Un encuentro bilateral realizado días atrás en el balneario de Sochi entre los presidente Vladímir Putin, de Rusia, y Recep Tayyip Erdogan, de Turquía, parece haber modificado de forma eficaz el plan de la renovada invasión militar de Ankara a territorio sirio destinada, según se dijo, a combatir a las milicias kurdas desplegadas en la zona fronteriza común bajo el influjo de los Estados Unidos.
Turquía considera como terroristas a los destacamentos kurdos a partir de los históricos enfrentamientos con los independentistas de esa etnia en suelo otomano.
Cuando Washington, también con presencia militar ilegal en Siria, decidió reclutar milicianos kurdos en su pretendida guerra contra el Estado Islámico y en el interés de estimular el separatismo contra Damasco, el gobierno de Erdogan lo asumió como una acción hostil, y en días pasados decidió ampliar las áreas sirias bajo su control a cuenta de desalojar a los kurdos después que Donald Trump dio la espalda a sus aliados sobre el terreno y comenzó el retiro de sus efectivos de la zona de conflicto, paso duramente cuestionado por sectores políticos norteamericanos de todas las tendencias políticas.
Para los que desean el regreso total de los soldados dislocados ilegalmente en Siria sorprendió la noticia de la Casa Blanca de que han sido acantonados en Iraq, y que la Oficina Oval estudia un posible regreso a suelo sirio para “vigilar campos petroleros y apoyar la seguridad de Israel.”
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Putin acordó con Erdogán el retiro de las milicias kurdas más allá de una franja de seguridad aledaña a la frontera con Turquía, área que ya está siendo patrullada por efectivos rusos, del Ejército Nacional Sirio, y de la propia Turquía.
Además, Moscú reiteró a Ankara que nada puede perturbar la integridad territorial de Siria, tal como se estipula en los acuerdos que las tres partes han suscrito sobre el tema, y de los que también forma parte Irán.
Este paso impulsado por Moscú logra materializar además el propósito de evitar un enfrentamiento directo entre Siria y Ankara, luego que tropas de Damasco entraron en las áreas kurdas abiertas por los propios grupos armados locales abandonados a su suerte por la administración de Trump.
Por demás, y como indicaron textualmente medios de prensa y analistas, desde este instante “el equilibrio de poder en Oriente Medio ha dado un trascendente vuelco” a favor del Kremlin.
Así -prosiguen las mismas fuentes- con los soldados rusos patrullando el territorio que separa a las fuerzas turcas del ejército sirio y de las milicias kurdas en el noreste de Siria, Moscú “consolida su papel de mediador y se convierte en el agente de poder de la región.”
Otro interés manifestado por Putin en sus intercambios con su homólogo turco es que, bajo ningún concepto, la tensión en la zona noreste de Siria debe obstaculizar la primera reunión que celebrarán a finales de mes en Ginebra los miembros del Comité Constitucional de esa nación mesoriental.
El encuentro se considera un paso político trascendente para restablecer un clima interno seguro y firme en instantes en que Siria se entrega en medida creciente a las tareas de reconstrucción luego de la guerra terrorista que le fue impuesta durante casi una década por Washington, sus aliados occidentales, el sionismo y las satrapías regionales, con el concurso sobre el terreno de los extremistas islámicos que la Casa Blanca utiliza a manos llenas cuando de desestabilizar a gobiernos “desafectos” se trata.
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