Por: Claudia Pis Guirola
A pocos días de su estreno el pasado 11 de marzo en la plataforma Disney+, la película norteamericana de animación Turning Red, o simplemente Red (Domee Shi), suscita ya singulares posturas.
No es común que un producto de sus características —inscrito en la comedia de aventuras— produzca picores y opiniones tan radicales como la del reconocido youtuber Sean Chandler, quien lo calificó de enajenante y raro, además de asegurar que solo pudiera identificarse con él un reducido segmento de la población.
¿Por qué un hombre, de mediana edad y blanco, se sentiría así frente a una cinta cuya principal protagonista es una niña?
Sucede que la pequeña Mei Lee, de 13 años, pertenece a una tradicional familia china radicada en Canadá, donde se guarda un secreto que debe permanecer encerrado; de lo contrario, podría causar grandes estragos en su vida y en la de los demás.
Lo que en un principio fue considerado como una bendición, hoy es asumido como un inconveniente.
Cada mujer de esta familia puede convertirse en un enorme panda rojo cuando sus emociones son sacudidas, una vez que arriba a la edad en la cual deja atrás la niñez para adentrarse en la pubertad.
Sí, efectivamente, la primera menstruación, la menarquía, regla, período o cualquier otra expresión utilizada para definirla, y que en este filme, producido por los estudios de animación Pixar, ha sido representada por una amplia gama de símbolos, desde una delicada flor de pétalos rojos hasta la luna de igual color, señora del firmamento cada 28 días.
Red se atreve a mostrar, en consecuencia, paquetes de almohadillas sanitarias y una bolsa térmica de agua para aliviar los dolores menstruales, abordando por primera vez ese momento tan significativo en la vida de una mujer.
El golpetazo en la mejilla del patriarcado occidental radica en plantar semejantes objetos, tan arraigadamente vinculados a la adultez y a quasi rituales relacionados con la capacidad reproductiva que la mujer practica en la más absoluta privacidad, en una obra para el público «infantil».
Y se atreve más: osa colocar en boca de una niña de 13 años la palabra «sexy», y a reconocer que a esa edad el despertar sexual, el incipiente deseo, así como las primeras aproximaciones a la maternidad, comprendida claramente como el resultado de la unión hombre-mujer, son realidades establecidas, hasta concluir que el tránsito exitoso hacia la madurez plena pasa por su normalización.
Walt Disney Pictures nunca había ido tan lejos. Aunque se debe reconocer que el gigante fílmico ha dado pasos en dirección a la diversidad con historias ambientadas lejos de los habituales escenarios, sus intentos demasiado progresistas se ven a menudo frustrados, como cuando fue imposible abordar de manera abierta la identidad sexual de Elsa en la segunda entrega de la exitosa Frozen.
Por eso y por ese patético rubor que provoca aún el cuerpo desmitificado de una mujer en cualquier relato contrahegemónico, no le perdonan a Red contar, incluso en clave metafórica, las «cosas íntimas» de una adolescente, que en este caso tienen como telón de fondo la ciudad de Toronto, año 2002, y la exquisitamente ligera banda sonora de un cuarteto de pop.
No le perdonan —¿cómo hacerlo?— ser una película hecha para y por mujeres (dirección, guion, producción y animación), hasta convertirse en una de las más atrevidas de este siglo.
Esta película retoma el tono existencialista reflexivo con que el público pudo regodearse en Soul, aunque esta vez cargado de más peripecias espectaculares propias del género, y la candidez de cuatro niñas unidas por una entrañable amistad, a pesar de sus diferencias.
La idea de la transformación en un panda rojo, en clara alusión al color de la regla y a la naturaleza salvaje que se agazapa detrás de los cánones socialmente aceptados para el modelo femenino, coincide, en cierto sentido, con el postulado fundamental del libro Mujeres que corren con lobos.
En esa obra, la psicoanalista Clarissa Pinkola Estés plantea que «no empeñarse en seguir el propio ritmo, sentirse cohibida, estar separada de la propia revivificación, arrastrada hacia la domesticación, el intelectualismo, el trabajo o la inercia por ser este el lugar más seguro para alguien que ha perdido sus instintos» son síntomas emocionales de una ruptura con la fuerza salvaje de la psique femenina.
Y si bien es la menstruación el leitmotiv de su trama, Red profundiza en la construcción de la identidad de la mujer joven, su relación con la madre como figura represiva, el manejo de las expectativas ajenas, la búsqueda y finalmente el encuentro de la voz interior que le define como un ser independiente.
A partir de elementos comunes a más de la mitad del planeta (en respuesta a la inquietud del youtuber Chandler), la excelente animación refuerza el halo de lo místico y el misterio que habita en el mal llamado sexo débil, y constituye una ejemplar denuncia al estigma de la mancha, la vergüenza y la suciedad que deben ser guardadas en el espacio íntimo del hogar, en contraposición con el signo masculino, a quien se le ha entregado el dominio de lo público.
En consecuencia, encerrar o dejar libre a la bestia, ser o no la hija perfecta acorde a los estándares de su sobreprotectora madre, es una decisión que solo Mei Lee puede tomar.
Domee Shi, primera mujer en dirigir una película de Pixar, ya mereció el reconocimiento de la academia con un Oscar en 2008 por su corto de animación Bao, también sobre la figura de la mujer enfocada a la maternidad, y no sería de extrañarse que para ella estuvieran reservados este u otros reconocimientos a la altura por su dirección en Red.
La película se encuentra disponible para el público cubano en la plataforma Picta. No existen razones para perdérsela.
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