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sábado, 16 de noviembre de 2024

Amazonia: de incendios y otros “fuegos”

La mayor selva del planeta siempre ha estado en el candelero mundial...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 06/09/2019
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La Amazonia enfrenta niveles de destrucción alarmantes desde hace varios decenios

Si la más extensa floresta del mundo, con sus seis millones de kilómetros cuadrados y su biodiversidad única, siempre fue un objeto preciado desde el punto de vista ecológico, hoy, envuelta en llamas y cercada por los más disímiles intereses, resulta una suerte de pivote vital urgido de ser tratado con pinzas.

Así, las terribles noticias sobre la devastación del también llamado “pulmón del planeta” están por estos días al alcance de todos los interesados, y afectan en primera instancia a las ocho naciones sudamericanas que  se reparten la trascendental geografía.

Pero el asunto inevitablemente adquiere dimensiones globales a cuenta del significado de la Amazonia para la humanidad por sus cruciales aportes de oxígeno a la atmósfera, con más razón en tiempos de destrucción medioambiental acelerada,

Ello, sin descartar la prolongada y egoísta porfía por sus cuantiosos recursos naturales ambicionados por los grandes monopolios transnacionales, y por su privilegiada ubicación geopolítica en el Sur de nuestro hemisferio.

De manera que mientras unos se han movilizado y se movilizan en defensa de la biodiversidad amazónica, contra su depredación y para evitar la extensión de los poderes hegemonistas en la impenetrable selva, otros no tienen otra mirada que la del saqueo y la vigencia de su control absoluto en tan preciado escenario.

 Ya en las décadas de los sesenta-setenta del pasado siglo, por ejemplo, y en alianza con los regímenes militares que se sucedieron entonces en Brasil, ejecutó Washington un pormenorizado levantamiento fotográfico aéreo de la Amazonia, cuyos resultados todavía se guardan celosamente en los correspondientes archivos norteamericanos sin que ni a sola nota trascendiese hasta hoy a las autoridades oficiales del gigante sudamericano.

Por aquella época se llevó a cabo además el proyecto geopolítico de la carretera transamazónica, liderado por intereses monopolistas y militares gringos, una vía terrestre destinada a la extracción de recursos naturales y al movimiento de tropas en el corazón de América del Sur en instantes de la eclosión de movimientos guerrilleros en varias naciones de esa cuenca.

Por demás, años más tarde se pondría de moda entre algunas economías capitalistas la titulada “internacionalización” de la selva amazónica, aludiendo a la pretendida incapacidad de los gobiernos de los países que la comparten, de “administrar debidamente” sus riquezas y su potencial ecológico. La “oculta verdad” de la trama se sustentaba en el flagrante desconocimiento de la soberanía nacional vigente y la apertura sin límites de la región al desembarco de los grandes monopolios occidentales.

En lo que concierne a la otra parte del problema (la latinoamericana), ciertamente los lazos de subordinación a los poderes foráneos no han dejado de dañar la Amazonia, y determinados gobiernos, como hoy el de Jair Bolsonaro en Brasil, no han tenido a menos declararse partidarios de explotar al máximo la masa selvática en alianza con los capitales extranjeros, y en desconocer los derechos de los pueblos originarios asentados en la región.

Ello ha provocado la gran sospecha, justo por estos días, de que la cadena de incendios amazónicos puede estar relacionada con tales planes de entrega de la zona a las transnacionales, amén de que puedan existir causas menos extendidas como la pérdida de control en viejas prácticas agrícolas de eliminación de malezas, o las intensas sequías reportadas en los últimos tiempos en algunos puntos de la floresta. Ello, sin dejar de citar la “ocurrencia” de Bolsonaro, de que los fuegos han sido obra de entidades ecologistas empeñadas en sembrar el pánico sobre lo que podría significar la pérdida de la Amazonia por las dañinas decisiones y el mal manejo oficiales.

Lo cierto es que la tragedia está ahora mismo en marcha, y con incendios o sin ellos, lo real es que la Amazonia viene enfrentado niveles de destrucción alarmantes desde hace varios decenios, con la diferencia de que el asunto no se reduce a la muerte de una célula de entre las miles que conforman un individuo, sino que implica ocaso de un órgano estrictamente capital para su existencia.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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