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martes, 19 de noviembre de 2024

Apoteosis del amor en Tula

En la obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda aflora ese sentimiento de múltiples maneras, especialmente en su epistolario, con el lenguaje y sentir de los cubanos del siglo XXI...

Ada María Oramas Ezquerro en Exclusivo 24/01/2015
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UNA MUJER SIN PREJUICIOS NI FRIVOLIDADES

Ella se anticipó al tiempo que le tocó vivir en su dimensión como poetisa, dramaturga y narradora; al igual que en su pensamiento y actitud ante la vida. Y, precisamente por su valentía al utilizar los derechos que se le negaban a la mujer, le fue negada la entrada a la Academia de la Lengua Española.

Tales circunstancias le valieron la desaprobación de muchos y el respeto y admiración de quienes sabían apreciar sus valores. Era una mujer que no ocultaba sus sentimientos y tenía un gran sentido de la ética. El amor nutrió su obra, a veces hasta con sentido testimonial, en la cual el epistolario —especialmente en verso— alcanzó valores tan significativos como Sab, en novela; Baltasar, en teatro; y Al partir, en poesía.

LA EXPLOSIÓN DE AMOR POR CEPEDA

Sus sentimientos hacia José Ignacio de Cepeda, el hombre más importante de su vida, proyectan parte de la vida de la autora y la van a acompañar hasta su muerte. Las emociones afloran en su obra de diferentes maneras, pues la literatura y sus vivencias se entretejen en argumentos e inspiraciones, porque en el Romanticismo, más que en otras vertientes literarias, la vida y la literatura se entrecruzan y confunden; conforman un tejido tan fuerte que no pueden delimitarse los sentimientos que afloran en la poetisa y la mujer.

Su personalidad encontró un paralelismo con la protagonista de la novela Corinne, de Madame de Staël, aparecida en 1807. Tula era culta y dotada de sensibilidad romántica, poetisa de infinita inspiración, ambas virtudes provocaban admiración y rechazo por lo insólito de sus patrones de conducta para aquella época.

LA POESÍA INMERSA EN SU EPISTOLARIO

A veces utilizaba el verso en las cartas que enviaba o guardaba como autoconfesiones de sus sentires, con una carga autobiográfica,  notable también en algunas de sus creaciones teatrales y novelísticas como en Leoncia (1840), Sab(1841), Dos mujeres (1842-1843),y Egilona (1845).

LAS CLAVES DE LA AVELLANEDA

Tula utilizó algunas de sus obras para comunicarse con Ignacio de Cepeda. En su versión teatral de Leoncia, los textos están prácticamente en clave, son mensajes que solo podían ser comprendidos y descifrados por su amado, pues ningún otro espectador ajeno a su vida puede captar los subtextos. Este juego textual, muy bien urdido por la prodigiosa escritora, extrapola el drama íntimo de ambos con el que vivían los personajes de Leoncia y Don Carlos.

El pensamiento de Tula utiliza la voz de Leoncia para caracterizar a Ignacio: “¡Carlos no es un hombre..., no se parece a ninguno de esos hombres: es un ser único, aparte”. Y más adelante dice: “es el objeto ideal que embelleció los sueños de la primera juventud”. Y utiliza un tercer personaje para retarlo, al decir: “¡Qué tibio amante eres!”. Era la esperanza que abrigaba Tula de provocar en Ignacio aquel fuego que ya no existía.

COMO UNA CURIOSA CAJA CHINA

Era tanto el interés que sentía por hacerle llegar, de ese modo, su mensaje, que le invitó a asistir al estreno de este juego teatral en su carta número XXVII. Y, por tal motivo, podría decirse que la Avellaneda utilizaba, con siglo y medio de antelación, la tan recurrente polisemia del postmodernismo, aquel rejuego intelectual.

¿Y cuál era su propósito? Incluir en su entramado toda una red de mensajes personales, muy fáciles de comprender para quien devendría de espectador a interlocutor. Transformaba la obra, de simple pieza teatral en un documento que acusaba un desdoblamiento textual, lo cual la convertía en una obra dentro de otra, como una curiosa caja china.

LAS CARTAS A SU GRAN AMOR

En toda su producción epistolar se destaca su correspondencia con Cepeda, el primero y tal vez el único amor de aquella mujer que se hizo llamar La Peregrina, para firmar determinados artículos periodísticos en Sevilla, un seudónimo que también identifica a la Avellaneda.

Considerado como una gran novela, el conjunto de sus cartas a Cepeda posee alusiones a diversos subgéneros, tiene misterio y hasta suspense. La colección representa una especie de happening de carácter múltiple para los lectores, por su origen, conservación y las ediciones que han ido apareciendo.

Resulta muy difícil seleccionar, entre la copiosa correspondencia escrita por Tula, en cuales expresa con mayor intensidad su amor por Cepeda. Elijo dos de ellas, en las cuales se entrecruzan amor, ternura, pasión, celos, despecho; como expresiones de su primer gran amor:

“Yo no vi en aquel momento rápido de sorpresa y dolor un corazón usado al extremo, un corazón dividido ente muchos objetos… Sé que me volví loca de nada más, loca de dolor, al ver destruida mi última y más querida ilusión, la ilusión divina que me hizo creer que había hallado al fin un corazón sensible, puro, capaz de librar y multiplicar afectos”. Segunda carta

La sexta misiva es una explosión de amor: “Eres el Ángel de mi destino. Te juro que mortal ninguno ha tenido la influencia que tú sobre mi corazón”.


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Ada María Oramas Ezquerro

De larga trayectoria en el periodismo cultural. Premio de Oro, del Gran Teatro de La Habana y Miembro de la sección de la Asociación de Artistas Escénicas de la UNEAC


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