Según varios autores (y en este asunto existe una terrible convergencia), “los periodistas están en vías de extinción”, para utilizar el título de Ignacio Ramonet. Desde que apareció en escena la radio es una noticia que se le anuncia a la prensa escrita, pero parece que ahora el pronóstico va en serio.
Con Internet, es verdad conocida, las cosas han cambiado. Los artículos digitales no solo deben tolerar que después de su punto final aparezcan opiniones de los usuarios; sino que ahora los propios lectores tienen la posibilidad de hacerse un blog y dar a conocer sus noticias, analizarlas. Esta profesión, que solía dictar su perspectiva del mundo a un público sin voz (susurrante diríamos mejor), se siente desde fines del siglo pasado amenazada. Y con razón.
Durante estos períodos de crisis que se extienden por todo el siglo XX los periodistas han ensayado dos posiciones en relación directa con el concepto que se tiene del oficio. Una de ellas apuesta por artículos más literarios, se aviene con la perspectiva del periodista como escritor; la otra considera que el periodista debe comprender mejor el proceso de comunicación, convertirse en un “verdadero” profesional desde una “ciencia verdadera”, como la Teoría de la Comunicación o alguna otra que responda a los mismos fines.
Claro está que son dos posiciones un tanto excluyentes, porque si el periodista fuera, como se propone, un escritor no necesitaría de estudios para ejercer el oficio; si por el contrario fuera un comunicador (en el sentido profesionalizado de la palabra) necesitaría técnicas y conocimientos (no solo habilidades y trucos) para convertirse en un profesional de la prensa.
Desde hace unas décadas cada visión del periodismo ha encontrado, además, su trinchera. Las academias han terminado cediendo a la perspectiva del periodista como comunicador. Responde más bien a la necesidad de dotar a la disciplina de cierto rigor “científico” que incluso los mejores manuales del oficio no podían ni pueden ofrecerle; la Teoría de la Comunicación le ha permitido al periodismo conectarse con otras disciplinas de las Ciencias Sociales, sus problemas y progresos. La trinchera de aquellos que defienden el carácter intuitivo del periodismo han sido tradicionalmente los propios medios de comunicación.
El desenlace de estas amistosas divergencias es que cada año la academia gradúa periodistas-comunicólogos que reciben, en cuanto llegan a los medios de prensa, el consejo de olvidar todas las fantasías de la escuela y reaprender en la calle o en las redacciones el abc del oficio. Cada año los recién egresados redescubren la utilidad de asignaturas como Periodismo Impreso o Radial, oTelevisivo, a pesar de su tendencia preceptiva, manualística, pseudoteórica; y se repiensan otras disciplinas más “comunicológicas” o sociológicas como materias accesorias que contribuyen a una comprensión global de funcionamiento de la prensa, pero no están ligadas directamente al ejercicio del periodismo.
Los que apuestan por un periodismo más literario se tropiezan por otra parte con una serie de problemas teóricos... y prácticos. Bastaría con meditar lo que son los periodistas en el presente para darse cuenta de que un periodismo literario sería incluso estéticamente imposible desde la televisión o la radio. Existe periodismo televisivo que no deja duda de su naturaleza noticiosa y, en cambio, no utiliza las palabras, solo imágenes y sonidos para comunicar; igual sucede —en casos puntuales— en la radio. Los fotógrafos también hacen periodismo impreso, y se valen de otro tipo de estilo, y de una estética (el periodismo tiene una estética y esto es innegable) diferente. Si bien es difícil definir siquiera lo que es literatura (he ahí la primera simplificación de los textos sobre periodismo), puede decirse que los primeros estudios sobre el tema que se conocen dejaban claro el vínculo de esta con la realidad: la literatura no debe ser verídica sino verosímil.
El periodismo cumple una función radicalmente opuesta, pues se debe a un compromiso estrecho con la realidad que referencia. Categorías como fiabilidad o precisión, poco o nada tienen que ver con un escritor, y mucho con un reportero.
Esta definición del periodista como literato se tropieza con el inconveniente práctico de agravar aún más la crisis que pretende solucionar. Cuando se propone un periodismo más literario como arma contra aquellos otros que sin ser periodistas publican en Internet, por ejemplo, pocos logran darse cuenta de que estos también cuentan con aptitudes similares y en ellas radica su mayor efectividad.
Cuando Ignacio Ramonet hablaba de la extinción del periodismo, aclaraba: lo que sucede es que la prensa no es lo que solía ser. Él y Ryszard Kapu?ci?ski defendían el regreso a un periodismo más analítico, más investigativo, menos epitelial. Quizás allí está la salida.
No creo que el periodismo vaya a extinguirse, ni siquiera el periodismo impreso. La sociedad necesita un mediador, un profesional encargado de ponerla al tanto de lo que sucede cada día, alguien que realice el proceso de manera fiable.
(hecho noticioso —investigación— periodista —comunicación— público)
Es una de las necesidades que trae consigo la globalización: para salir a flote en estos tiempos el hombre debe ser ubicuo y la prensa le ofrece esa posibilidad.
Durante el siglo XX, ambas perspectivas del periodismo se han concentrado en la segunda etapa del proceso (periodista —comunicación— público). Incluso los entusiastas del Nuevo Periodismo lo defendieron como “más literario”.
Esperemos que la llamada extinción del periodismo sea solo un desplazamiento de interés a la primera etapa (hecho noticioso —investigación— periodista) de esa mediación. En este sentido sí tendríamos mucho que aprender los periodistas de los métodos de investigación sociológicos, y las disciplinas que tienen que ver directamente con el oficio podrían ir más allá de los trucos y habilidades.
Cruzo los dedos como buen cubano periodista marxista y supersticioso y pido a Hermes (que bien podría ser el dios de la prensa) que acabe de producirse esa extinción o mutación darwinista (como se prefiera) hacia un periodismo más investigativo y menos retórico.
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