Las “joyas” de Oriente

Nunca he visitado el oriente cubano. Me gustaría, lo confieso. Atrapa el misticismo de la región que saluda al sol primero, su  gente luchadora y humilde, la historia guardada en campos y ciudades, iniciadores de las guerras  por la independencia en el siglo XIX, escenarios luego de la epopeya guerrillera de Fidel y los barbudos.

Pero hay un tesoro más en la zona de Maceo, los Matamoros y el indio Guamá, algo que ni siquiera la furia de los fenómenos meteorológicos le ha podido arrebatar: las joyas de su geografía.

Por Bariay, en Holguín, desembarcó del Almirante Cristóbal Colón en  octubre de 1492, y descubrió nuestra tierra. Es una bahía de bolsa y el río homónimo que desemboca en ella, al Este del cual se encuentran los accidentes geográficos: Punta Bariay, Playa Blanca y Punta González, y al Oeste Cayo Bariay, que tiene al Norte, Punta Sir George y al Sur, Punta del Gato.

Santiago de Cuba resultó blanco de los embates de dos huracanes en el último quinquenio: Sandy y Matthew. Sin embargo, sus recodos naturales continúan incólumes, para orgullo de todos. Pensemos en la Sierra Maestra, besada por olas del Caribe y centinela de la costa sur. Su máxima elevación, el Pico Turquino es también la mayor de la Isla con una dimensión de hasta 1 974 m sobre el nivel del mar.

También este macizo montañoso abriga a La Gran Piedra, un gran bloque de roca de origen volcánico, con unas dimensiones que incluyen 51 metros de largo, 25 de alto y 30 de ancho, con un peso estimado por encima de las 63 mil toneladas. 

Después de escalar 452 peldaños hasta  llegar a la cúspide, los viajeros afirman que se observa  en el entorno costero del sudeste, el Parque Baconao y otros enclaves importantes. Por eso, se reconoce como mirador natural y deleita a los visitantes nacionales y extranjeros.

Desde pequeña me inspiró la leyenda de aquella muchacha indígena enamorada de un navegante. Cuando el amor de ambos estaba en riesgo debido a la inminente partida del forastero, la joven vertía lágrimas dulces en el río testigo de su encuentro inicial. El hombre jamás se fue, hechizado al bañarse en aquellas aguas milagrosas, cuyo nombre según la tradición, se debe a la belleza y amabilidad de la india: Miel.

Este es uno de los ríos más conocidos de Guantánamo, donde también se ubica el Toa, el más caudaloso de Cuba. Nace en las Cuchillas Nipe-Sagua-Baracoa y desemboca en la costa norte de la provincia. En octubre del pasado año, la furia de Matthew causó la crecida  que derrumbó el puente  que comunica con Holguín.

La Ciudad Primada es famosa también por el Yunque, una montaña de unos más de 500 metros de altitud en forma de meseta. Fue una de las maravillas que asombraron a Colón, quien lo registró en su diario de navegación cuando llegó a nuestro territorio.

Pero no son solo estos los paisajes admirables de la geografía guantanamera. Destacan además: la elevación del Pan de Azúcar, en el municipio de San Antonio del Sur; los Monitongos, de Caimanera; el Cañón, de Yumurí.

Quizás por lejanas, muchos aún no nos aventuramos a conocer las provincias orientales. Sobrevivientes a los estragos de los meteoros y a la propia acción destructiva del hombre,  la belleza de su geografía aguarda por una merecida visita.