//

miércoles, 19 de febrero de 2025

Mirar al cine (+Infografía) (+Video)

En 1959, la creación del ICAIC marcó un punto de inflexión en el posterior desarrollo de la industria cinematográfica nacional...

Carol Cuellar Díaz , Stephany Lorente Sánchez en Exclusivo 09/02/2025
0 comentarios
Mirar al cine
Mirar al cine (Portal de Cubacine)

En aras de haberse celebrado recientemente el aniversario 65 del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), se hace necesaria una reflexión profunda sobre la historia, influencias y constante evolución del cine en la Isla.

Desde la introducción en 1897 del cinematógrafo, proceso gradual que ꟷinicialmente marcado por influencias foráneas, pero que desencadenó en la creación de un cine con identidad propiaꟷ demuestra la importancia de explorar y comprender este legado cinematográfico que se ha caracterizado por un complejo entramado de influjos.

En sus inicios, las influencias europeas y norteamericanas fueron un rasgo característico. Esta última sobre todo, acentuada tras la Primera Guerra Mundial donde se convirtió en un factor determinante debido a la cercanía geográfica y los vínculos sociopolíticos que fortalecieron la presencia del cine hollywoodense que se impuso como la industria cinematográfica dominante, relegando el desarrollo de producciones nacionales.

Sin embargo, esto no impidió la existencia de esfuerzos aislados por crear un cine cubano. En sus inicios, la producción local se circunscribía a documentales y noticiarios como reflejo de la realidad social y política del momento. Aunque estéticamente modestos, estos registros constituyen un valioso testimonio histórico que ofrecen un panorama de la vida cotidiana de la época.

La llegada de la Revolución en 1959, marcó un punto de inflexión en la producción cinematográfica cubana; significó el inicio de una política cultural que priorizaba la creación de un cine comprometido con esa nueva sociedad en formación. Esta política desembocó en la creación del ICAIC, institución líder en la promoción y el desarrollo de la renovada industria cinematográfica nacional; y que, además, impulsó la formación de nuevos talentos en este campo.

A partir de 1960 y durante una década, Cuba se convirtió en el foco de producción más interesante de toda América Latina; con un cine con un marcado carácter social y político, reflejo de las transformaciones propias del proceso revolucionario cubano. 
Durante este tiempo, toman auge renombrados directores como Tomás Gutiérrez Alea (Titón), Humberto Solás, Santiago Álvarez y Manuel Octavio Gómez, que destacaron por su capacidad para plasmar la realidad cubana con una estética innovadora y un estilo personal fuertemente representado.

Filmes como Lucía de Humberto Solás ꟷque narra tres episodios distintos del proceso revolucionario cubano visto a través de tres mujeres diferentes que coinciden llamándose como la películaꟷ y Memorias del subdesarrollo de Titón ꟷque, mediante una profunda meditación sobre la identidad, la alineación y el proceso de cambio social, transformó la forma de contar historias en el cine del continenteꟷ colocaron a las producciones cubanas en el mapa mundial del cine de autor.

Ambas películas demostraron la valía de las narrativas complejas y la experimentación formal; sus estilos y temáticas universales resonaron en la crítica y el púbico internacional trascendiendo las barreras del idioma y el contexto geopolítico. Tanto Memorias del subdesarrollo como Lucía se encuentran en estudios cinematográficos retrospectivos alrededor del mundo.

El producto del trabajo del ICAIC ha sido un cine completo que abarca todos los géneros y todas las prácticas, donde la producción documental ha sido cuantitativamente superior a la de las ficciones. El nombre de Santiago Álvarez está bien posicionado en el panteón de los documentalistas a nivel mundial; su trabajo, notable sobre todo en los años setenta, con producciones como Now, Hanoi martes 13 y Ciclón.

En el dominio de la ficción todos los géneros han sido practicados y, entre ellos, la animación es un género mayor en Cuba. Quien marca la pauta es Juan Padrón con su personaje Elpidio Valdés y su famoso largometraje Vampiros en la Habana (1985).
Consulte además Breve historia del cine cubano de animación en el ICAIC
Y, aunque de forma más circunscrita en el tiempo, también ha sido practicado el cine histórico ꟷdonde, a pesar de pertenecer al período actual, destaca el filme Inocencia (2018) del cineasta Alejandro Gilꟷ y la comedia musical, destacando aquí a Manuel Octavio Gómez con Patakín (1985) y Enrique Pineda Barnet con La bella de la Alhambra (1989).

Con antecedentes de tal calidad, las nuevas generaciones reivindican en parte las influencias recibidas de sus predecesores. Nuevas temáticas que durante mucho tiempo fueron tabú ,como el exilio, son integradas hoy en la cinematografía.

Los marginados, los excluidos que son muestra de las imperfecciones del sistema cubano o de la intolerancia de la sociedad constituyen ahora personajes recurrentes. El ICAIC dan entrada al antihéroe, peronaje al que Gutierrez Alea había abierto la vida con Sergio en Memorias de subdesarrollo, pero sobre todo con Diego en Fresa y Chocolate (1990), único filme cubano nominado a los Premios Grammy.

La contemporaneidad también ha heredado esta forma de representar las carencias características de la sociedad con famosas producciones como Habana Blues (2005) de Benito Zambrano y Conducta (2014) de Ernesto Daranas.

Durante los 65 años de existencia, el ICAIC ha conocido períodos más o menos rigurosos, y las exclusiones han empañado su imagen de instituto abierto a todos los debates. Han tenido que luchar con sus propias contradicciones, sus luchas internas y la intermitente inadecuación entre el dogma y la realidad.

Pero la historia del cine cubano se continúa escribiendo y la  transición hacia un nuevo siglo, con la apertura económica y la influencia creciente de la globalización, ha planteado interrogantes sobre la identidad y el futuro de la industria nacional. 

La necesidad de adaptarse a las nuevas tecnologías y plataformas de distribución, sin perder la esencia de su narrativa única y comprometida, se presenta como un reto crucial para el ICAIC y los cineastas cubanos en las próximas décadas. La pregunta que persiste es cómo mantener viva la llama de la innovación y la calidad cinematográfica, mientras se navega por un panorama cada vez más complejo y competitivo en el mundo del cine.


Compartir

Carol Cuellar Díaz

Estudiante de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

Stephany Lorente Sánchez

Estudiante de periodismo


Deja tu comentario

Condición de protección de datos