacidad de crear, de fundar y de soñar.
Estas tres dimensiones de la obra son muy importantes. Comenzaré por el sueño, el sueño es esencial. Dormimos una aparte del tiempo, aunque cuando pasa ese tiempo —el tiempo de ese sueño plácido— se va quedando en el pasado. Por lo general hay un tiempo de sueño inquieto, lleno de visiones, de recuerdos que vienen de laberintos del pasado, de cosas que queremos hacer, de ideas obsesivas de que el tiempo tiene un valor enorme. Ya dormiré mañana, exclamaba Rubén Martínez Villena cuando se refería el gran poeta al sueño.
Eusebio Leal, en evento dedicado a evocar la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”. (Foto: Omelio Borroto/ Cubahora)
En segundo lugar, la obra, porque la obra es lo que queda, las palabras vuelan, las obras son las que quedan, y las obras cuando se imprimen, cuando van a la impresora y a la estampa, se convierten en memoria que no pasa porque la palabra vuela, aunque siempre creyó él en ella y yo también, en el valor de la palabra viva para convencer, para arrastrar, para decir que es posible subir al río Napo, allá en aquellos lugares, en aquellas latitudes donde están todavía intactos grandes árboles, a pesar de las depredaciones del hombre, y pedir a aquellos que durante siglos conocían del arte de ahuecar hasta el límite los troncos para convertirlos en canoas —que Cristóbal Colón al verlas por vez primera en el Caribe con múltiples remeros, las llamó almadías, con voz árabe y española de su siglo—, y con esas canoas y un grupo de amigos hacerse a un mar, que primero fue ese concepto del río-mar que nosotros no tenemos. Cuando alguien nos explica que hay kilómetros de distancia de orilla a orilla, solamente puedo pensar en aquellas palabras de José Lezama Lima escritas para su amigo el pintor cubano Mariano Rodríguez cuando estaba de consejero de Cuba en la India, dijo: “Dichoso tú, Mariano, que has visto los grandes ríos: el Éufrates, el Nilo, el Ganges y el Almendares.
Eusebio Leal, en evento dedicado a evocar la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”. (Foto: Omelio Borroto/ Cubahora)
Podemos ver en la orilla, la otra orilla, los que han visto los grandes ríos, esos falsos mares, como me ocurrió a mí en el río de La Plata, al ver aquel río que en la banda oriental llaman: como de piel de león.
Y la tercera dimensión es la voluntad y esa voluntad la tuvo en grado máximo, grado sumo, y cuando nos vimos por última vez en el reino de este mundo, me dijo: “Me faltaría un poco de tiempo”. Y esa era su angustia porque tenía cosas pendientes que quería hacer, más cosas todavía.
Eusebio Leal, en evento dedicado a evocar la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”. (Foto: Omelio Borroto/ Cubahora)
Por eso cuando se convoca este evento, 30 años después, pienso en lo que estaba ocurriendo 32, 33 ó 34 años atrás, cuando surgía el debate sobre el viaje de Colón al continente y surgían las distintas corrientes de interpretación y él sugirió quizás la más acertada, porque lo descubierto estaba descubierto hacía tanto tiempo. Lo más acertado era hablar del encuentro recíproco entre las culturas del nuevo y el viejo mundo, un encuentro dificilísimo, pero sin cuya ocurrencia histórica esta reunión de hoy sería imposible.
Aquí están todos los matices que se reunieron una vez en el Caribe, especie de Mediterráneo americano y la vindicación de Indoamérica, del África americana, de la España diversa que se volcó también sobre el Caribe, en aquella visiones cuasibíblicas que quedaron escritas en las memorias de los viajeros, de Colón, de Pedro Mártir, que no vino pero escribió sobre los testimonios que le contaron; de Oviedo, de Bernal, del propio Colón, del Padre de las Casas, y había una tremenda discusión sobre el tema.
Eusebio Leal, en evento dedicado a evocar la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”. (Foto: Omelio Borroto/ Cubahora)
Recuerdo que Núñez creó y preparó un hermosísimo trabajo sobre Cristóbal Colón y sus retratos. Un día me sorprendió contándome deliciosamente que aquel libro terminaba con un debate histórico en que un joven historiador con apenas mérito y uno con mucho mérito y sapiencia descubrían y discutían sobre el largo viaje. Y en eso nos tocó a él y a mí hablarle a Fidel de Colón, al que conocía perfectamente, y Fidel tenía la misma inquietud que teníamos nosotros y encontró en la fórmula de Núñez la posición correcta.
De esa manera se construyó aquella conmemoración, no festejo, conmemoración, que quiere decir hacer memoria, y poco después comenzarían los eventos que marcarían un paso en la historia. Él, que había visto en las espeluncas, en el sistema cavernario de Cuba, la huella del paso de los pueblos indígenas tan temprano; él, que pudo admirar en el laberíntico espacio de la cueva de Seboruco la presencia más antigua hasta hoy; él, que en otro punto encontró aquellos jinetes del apocalipsis que se confundían como centauros, caballo y hombre, con la señal de la cruz sobre el yelmo, el yelmo acerado… se dio cuenta de que era tan importante la vindicación de nuestros pueblos.
Eusebio Leal, en evento dedicado a evocar la expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”. (Foto: Omelio Borroto/ Cubahora)
Concluiré diciendo que es un festejo tenerlos a todos aquí reunidos en el día de hoy, celebrando a un amigo que sigue navegando todavía… y diré algo que verdaderamente me complace, y que a Núñez que tenía el perfil de un caballero con yelmo y con espada, de un Quijote de verdad en el siglo XX, le agradaría, y fue el secreto de una profesora que admiro mucho y que me pidió muy recientemente hacerme a mí —porque está haciendo el genoma del pueblo cubano—, hacerme las pruebas de ADN y yo me presté gustoso.
A los pocos días me llamó la doctora para decirme con gran pena que la prueba había fracasado, que requería nuevas comprobaciones, accedí a ello, firmé papeles con una letra mínima, de esos en que uno firma algo, con lo cual ni siquiera a lo mejor en algún término está de acuerdo; pero estaba de acuerdo en lo fundamental. “Haga y descubra”, y a las pocas semanas me llamó la doctora, hablando bajito por teléfono y me dijo: “Quiero hablar con usted” y le dije: pero dígame doctora que es grande mi incertidumbre, quiero saber y me dijo: ¡No, no; pero yo quisiera que fuera en persona”. Eso lo hacemos después, dígame ahora lo que hay. Me dijo: “Bueno, lo que hay es lo siguiente, usted tiene un 80 % de sangre europea —ahí inmediatamente aparecieron los ascendientes de mi madre, Spengler, suizos, germanos, de los cantones hermanos de Suiza—, pero tiene un 15 % de sangre africana”. Le dije: eso lo sabía doctora, está más o menos velado en el tiempo, pero lo sabía. Claro, como no, si al leer el testamento de mi ilustre antepasado, que según escribe murió célibe, dejaba su herencia, quiere decir su cafetal, donde hoy están Las Terrazas, con el nombre poético Del Jurá, al hijo de María Conga, su esclava. Digo, entonces ahí está el 15 %, pero me dijo: “Pero tengo algo más”. Dígole, dígame. “Tiene un 5 % de sangre india”, le dije: ¡qué feliz me siento doctora, soy un cubano perfecto! (aplausos). Tengo el 5 % y ese 5 % me alegró tanto como el 15 y como el 80, porque después de haber leído a don Fernando Ortiz y haber compartido con él el misterio y la mentira de las razas, después de haber creído en el linaje humano como lo más importante y supremo, lo que hace caer a los pies de cualquier ser humano las cadenas de todas las discriminaciones, exclusiones que dejan de estar en lo social para estar en el recóndito espacio de la mente, soy, como Núñez, un hombre libre… y aunque no fui porque entre otras cosas no sé nadar, me he sentido siempre a bordo de la canoa. Lamento el remo que perdí y agradezco el remo que recibo, vengo como un amigo, es todo.
(Aplausos prolongados)
senelio ceballos
7/7/18 8:16
Lic.Omelio Gracias por darnos este articulo...PORQUE nuestro LEAL...no esta en la comision de PRE-PROYECTO DE CONSTITUCION?....
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