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martes, 19 de noviembre de 2024

La Aragón en el siglo XXI

Con la Aragón, desde los tiempos de fundación, dejó de tener sentido la división entre música culta y popular...

Pedro de la Hoz en Exclusivo 12/01/2015
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Un símbolo elocuente del origen y destino de una de las instituciones musicales más representativas de Cuba trascendió durante las jornadas finales de 2014 cuando en la Plaza de San Francisco, a la vera de la Avenida del Puerto, la orquesta Aragón se unió a la Sinfónica Nacional en una ofrenda a La Habana.

No es la primera ni será la única vez que nos sea dada tal conjunción de elementos. De hecho buena parte de las orquestaciones escuchadas tuvieron su estreno en un concierto dirigido por el maestro Roberto Valera, en la sala Covarrubias. La formación académica del actual director de la Aragón, Rafael Lay Bravo, y de varios de sus instrumentistas es compartida por los atriles de la OSN. Su padre, Rafael Lay Apesteguía, quien guió la orquesta desde que el fundador Orestes Aragón le cediera esa responsabilidad en 1948, apenas nueve años después de la creación del colectivo en Cienfuegos, y su más reputado orquestador, el flautista Richard Egües, bebieron de la tradición clásica y románica europea con la misma fruición con que reflejaron la tradición popular cubana.

Con la Aragón, desde los tiempos de fundación, dejó de tener sentido la división entre música culta y popular. Habría que hablar de funciones  y usos de la música —desde el baile hasta el espectáculo, sin que por ello la producción aragonera deje a un lado la línea de concierto—; de patrones técnico-sonoros cultivados a un nivel de excelencia, tan riguroso como el que se exige de una camerata; y, sobre todo, en el plano conceptual, de síntesis y culminación estilística de un formato vocal-instrumental de largo anclaje en la historia de la música cubana.

Esta última característica se traduce en el epíteto que acompaña a la orquesta: la charanga eterna. Y explica por qué, en su caso, es mucho más importante el modo de hacer que la moda. La Aragón es una identidad singular. A lo lejos, cuando suena, se sabe que no es otra charanga que la Aragón, no solo por el repertorio, sino por el color de las cuerdas, la entonación de las voces, el empaque del sustrato rítmico y el equilibrio del conjunto.

Aunque ha marchado a tono con los tiempos, y ciertas ventajas tecnológicas han reforzado la proyección instrumental, la esencia del sonido ha permanecido inalterable desde que el binomio Lay-Egües consolidó el perfil de la agrupación en el ámbito nacional, a partir de 1953 con la grabación para la RCA Víctor de Mambo inspiración, El agua de Clavelito, Mentiras criollas y Tres lindas cubanas, en que la pegada de la Aragón se hizo notar en cuotas inusitadas de popularidad.

Esto no quiere decir que la Aragón sea una referencia nostálgica. Cuando asume su repertorio estelar, lo hace con tal ímpetu y actualidad que da la impresión que la música que interpreta acaba de nacer. Garantía de que la agrupación está más que bien situada en la sensibilidad del siglo XXI.


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Pedro de la Hoz


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