Magical Girl, el segundo largometraje de Carlos Vermut, tributa sin reparos al clásico del cine español El extraño viaje (Fernando Fernán Gómez, 1964) y se inserta en la poética perversa de algunos trabajos del japonés Sion Sono —autor de Cold Fish (2010) y Guilty of Pleasure (2011)—, al tiempo que, a través del juego que establece entre su forma y su contenido, construye una identidad propia a partir de esa tensión entre razón e instinto, entre fachada e inconsciente.
Una niña, enferma de leucemia, sueña con un traje de “Magical girl Yukiko”. No importa demasiado qué es eso. El caso es que es algo caro y su padre está desempleado. Para darle el gusto a su nena moribunda, él saca un lado que no es nada tierno, y se contrapone diametralmente a la ternura con que trata a su hija: chantajea a una mujer casada con la que tiene una noche de encuentro sexual. Para conseguir el dinero del chantaje, Bárbara Lennie, uno de los personajes femeninos más complejos del cine reciente, vende su cuerpo… hasta los más feroces niveles de sadismo que cada cual pueda imaginar.
Pero, en realidad, Magical Girl es mucho más que su argumento. Es un laberinto de miradas, instintos no satisfechos y pasiones por resolver que coloca la labor del cineasta muy cerca de la de inventor de universos. Es lo que muestra y lo que sugiere, lo evidente y la elipsis, lo que dicen y callan los personajes. Es la perversión, el tono enfermizo, el sentido del humor entre surrealista y cruel, las situaciones imprevisibles. Es la una mirada aséptica, de frialdad casi kubrickiana, conque el director español Carlos Vermut dispone un laberinto, sin centro, en cuyo interior podemos observar la vulnerabilidad y la caída de sus personajes.
Carlos Vermut posee intenciones bien marcadas, específicas, con Magical Girl. Pero no son fáciles de ver. Eso sí, son tan raras como inquietantes. Los silencios y las miradas de los atormentados personajes dan miedo, ¿y cómo puede José Sacristán (Damián) infringir temor con su silencio? Este actor español, de más de siete décadas, maneja unos registros histriónicos de tal altura, que, de la mano de un esquema formal tan intencionadamente aséptico como riguroso (entre la comedia amarga, el thriller y el cuento de terror: en Magical Girl el pánico es tangible), consigue que el espectador presencie el instante preciso en el que todo se viene abajo.
Hay en Magical Girl un extraño desapego de Carlos Vermut hacia el interior de sus personajes, pues nos los muestra —aún con toda su complejidad— diseccionados como insectos sobre la mesa de un especialista en zootomía, pero, al mismo tiempo, nos los hace cercanos, —¿comprensibles en su sordidez?—, como si los quisiera encuadrar en un ambiente sucio, agresivo, de mundo en crisis, de actualidad perversa, de desesperación justificada.
Magical Girles, al mismo tiempo, una película que no elude lo peor, lo más oscuro, pero también hace una profunda elipsis en las partes más perversas de los seres humanos. Y esto quizás acreciente el miedo que provoca el filme. Porque lo que no se ve se puede imaginar aún más grotesco.
Los personajes de Magical Girl se hacen, sin excepción, daño los unos a los otros. Son torpes, imperfectos, y juegan con el mundo y con sí mismos con la precariedad de intención o razonamiento con que desean un vestido de una diseñadora famosa. Pero, ojo: No es que sus personajes sean inconclusos. Desde el más estricto punto de vista dramatúrgico, todos ellos están completos: tienen deseos, miedos y actúan conforme a ellos. Solo que parece que no van a ningún sitio.
Es una cinta atípica. En la caligrafía limpia, rigurosa y sin concesiones hay retazos de la cruel honestidad del cine del director y guionista Michael Haneke (La pianista, año 2001; La cinta blanca, año 2009). En la composición híbrida de géneros, hay ciertas huellas de otros lenguajes…, cierto olor a cómic.
Pero todo esto son detalles que difuminan la esencia del filme, retazos de la forma que demoran la llegada al contenido. Si es que se puede llegar a la esencia de Magical Girl. La historia de esta cinta avanza siempre por detrás de la mirada del espectador. No es lo que se ve, decíamos, sino lo que se intuye, lo que la emoción va hilando. Y en las sombras siempre se encuentra la amenaza.
Pamel
22/7/15 22:16
interesante tema, muchas ganas de verla.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.