Cuando apenas restaban unas pocas semanas para que entrase en funcionamiento, Washington decidió imponer sanciones a Moscú y a las empresas europeas vinculadas a la construcción de una nueva vía que remitirá anualmente a Alemania no menos de 55 mil millones de metros cúbicos de gas de procedencia rusa.
Se trata del gasoducto Nord Stream 2, que se ha estado tendiendo a través del Mar del Norte a un costo de 11 mil millones de dólares y a lo largo de mil 200 kilómetros, en paralelo con el Nord Stream que funciona desde 2011 también entre ambas naciones.
El empeño de las partes involucradas en el nuevo proyecto es precisamente elevar sustancialmente los montos de gas que ya transitan por esa ruta desde Rusia al Viejo Continente. Moscú es hoy el suministrador de 40 por ciento del volumen de ese combustible que consumen sus inmediatos vecinos occidentales.
Desde luego, para Donald Trump sus “argumentos” son ley y, por tanto, si no se obedecen, los infractores merecen un “severo castigo”.
Así, la disposición de la Casa Blanca establece “la congelación de activos y la revocación de visas para entrar en los Estados Unidos a los empresarios ligados al gasoducto”, lo que constituye una flagrante medida de alcance extraterritorial que fue rechazada de inmediato por el Kremlin, el gobierno germano, y la directiva de la Unión Europea, UE, con asiento en Bruselas.
Las reales motivaciones de la Oficina Oval no se han escondido demasiado desde la formulación del “castigo” hasta su aprobación. Trump considera que sus aliados europeos “no pueden aumentar su dependencia del gas ruso” y otorgarle al Kremlin una pretendida “arma de presión económica y política”.
En cambio, eso sí, deben sustituir los suministros procedentes del vecino gigante euroasiático por compras masivas de gas licuado estadounidense, muchas más caras si se consideran las distancias y los medios de transportación, entre otros obstáculos a salvar.
Incluso, se llegó a la mentira de asegurar que al atacar la concreción del Nord Stream 2, se solidarizaba Washington con Ucrania, por donde pasa también un importante volumen de gas ruso a Europa. Todo, cuando hace apenas unos días Moscú y Kiev ya habían establecido de conjunto las regulaciones de ese suministro a partir del inminente 2020.
Como bien dijeron medios oficiales rusos: “la ideología estadounidense que no soporta la competencia mundial. Por ese camino, pronto Estados Unidos pedirá que dejemos de respirar”.
No obstante, es evidente que ni Rusia, ni Alemania, ni los restantes países euro occidentales, están dispuestos a brindarle un buen fin de año a la prepotencia de Donald Trump, que en materia energética ya tuvo que tragarse semanas atrás la puesta en marcha de gasoducto “Fuerza de Siberia” una monumental obra energética que permitirá a Rusia remitir cada año a China 38 mil millones de metros cúbicos de gas a lo largo de un tejido de 6 000 kilómetros de tuberías.
Inaugurado con un enlace digital entre los presidentes Vladímir Putin y Xi Jinping, el gasoducto “Fuerza de Siberia” confirma además la alianza estratégica entre los dos colosos que Washington identifica como sus principales oponentes globales, entre otras cosas por su liderazgo en la concreción de un orden internacional multilateral que ya es un hecho palpable, evidente y definitivo en la devenir político de nuestros días.
Angel
24/12/19 14:51
EU se convierte en un bebé que le quitan el chupete, grita y grita, pero cada día son más los chupetes los que les quitan Rusia y China, sigue perdiendo fuerza en la economía mundial y la UE no debe pretender estar aliada con quien es su más dañino competidor ante las economías emergentes, quedando amarrada militarmente para que cumpla con su política de aislar y ser aislado y frenar lo que podría convertirse en una Europa potencialmente fortalecida sin temor con Rusia, olvidando de una vez los resagos de la guerra fría y haciendo ver a EU su propio temor "la decadencia del imperio".
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