Ambrosio Fornet Frutos es un escritor y editor que prestigia la literatura cubana. Mereció el Premio Nacional de Literatura en 2009 y el Premio Nacional de Edición en 2000. Pudiera decirse que es un capitán de navío que sabe deslizarse en los mares de los cánones de diversos géneros e incluso posee una extrema habilidad para transmitir conocimientos, lo cual quedó de manifiesto en los cursos de la Universidad de La Habana, y su narrativa ha logrado captar del mundo que le rodea y perfilarlo con la palabra.
Ha sido jurado de varios premios internacionales: Premio Casa de las Américas en 1964, 1970, 1974, 1979 y 1989, y del III Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.
AGUDEZA EN LA CRÍTICA AL FILO DE LA RAZÓN
-¿Cómo valora usted el homenaje que se le tributa en la Feria junto a Zoila Lapique?
- Me siento abrumado ante tantas atenciones. Lo que más me satisfizo de este homenaje más que el reconocimiento personal fue la valoración de un género, el ensayo, que fue cultivado desde Varona hasta Cintio Vitier. De pronto, no sonó más, como ocurre con sus predecesores en la producción literaria e intelectual.
-¿Considera que el ensayo y la crítica pueden considerarse manifestaciones de la literatura cubana?
-Las obras las construyen los autores pero la literatura la construyen los ensayistas y los críticos. Esa tradición es algo que se construye. Entra en la literatura en mayúscula y en negrita.
-¿Hasta qué punto afloran en usted los códigos de la narrativa cuando aborda la ensayística y qué beneficios le aportan a su ejercicio de la crítica en ese género?
-Hace algunos años era frecuente oír hablar de “estrategias discursivas”, es decir, del arsenal de procedimientos de que se vale el escritor para decir lo que quiere decir y hacer llegar eficazmente su mensaje al destinatario. Me parece que su pregunta apunta a ciertas similitudes posibles entre los propósitos del ensayista y el narrador, ¿no es así? En ese caso, debo admitir que nunca me había planteado conscientemente esa alternativa… Aunque ahora que lo pienso… Sí, es cierto, hay en lo que usted llama “códigos de la narrativa” una necesidad de caracterizar que es propia también del ensayo (lo que debe caracterizarse en este caso es la situación, no el personaje), y una necesidad de desarrollar líneas temáticas (no tanto a través de sentimientos como de ideas, no tanto mediante conflictos individuales como sociales). Valdría la pena pensar un poco más sobre esa curiosa dialéctica de lo similar y lo desemejante.
-¿Podría caracterizar los libros de su autoría que aparecerán en esta edición de la Feria?
-Los textos nunca antes recogidos en libros son tres: Rutas críticas y A título personal, que serán publicados por la Editorial Letras Cubanas, y Yo no vi ná y otras indagaciones, que publicará Ediciones Bayamo. El primero es un conjunto de ensayos y críticas escritos a lo largo de medio siglo; el segundo, una colección de entrevistas que me han hecho periodis-tas cubanos y extranjeros; y el tercero es un cuaderno que agrupa piezas narrativas y críticas, con toques autobiográficos, que fueron escritas en los años sesenta.
“Aparecerán además para la Feria varias reimpresiones: Las trampas del oficio, sobre cine (Ediciones ICAIC); Narrar la nación (Letras Cubanas) y, como ensayo independiente, Nicolás Guillén y el laberinto de la diáspora antillana, en una bella edición artesanal de Cuadernos Papiro, de Holguín.”
-¿Podría referirse a su proyecto de novela?
-Sólo tengo entre mis proyectos inmediatos la ampliación de un texto anterior, El libro en Cuba, estudio que llega únicamente hasta el siglo diecinueve y que quiero llevar hasta el siglo veinte. Mejor dicho, hasta esa etapa de las décadas del veinte y el treinta en que se produce el fenómeno de la Colección de Libros Cubanos, dirigida por Fernando Ortiz y patrocinada por el recién creado consorcio Cultural S. A. Es la primera vez que puede hablarse en Cuba de una verdadera empresa editorial dirigida a un público amplio.
“En cuanto al proyecto de novela —supongo que se refiere usted a la que empezó a gestarse en los años sesenta y quedó en eso, en proyecto—, encontrará un par de fragmentos en Yo no vi ná y otras indagaciones.”
-¿Considera que existe una ensayística cubana cuyos códigos la identifican a nivel universal?
-Mi generación tuvo entre sus obsesiones críticas el doble tema de la identidad y de la descolonización cultural. En aquel entonces eran temas “universales”, dentro de las fronteras de nuestro universo, el universo del mundo subdesarrollado. La generación posterior a la nuestra amplió considerablemente esa temática y el fundamento teórico de sus reflexiones, abordando asuntos como las señas de identidad sexual y racial. Para nosotros, el eje de las preocupaciones era la nación (y los nexos de atracción y rechazo que establecía con las demás); para ellos el eje era el individuo y su inserción en el grupo humano. ¿Son más “universales” aquellos códigos que estos, o viceversa? Todo lo humano es, por definición, universal, y por consiguiente es el tratamiento, no las dimensiones del asunto, las que determinan si el ensayista puede contar o no con públicos situados más allá de las fronteras nacionales.
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