La música nunca se detuvo–The music never stopped en su título original- es un conmovedor drama que trata, ante todo, la brecha generacional que existe entre padres e hijos. Para presentar este delicado tópico el productor Jim Kohlberg, quien tuvo su debut como director en esta película, se basó en un argumento muy peculiar:
Una llamada nocturna informa al matrimonio de Henry (J.K. Simmons) y Helen Sawyer (Cara Seymour) que su único hijo, al cual no han visto por veinte años, ha sido llevado a un hospital cercano. Con treinta y seis años de edad, Gabriel (Lou Taylor Pucci) tiene un tumor benigno que se extirpa quirúrgicamente, pero que ya ha crecido tanto que ha dañado las áreas de su cerebro, en particular su memoria reciente. Como resultado, él no recuerda las dos últimas décadas de su vida.
Ante el desespero por el desarrollo de la enfermedad de su hijo, los padres prestan atención a cada palabra que él dice. Por primera vez, lo que prima es la tolerancia y el respeto ante la persona que es el Otro, y los padres y el hijo pueden entenderse en la complejidad de sus pensamientos, cada uno perteneciente a una generación distinta.
La música nunca se detuvo está basada –libremente- en un estudio escrito por el popular neurólogo inglés Oliver Sacks, cuya descripción de casos se centra en el sentir de sus pacientes y ha propiciado películas tan reconocidas mundialmente como Temple Gardin, (año 2001), cinta que versa sobre una mujer autista especializada en el comportamiento animal y la cual fue protagonizada en el cine por la actriz norteamericana Claire Catherine Danes.
El ensayo de Oliver Sacks que inspiró La música nunca se detuvo se titula El último Hippie, nombre que se justifica porque el paciente Gabriel, al padecer de las secuelas de un tumor cerebral, se comporta como el adolescente que fue en la década de 1960, justo la época en que el movimiento hippie estaba en su máximo apogeo; una época de The Rolling Stones, The Beatles y muchos otros grupos musicales icónicos, los cuales venían aparejados con una manera romántica y esperanzadora de ver el mundo.
Todos estos ideales y conceptos impulsoras del movimiento contracultural, libertario y pacifista que fueron los hippie están presentes en la personalidad del enfermo de La música nunca se detuvo. En cada sonrisa bienintencionada de él, en cada muestra de sus valores y consignas, estos preceptos están congelados -casi literalmente-, para su paciente explicación. La música que escuchaban -rock psicodélico, groove y folk contestatario-, la revolución sexual o amor libre en los que creían, son vueltos a poner en la palestra. En esta ocasión, sopesados con los preceptos actuales, aquellos que ven a los hippies como algo pasado de moda, limitado exclusivamente a los años ´60 de los Estados Unidos.
A medida que J.K. Simmons, o sea, el padre, dialoga con su hijo, se encuentran en la película el presente que vivimos y ese pasado de hace un par de décadas. El tiempo ha transcurrido… con ciertos bien marcados atisbos de nostalgia se le da ahora la razón en esta cinta a aquellos jóvenes de pelo largo, antibelicistas, que rechazaban el consumismo y que intentaban rebelarse contra la homogeneidad de conceptos ofrecidos por la Sociedad.
Y aunque hay ciertas elipsis excesivas en el guion de La música nunca se detuvo, y el tiempo de ejecución de la cinta pedía una o dos tramas secundarias, la premisa de la historia y las excepcionales actuaciones son suficientes para mantener la atención: Pucci presta expresividad física atractiva para el estado mental de Gabe, que surge y se desvanece como una transmisión frágil; Simmons conmovedoramente se traslada, apenas con el pliegue de una arruga, de lo que podría haber sido un viejo cascarrabias, y renace, redimido por el amor.
La música nunca se detuvo: cinta con una excelentísima banda sonora cuyo mayor logro es mostrar el diálogo entre las dos partes antagónicas de una misma verdad.
ss
3/6/15 15:25
No he visto la película pero la crítica me compulsa a hacerlo. Parece una recreación en una sui géneris máquina del tiempo de una época cuando los jóvenes en Occidente intentaron tomar las riendas de su mundo cambiando lo que debía ser cambiado. Muy gráfica la periodista. Gracias!
tito
3/6/15 12:12
Debe estar buena! Gracias por esta critica
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