Sospechaba que esta entrevista podía ser bien peculiar. Dos razones fundamentaban esa apreciación, después de 21 años, ya el Dr. Ismael Clark Arxer no era el presidente de la Academia de Ciencias de Cuba y, por otro lado, había rebasado una aguda crisis de su enfermedad cardiovascular. Ambos factores debían favorecer su predisposición a analizar su vida con el “retroscopio” que le había señalado su padre y hacerse las preguntas que conlleva esa mirada personal hacia el pasado, las que no hizo falta responder en nuestra conversación. No me equivoqué.
Fue todo un privilegio conversar en su propia casa, en un ambiente familiar, con quien ha sido quizás la persona que por más tiempo ha ocupado altas responsabilidades en el sector de las ciencias en Cuba. Secretario, vicepresidente y vicepresidente primero de la Academia de Ciencias, luego en 1994 viceministro primero fundador del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), antes de la reorganización de la actual Academia de Ciencias, de la que estuvo al frente desde 1996 hasta hace apenas unos días.
El Dr. Ismael Clark mientras es saludado por el papa Juan Pablo II.
Ismael Clark posee una historia de vida que refleja también los rumbos que han tomado las ciencias en Cuba. Después de graduarse de Medicina comienza a laborar en el recién creado Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), institución clave en el posterior surgimiento de numerosos centros de investigaciones en el país. Forma parte de un grupo de médicos que por solicitud de la Revolución decide cambiar su destino profesional para dedicarse a la docencia e investigación científica, entre ellos Wilfredo Torres, Rosa Elena Simeón y Lidia Tablada. Fue por el análisis de esa importante decisión que comenzó nuestra conversación, para después penetrar en temas muy actuales, entre ellos la velocidad de los cambios en el sector de las ciencias en los últimos años en el país, las complejidades inherentes a las carencias materiales para desempeñar las investigaciones científicas y retribuir debidamente el aporte de los científicos, el papel de Fidel en el impulso de las ciencias aun en los años más difíciles, el insuficiente reconocimiento que a su juicio tienen en el país las personas dedicadas a la investigación científica, entre otros temas.
El Dr. Ismael Clark fue uno de los principales embajadores de la ciencia cubana en Revolución.
Todas las preguntas fueron respondidas con honestidad, con valentía, sin rehuir aquellos asuntos que pueden parecer más escabrosos. Siempre bajo la atenta mirada de su esposa, la también doctora Gisela Alonso Domínguez, de quien se puede decir lo mismo en el ámbito del medio ambiente, no ha habido nadie que por espacio de más años haya ocupado importantes responsabilidades en esa esfera, entre ellas la presidencia de la Agencia de Medio Ambiente. No por gusto fue catalogada como la decana por la ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Elba Rosa López Montoya.
No es fácil imaginarse a Clark y a Gisela, tan activos antes, ahora en fase de jubilación. La estabilidad y felicidad que ambos construyeron como pareja fue clave también en el éxito profesional de cada uno de ellos, así nos reconoció Ismael Clark Arxer, quien sentía que la vida se le había ido demasiado rápido, precisamente por haber vivido en Revolución. Nuestra primera pregunta fue al origen de cómo se vinculó Ismael Clark a las ciencias.
A la derecha el Dr. Ismael Clark y al centro la Dra. Gisela Alonso en su boda, estuvieron casados por casi 40 años.
—Siempre la vocación de las personas es vital para su desarrollo en la vida, sin embargo, en el caso suyo tuvo que decidir cambiar de alguna manera su destino, dejar de ser un médico y atender a pacientes para dedicarse a las ciencias. ¿Qué significó esa decisión y cómo la ve hoy después de tantos años?
—La veo como producto de las circunstancias que a veces te mueven más allá de lo que eran tus ideas preconcebidas, pero hay una cierta inexactitud en la imagen del médico que atiende pacientes y deja eso por la ciencia, y te lo voy a tratar de explicar.
“Por alguna razón, desde los estudios del bachillerato, yo tuve determinada afinidad —creo que gracias a los profesores que tuve, sobre todo a uno de ellos— por lo que hoy se llama en el lenguaje común las ciencias básicas. Yo caminaba bastante bien en Matemáticas, no me fue nunca muy bien en Física, pero me movía muy bien, muy bien, en Química. Tuve un profesor de Química espectacular, autor de los libros de textos que se usaron en el país durante muchos años, el profesor Ernesto León Ramos; además un pedagogo espectacular, y eso me despertó, me profundizó, el interés por el conocimiento científico, en la forma que está organizado, cómo se aplica y cómo se interpretan los fenómenos.
”De manera tal que cuando yo empecé a estudiar Medicina, te estoy hablando de comienzos del año 1962, en la asignatura de Bioquímica desde el primer momento hubo muchos tropiezos, a pesar de que teníamos profesores extranjeros que vinieron a ayudarnos; pero quizás había un problema de cultura en la comunicación en esos temas de ciencias básicas. Lo cierto es que el primer examen parcial, en el primer semestre, fue una hecatombe. Eso lo puedo contar ahora que estamos haciendo anécdotas, después de 50 años de graduarnos, que estamos al celebrarlos, porque en otro momento hubiera sido indelicado. Y entre los pocos sobrevivientes de esa hecatombe está el que les habla, lo cual en aquella circunstancia del momento revolucionario se convirtió inmediatamente en un compromiso de convertirte en alumno ayudante de esa asignatura, que es una asignatura con implicaciones clínicas; pero también con un contenido indudablemente experimental.
”Después vino la decisión política de la organización a la que yo pertenecía. Yo había sido miembro del Buró Universitario de la Unión de Jóvenes Comunistas y, tanto en mi caso como en el de otros compañeros que habíamos tenido determinadas funciones, hubo una decisión del Comité Nacional —porque hacía mucha falta— de desviarnos, los que tuviéramos alguna vocación básica o algunas posibilidades de éxito, a formarnos como profesores, sobre todo en las ciencias básicas. Así es, no directamente porque en la vida nada es directamente, pero con algunos zigzagueos, como yo voy a parar al Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC) para prepararme como investigador y docente en una disciplina que no ve pacientes, pero atiende pacientes y diagnostica pacientes, y hoy en día es un hecho muy común que se hagan diagnósticos prenatales y todas esas cosas; pero eso era ciencia ficción en el año 66, en el país no había el menor precedente.
”Entonces, durante varios años trabajé en un departamento cuyo nombre era ese: Bioquímica Clínica, porque tenía la misión de contribuir al diagnóstico. Eso no quita que hubiera, necesariamente para desarrollar esas habilidades, que manejar determinados hechos experimentales, consultar literatura y demás, de manera que estaba con un pie en el sistema de salud —porque nosotros preparábamos a su vez compañeros como especialistas para que fueran a trabajar directamente al sistema de salud, a los hospitales— y un pie en el mundo incipiente en aquel momento de la ciencia nacional, de los temas experimentales.
”Todo esto trajo consigo que, incluso, mi trabajo en el exterior no lo continuara, a pesar del estímulo de mucha gente allá donde estuve estudiando, pero ese camino me llevaba demasiado lejos de la práctica médica, del hecho clínico; me alejaba demasiado del paciente a mi manera de ver, era una cosa mucho más básica, una enzimología muy básica; y con esa ilusión de retornar al paciente regresé y mira a donde fui a parar. Eso fue en el año 76, en que yo defendí mi maestría en el CNIC y esperaba mantenerme entonces en contacto con algunas de las líneas de aplicación clínica que empezaban a desarrollarse.
”Ten en cuenta que del CNIC salieron centros de investigación completos. Se gestaron, como los buenos embarazos, y nacieron el CENSA (Centro Nacional de Sanidad Animal, en ese entonces, hoy Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria), el Centro de Inmunoensayo, y una buena parte de lo que después fue el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), entre otros.
Un año después de defender su tesis de maestría, a su izquierda Sergio Jorge Pastrana, compañero de muchos años en la dirección de la Academia de Ciencias.
”El CNIC era un poco la gran madre y uno estaba metido allí en ese hervidero de ideas, de tareas y cosas; pero también es un hecho que la ciencia sin los investigadores no existe, sin el trabajo de los investigadores en el terreno, en el laboratorio o en la biblioteca, la ciencia no existiría. La ciencia no fructifica socialmente, si a eso no se le añade una serie de factores, incluso, no funciona si a esos investigadores no se les provee de determinadas condiciones contextuales, organizativas y demás, entonces eso también hay que hacerlo. Y estamos hablando de un momento donde no había nada de nada; es decir, había que repartirse todos los roles a la hora de escenificar la obra. No voy a decir ningún calificativo, evidentemente el rol que me fue tocando a mí me condujo hasta aquí, hasta mi momento de jubilación de la Academia de Ciencias”.
Durante la proyección de un audiovisual sobre ciencia, a su izquierda el Dr. Wilfredo Torres, director del CNIC y luego presidente de la Academia de Ciencias.
—¿Qué significó el CNIC en su formación personal?
—En lo personal fue una fragua porque fue el lugar donde comenzó mi vida laboral, donde por lo menos me asomé a comprender lo que es propiamente el trabajo científico, en qué consiste, cuáles son sus goces y cuáles son sus sufrimientos, que eso es muy conveniente experimentarlo si después vas a tratar de ser útil en ese mismo ámbito.
“Por su carácter, el CNIC fue durante muchos años —esa fue unas de las misiones que le dio Fidel— un punto de encuentro de compañeros de muchas procedencias que venían a pasar cursos, estancias, participar en actividades formativas y, por lo tanto, fue una gran oportunidad de conocer otros compañeros, de aprender de mucha gente, incluso, de personas de otras nacionalidades. Porque al CNIC concurrían visitantes y profesores, investigadores invitados de muchos países latinoamericanos, europeos, y todo eso te abre, te ayuda a conformar un universo y, al mismo tiempo, el CNIC —por lo menos en la época en que yo estuve allí— mantenía y se respiraba allí una atmósfera fuertemente nacional, fuertemente comprometida, fuertemente patriótica, fuertemente revolucionaria. Esa combinación deja huellas, te enteras de muchas cosas, conoces gente de muchos perfiles, te asomas a muchas experiencias y, al mismo tiempo, todos los días tratas de practicar lo que te toca, de acuerdo con tus circunstancias propias, nacionales. Eso duró diez años y a mí me parece que fue un día, porque se me acabó enseguida; pero fueron diez años en definitiva, ojalá hubieran sido muchos más. Me parece que esa fue una escala importante en la preparación de las tareas que debía enfrentar después”.
—Hablemos un poco de Fidel Castro y de su papel en el desarrollo de la ciencia en Cuba. ¿Recuerda experiencias directas que pudo haber tenido en algún contexto con Fidel, anécdotas, vivencias, algún punto de vista diferente sobre determinado tema, alguna decisión difícil en el ámbito de la ciencia?
—No, no. Yo, a decir verdad, no tuve la ocasión de trabajar digamos de forma cercana a Fidel, como otros compañeros que por la índole de su trabajo tuvieron que ir, conversar asuntos con él todas las semanas y a veces todos los días, ese no fue mi caso; sin embargo, yo tengo una impronta del pensamiento de Fidel y de las orientaciones de Fidel desde muy temprano, de esas cosas que pasan.
“Yo recuerdo las visitas de él al CNIC, recuerdo su manera de preguntar, que después otros han calificado con mucha mejor expresividad que yo, lo incisivo, en el sentido de la profundidad que buscaba en el nivel de la respuesta; pero sobre todo me parece que la huella que dejó en mi mente la prédica de Fidel con respecto a la ciencia es de que en Cuba hacía falta desarrollar ciencia, que esa ciencia tenía que ser nuestra, profundamente nuestra, y que tenía en el mejor sentido de la palabra que servir para algo, no podía ser solamente o únicamente para el disfrute de los científicos, sino que tenía que ser para hacer una contribución a lo que hoy llamamos el desarrollo socioeconómico del país, o como tú le quieras llamar, al progreso, al bienestar de la gente; y para quien tiene digamos inclinación médica, no es difícil encadenar inmediatamente eso con los grandes objetivos de mejoramiento de la salud.
”Quiero que tú sepas que hoy yo estaba viendo algunos indicadores de salud pública y bueno, quizás es porque uno se pone viejo, pero uno se da cuenta que para muchas personas más jóvenes puede ser muy difícil imaginarse cuál era el cuadro de salud de Cuba al triunfo de la Revolución. Cuando te digo al triunfo de la Revolución es todavía cuatro y cinco años después del triunfo, es que la Revolución no tenía una varita mágica. Yo recuerdo haber ido a hacer trabajo voluntario sanitario a las lomas de Pinar del Río, en los años 60, 63, 64 y óigame, resulta que ahora los indicadores de salud de Pinar del Río son de países europeos, de países europeos buenos, desarrollados, ese es Fidel. He dado esta imagen porque para mí eso es Fidel en la ciencia, dominar el conocimiento para el bien de la gente, dominar el conocimiento para el progreso del país, dominar el conocimiento para ayudar a otros, porque sin ese conocimiento no se puede cumplir ninguno de esos objetivos.
Ismael Clark saluda a Fidel Castro en 1995 en momentos en que se hacían grandes esfuerzos por convertir a la ciencia en una fuente generadora de ingresos económicos.
”Los encuentros con Fidel, ese encuentro que él hizo en el año 2000 con los científicos, no era para discutir asuntos gremiales, claro que también hay que discutirlos de vez en cuando porque son parte de la vida real; pero, sin eludir los gremiales, la capacidad de él que se expresaba en otros campos para hacerte ver lo que está por delante, todo lo que falta por hacer y la velocidad con que hace falta hacerlo. Acuérdate que él se declaraba en el bando de los impacientes, eso es algo inolvidable y posiblemente incomparable, cuando tú piensas en un Jefe de Estado que ya tenía el nivel de complicaciones que tenía Fidel y Cuba en aquel momento.
”Yo fui muchos años designado presidente del Jurado Nacional del Fórum de Ciencia y Técnica. De todos esos años el que mejor recuerdo es, si no recuerdo mal, el del año 91 que en medio del desplome, que se veía venir el fin del mundo, Fidel, en la clausura del Fórum de ese año dice que el futuro del país, “el futuro de la Revolución depende hoy más que nunca de la ciencia y de la técnica”. ¡Yo me quedé! Porque tú siempre levantas la banderita de que yo hago lo más importante, yo trabajo en el frente más importante; pero oírlo decir así, categóricamente, con ese peso histórico, porque no solamente proclama un hecho, sino que está implicando un compromiso, una exigencia, un lograr conseguir el objetivo que está enunciando. ¡Eso es algo tremendo!
”Empecé a ver las cosas de otra manera después de ese día y yo creía que me sabía muchas cosas; pero no, evidentemente no, cuando las pensé mejor me di cuenta de eso y de la capacidad suya para movilizar el interés de la gente en cualquiera de sus perfiles, de hacerte sentir la importancia del conocimiento, de la creatividad, dedíquense a lo que se dediquen las personas. Él la practicó mucho en aquellos años de los fórums nacionales de ciencia y técnica, a mí me parece que fue unas de sus enseñanzas más grandes.
”Fíjate que la prueba es que hoy, aun cuando las circunstancias han cambiado, las condiciones del país son distintas; pero en los centros de trabajos y en determinados sectores que tienen un componente tecnológico importante se siguen haciendo los fórum de ciencia y técnica, y tú oyes que se celebran, se comentan en los medios porque eso no existe en otros países, en otros países existen cosas que se pueden comparar, pero no son así ni tienen las mismas motivaciones, ni tampoco, por supuesto, el mismo origen, ni el mismo substrato. Eso es prédica de Fidel, eso no es obra de más nadie que de Fidel en el campo de la ciencia. Bueno, yo he escrito algunas cosas de la coherencia que tiene la obra de la Revolución en la ciencia con la prédica de Fidel desde los primeros años; pero bueno no es el caso, no tenemos hoy el tiempo y el espacio que merecería, o que merece tratar un tema de esa dimensión”.
Inauguración del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología en 1986.
—Además de desarrollo humano a partir de las conquistas de la ciencia, también estas se convirtieron en un sector clave en la economía del país. ¿Cómo Ismael Clark, presidente de la Academia de Ciencias durante tantos años, evalúa ese desarrollo científico que hace que la economía tenga en la ciencia un motor impulsor?
—Ningún país puede desarrollarse si no tiene conocimiento de sus recursos naturales, y al triunfo de la Revolución aquí no había ni tres personas —es una forma cubana de hablar— que se dedicaran a estudiar los recursos naturales del país. Entonces los institutos que se ocupan de estudiar los recursos naturales del país hubo que fundarlos todos prácticamente. Habían algunas personas muy eminentes, pero no tenían institutos, y cuando digo que no tenían institutos no es que no tuvieran edificios: no tenían edificios, ni tenían recursos, ni tenían nada, salvo su voluntad y su esfuerzo. Todo eso hubo que crearlo, eso es desarrollo, eso es contribución al desarrollo, es contribución a la gestión ambiental.
“Al mismo tiempo, cuando tú haces los inventarios de los recursos naturales te das cuenta de que siempre pensábamos que Cuba era una tazita de oro. No, Cuba es un país de recursos muy limitados, entre ellos incluyendo muy seriamente los recursos energéticos. Entonces, tú estás pensando en desarrollar la economía, bueno y qué ramas económicas, ¿la siderurgia? No. ¿De dónde vas a sacar la energía para eso? Es muy importante, pero tiene un límite, tiene una limitación, ¿cuál no tiene limitación? La biología, y uno de los aportes de Fidel es captar, percibir, elaborar, discutir con las personas que tenían determinados conocimientos, determinadas habilidades, la posibilidad de que Cuba se sumara a la revolución científica que estaba ocurriendo en los años 70 y 80 del siglo pasado, que fue la revolución de la biología, de la biología molecular, que después se convirtió en la biotecnología, en la ingeniería genética y demás; pero para eso hay que empezar, para estar en el quinto piso hay que empezar por la planta baja y después construir la escalera.
Fidel visitaba continuamente los centros de investigaciones dedicados a la biotecnología.
”La Revolución de la física ocurrió en el mundo y nosotros en Cuba no nos enteramos y la revolución de la química transcurrió, creo que de lo que nos enteramos probablemente fue de que las pinturas podían ser buenas como anticorrosivo y demás; pero tampoco tuvo ninguna repercusión en nuestro desarrollo interno; sin embargo, en la revolución global científica de la biología, Cuba sí se montó y se montó a tiempo; y el impulso fundamental para que eso pudiera ser estuvo en la comprensión, el talento y la visión de futuro de Fidel Castro, no hay otra. Cualquier otra versión, yo modestamente afirmo que no se correspondería con la realidad. Fueron su capacidad, su voluntad política, su autoridad natural y su capacidad de aglutinación las que fueron armando lo que hoy es muy evidente. Ya hoy hablamos de BIOCUBAFARMA, un complejo empresarial, de empresas de alta tecnología, eso hubo que empezarlo por grupos que aprendieran a hacer cosas que ya hacían otros; pero aprenderlas a hacerlas bien y repetirlo bien y lo más rápido posible, como siempre, y entonces tú te pones a pensar y escogió muy bien y se asesoró muy bien, porque la biología es de la ramas que tiene menos consumo energético, o sea, las industrias biológicas son las de menor consumo energético y mayor consumo intelectual.
”Enseñanza número dos, lo más importante que hay es la preparación de la gente y habría que agregar, la preparación y el compromiso, la vocación. Él le llamó la consagración de la gente a la aplicación de ese conocimiento adquirido para obtener resultados. Eso explica que la industria biotecnológica de Cuba no tenga comparación con la de ningún otro país de su escala, en tamaño y en recursos económicos; fue una decisión estratégica acertada, oportuna y llevada hasta sus últimas consecuencias, y ha demostrado su viabilidad, eso es un ejemplo de ciencia y economía.
”Ahora, la otra cosa es que los científicos y las ciencias no son los que tienen que resolver todos los problemas técnicos que hay en la producción material, el problema es que eso es una cadena, no viene al caso aquí hoy discutirla, me parece; pero por suerte ya desde hace algunos años estamos hablando de innovación, antes le hubiéramos podido llamar de otra manera; pero bueno, vamos a quedarnos con el término de innovación, que es de uso general en el planeta. La innovación no depende principalmente y mucho menos únicamente del trabajo de los científicos, innovación es muchas cosas y termina en los procesos económicos reales, productivos o de servicios, de lo que sea.
”Claro, a ese nivel de las cosas influyen muchos otros factores que no son solamente el conocimiento o la voluntad, ahí entonces hay factores económicos, materiales que forman parte de la realidad compleja sobre la que hay que actuar; pero, insisto, no se le puede preguntar a los científicos por qué no se usan más los resultados. He dicho otras veces y lo repito ahora, eso no quiere decir que los científicos se puedan conformar o se deban conformar con hacer un papel para reportar los resultados y entregarlos porque tampoco puede ser así. El compromiso llega más allá porque hay que convertir eso en procesos, pero lo cierto es que no depende solamente de la voluntad de los científicos y de los especialistas que determinados procesos se conviertan en hechos económicos”.
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