Una de las naciones de mayor influencia en el llamado mundo árabe, Egipto, retoma el escenario de las manifestaciones y protestas públicas a la usanza de las que en febrero de 2011 terminaron con el régimen de Hosni Mubarak.
Las recurrentes demostraciones ciudadanas tuvieron como blanco la decisión unilateral del actual presidente islamista, Mohamed Morsi, de auto otorgarse plenos poderes ejecutivos en el logro de una nueva constitución nacional, que deberá ser votada en referendo este sábado 15 de diciembre.
Las marchas han estado protagonizadas en esta ocasión por sectores laicos y de varias tendencias políticas, que estiman que la disputada carta magna podría establecer en Egipto un estado de extrema raigambre islámica, a partir de la fuerza en el actual gobierno de los titulados Hermanos Musulmanes.
Se trata de una organización surgida en el país en 1928, identificada históricamente con la radical interpretación del Corán, considerada como impulsora de la Yihad o “Guerra Santa” a escala global, y ligada a la génesis de grupos inclinados incluso a la utilización de prácticas terroristas, como el caso de la propia Al Qaeda.
Y aunque algunos estudiosos aseguran que entre la década de los ochenta y los noventa del pasado siglo los Hermanos Musulmanes evolucionaron hacia una suerte de “liberalismo islámico de corte conservador” que los acerca a las clases medias e incluso les ha hecho admitir la pluralidad política, lo cierto es que entre no pocos egipcios prevalecen las reminiscencias de los actos armados de la citada hermandad desde su surgimiento, sus posiciones exaltadas, y la persecución oficial de la que fue objeto durante varios gobiernos precedentes, incluido el de Gamal Abdel Nasser, uno de los líderes del nacionalismo árabe o panarabismo.
De ahí la reticencia a toda decisión que comporte otorgar poderes especiales al actual presidente Mohamed Morsi, aún cuando este aduzca que ese paso intenta colapsar posibles maniobras de un aparato judicial aún controlado por elementos del gobierno de Mubarak que tratarían de frenar la adopción de la nueva carta magna.
Por otro lado, Morsi solicitó del ejército que asuma el control del orden público en sustitución de las fuerzas policiales, y los altos mandos llegaron incluso a suspender un posible encuentro entre sectores oficiales y opositores para intentar un arreglo de la crisis por la vía del entendimiento.
Ello volvió a calentar los ánimos entre quienes no han olvidado que, luego del derrocamiento de Hosni Mubarak, las instituciones armadas se hicieron cargo del poder y solo bajo extrema presión popular, materializada en fuertes protestas callejeras, se aceleró el proceso de convocatoria a elecciones generales que finalmente otorgó el triunfo a Morsi y a su tendencia islamista.
De manera que, tal como se evidencia, Egipto parece abocado a un panorama complejo, donde las contradicciones entre las diferentes fuerzas políticas no permiten cuajar la estabilidad nacional, y en el cual podrían reflotar también tendencias nada positivas que ciertos intereses internos y externos decidan poner en juego bajo el pretexto de caos e ingobernabilidad.
No puede pasarse por alto el papel político trascendente que Egipto ha ejercido históricamente en el contexto mesoriental, al punto de haber sido convertido por Washington en uno de los principales receptores mundiales de la ayuda militar que el Pentágono dispensa a naciones que considera “estratégicas” en el ejercicio de su política imperialista y hegemónica.
Egipto espera referendo constitucional en medio de la borrasca.
Egipto espera referendo constitucional en medio de la borrasca.
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Watson
14/12/12 17:23
Cuándo acabarán las tragedias en los paises arabes? Solo es guerra y sangre!
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