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sábado, 16 de noviembre de 2024

¿Brexit o el desmadre?

La posible salida de Gran Bretaña del seno de la Unión Europea deriva en bronca de solar...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 14/10/2019
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Boris Johnson-Gran Bretaña-Brexi
Boris Johnson no tiene todas consigo en su propósito de separar a Gran Bretaña de la Unión Europea. (Foto: Tomada de semana.com).

La famosa decisión aprobatoria del 52 por ciento de los votantes en el referendo sobre la separación británica de la UE, viene derivando en una de las mayores trifulcas políticas en la “venerable y parsimoniosa” historia de la tierra de los Lores.

De hecho, la consumación de esa voluntad ha encontrado una miríada de controvertidos escollos entre Londres y sus socios continentales y dentro del mismísimo escenario interno británico, lo que incluso determinó la aún caliente renuncia de la primera ministra Theresa May, incapaz de lograr aparear los criterios de aquellos que abogan o no por una ruptura de lazos repentina y “dura”…y lo cierto es que su sucesor, al abrasivo Boris Johnson, no parece estarla pasando mejor.

Hasta hoy el jefe de gobierno, a quienes algunos califican por su físico y modos como “el Donald Trump de Gran Bretaña”, se definía esencialmente por aprobar la aplicación del Brexit duro el cercano 31 de octubre, aunque bajo crecientes presiones ha debido moderar su idea de largarse sin mayores tratativas adicionales con el mecanismo integrador europeo. No obstante, separarse, como ha dicho más de una vez, sigue resultándole la “fórmula maravillosa” para colocar a su país en el camino de la prosperidad y el desarrollo acelerado.

Un criterio que, para buena parte de sus opositores y de la opinión pública local es pura alharaca, toda vez que una acción abrupta en el tema del deslinde con respecto al resto del Continente proyecta más problemas y vicisitudes que alegrías.

Johnson no ha sido moroso en el intento de imponer su modelo, y de intentó poner en marcha más de un mecanismo de presión a su favor, con tales rasgos de unilateralidad y prepotencia, que ha ocasionado las iras en más de un decisivo sector oficial.

A nivel de Parlamento las discusiones han ido escalando en acritud, al punto que el jefe de gobierno decidió el cese de las labores del legislativo durante buena parte de octubre (paso que por un momento recibió la bendición de la mismísima Corona), en lo que ha sido entendido como el interés de sacarse de encima un serio obstáculo en sus planes de una despedida brusca con respecto a la UE.

Sin embargo, para sorpresa del señor Boris, mientras días atrás acudía al nuevo período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, los once jueces del Tribunal Supremo desautorizaron la clausura parlamentaria bajo el apartado de que "la decisión de aconsejar a Su Majestad de que se hiciese efectiva fue ilegal, porque tuvo el efecto de frustrar o impedir que el legislativo desempeñara su función constitucional sin una justificación razonable".

Así las cosas, y luego de un intempestivo regreso a Londres desde Nueva York, un desquiciado primer ministro desataría una de las más sonadas trifulcas que se recuerda  en la Cámara de los Comunes.

Johnson no solo increpó la decisión del máximo ente legal británico, sino que como un vulgar y prosaico alborotador retó al cuerpo legislativo a promover una moción de censura en su contra y a convocar elecciones  para cubrir el cargo que hoy ostenta.

Una notoria argucia –dijeron sus oponentes- porque ejecutar otro proceso comicial forma parte de los planes del controvertido estadista para intentar sacarse de arriba a los detractores del Brexit duro mediante un posible rechazo a esa tendencia en las urnas.

El embrollo ha llegado a tales alturas, que Johnson debió aceptar la presentación ante la UE de una nueva propuesta nacional sobre los términos de la separación, de manera de realizarla de forma no violenta.

La remisión del texto estuvo acompañada de declaraciones del primer ministro en torno a que el resto del Continente debe ser comprensivo con sus “constructivos ofrecimientos” o de lo contrario “no tendrá más remedio” que, llegado el 31 de octubre, optar por la salida más cruda. En pocas palabras, indican analistas, algo así como “la pelota está en el campo de ustedes, y serán responsables de lo que suceda”.

No obstante, hasta que se redactan estas líneas, todas las informaciones indican que las reacciones no han sido nada edificantes entre los personeros de la UE que han tenido acceso a las propuestas de Johnson.

Las mismas fuentes precisan que el criterio que hasta ahora prevalece es que el plan del primer ministro se va por las ramas y deja sin solución aspectos cruciales que sustentan los desacuerdos ya vigentes como, entre otros, el tema de la definición del tema fronterizo entre Irlanda del Norte (bajo control británico) y la República de Irlanda a la hora de ejecutar el tráfico de mercancías y los trámites aduaneros bilaterales en las nuevas condiciones impuestas por el divorcio.

El entorno inmediato, por tanto, parece seguir corroborando el punto de vista expresado semanas atrás por el  presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien responsabiliza públicamente al gobierno británico de lo que suceda en caso de que el Reino Unido abandone la alianza sin acuerdo el 31 de octubre.

Que todos recuerden, precisó Juncker, que “nosotros no inventamos el Brexit.”


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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