En este año electoral, los argentinos fueron sorprendidos por el anuncio de la candidatura de Cristina Fernández como vicepresidenta del país, acompañando en la chapa a su exjefe de gabinete Alberto Fernández, un paso que aunque sea muy pronto para valorarlo en su magnitud, indica que busca la unidad de los votantes en torno a un proyecto político diferenciado del actual.
El mandatario Mauricio Macri, maltrecho en sus afanes de una reelección por su mal gobierno y una práctica negativa de la economía, ya no se enfrentará, como pensaba, a la llamada CFK —Cristina Fernández de Kirchner— sino que ahora deberá vérselas, si insiste en una nueva postulación, con el más moderado Alberto Fernández.
Aunque la mayoría de la población argentina esperaba que la ahora senadora se presentara como pretendiente de la Primera Magistratura, y aunque todo indica que ganaría con cierta holgura ante la oficialista coalición Cambiemos, la gran novedad que remeció los cimientos endebles de Macri se dio hace pocos días con el anuncio de la nueva chapa peronista.
Aún no hay información sobre qué circunstancias llevaron a CFK a escoger a Fernández como cabeza de chapa, pero la jugada está en atraer a los votantes de ambos. Es decir, los que siguen atraídos por las políticas más agresivas de Cristina, y los que prefieran la moderación de Fernández. Un dúo perfecto, dicen algunas fuentes, como Página 12, para consolidar el triunfo electoral y derrocar las pretensiones macristas.
CFK tiene vasta experiencia política. Abogada, senadora ahora, gobernó la nación argentina entre 2007 y 2015, sustituyendo en el cargo a su ya fallecido esposo Néstor Kirchner, un hombre que salvó a Argentina de la destrucción económica y el endeudamiento internacional resultante de las políticas neoliberales impulsadas por Carlos Menem, y fue, además, uno de los pilares progresistas de la integración latinoamericana.
Todavía hay que evaluar con mesura la nueva opción política de cara a los comicios de octubre próximo, pero a no ser que surja algún imprevisto, los Fernández —como ya les llaman sus seguidores— parecen ser un dúo imbatible en las urnas.
Más que una fórmula, y más que las simpatías por uno u otro candidato, lo que a estas alturas sí queda claro es que lo que más importa a la población argentina es el programa de gobierno que deberán presentar en las próximos meses, una vez que comience la campaña electoral.
Para el analista argentino Atilio Borón, los binomios que se presenten, y en especial el de los Fernández, tienen que transmitir sus prioridades y definir cómo concretamente harán para alcanzarlas, sin vaguedades y con precisión.
Continúa Borón en artículo publicado en Cubadebate: “Y así con cada una de las principales medidas que deberá tomar un gobierno que, independientemente de la mayor o menor mesura de sus declaraciones y de sus inclinaciones prácticas, deberá ser de salvación nacional, de reconstrucción de un país devastado por una banda de saqueadores locales con la inestimable ayuda de los delincuentes de cuello blanco anidados en Washington y Nueva York (…) que han cedido por completo el control de las decisiones económicas al Fondo Monetario Internacional y a la gran banca, todo lo cual ha desangrado financieramente a la Argentina”.
La nación suramericana, en un tiempo llamada “El granero de América”, posee un vertebrado sistema de movilización popular, evidenciado por el actual gobierno, que ha sido zarandeado de continuo por las organizaciones sindicales y sociales, dada la pobreza en que ha dejado a miles de familias el resurgimiento del neoliberalismo con Macri, en especial los sectores más vulnerables.
Esta administración, incapaz de controlar la economía, a pesar de la letal inyección de dinero otorgado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) de 56 000 millones de dólares, subió los precios de los servicios públicos en casi el 75 %, no controla la inflación ni el precio del dólar y las prometidas inversiones foráneas devinieron un sueño.
La entrada por lo grande de nuevo de CFK en la política, quien acapara un alto número de votos al igual que Fernández, puede recibir tibias críticas —por ejemplo, si su compañero de fórmula podría ser otra persona—, pero solo dentro de cuatro meses tendremos una respuesta definitiva. Muchos periodistas argentinos y foráneos dan como segura la victoria del binomio, sin embargo, hay un período crucial por delante en que los partidos deberán definir sus candidatos en comicios internos y ahí sabrá a qué se enfrentará la dupla peronista.
Resulta vital una campaña con una ingeniería impecable. Hay ejemplos recientes en que individuos poco inteligentes, ultraderechistas y con pésimos antecedentes han ganado las elecciones presidenciales. Ejemplos de ello son Donald Trump, en Estados Unidos, y Jair Bolsonaro, en Brasil. El llamado gurú de la campaña de Trump, Steve Bannon, también jugó en Brasil un papel decisivo para situar a Jair Bolsonaro en el Palacio de Planalto. Bannon, un experto en el estudio de las voluntades públicas, sabe manejar a la perfección un aparato mediático que supera el mensaje de cualquier promesa de campaña o valores políticos.
La fórmula CFK-AF tiene por necesidad de la época que apoyarse en las nuevas tecnologías de las comunicaciones (que influyeron de manera decisiva en la masa de votantes brasileños y estadounidenses), que experimentan con la voluntad de las poblaciones, como alertó Noam Chomsky hace décadas.
Tales ensayos, basados en el avance de las tecnologías —como responde, por ejemplo, el comportamiento humano ante campañas para vender productos de uso personal— son aplicados para favorecer a determinados candidatos, a quienes proponen como las mejores opciones.
Hasta ahora, las técnicas empleadas en Argentina en los comicios pertenecen a otras etapas históricas. La maquinaria neofascista instalada en América Latina, aunque no controla todos los gobiernos de la región, funciona como un reloj para evitar que líderes progresistas asuman las administraciones públicas.
Bolsonaro, por ejemplo, basó su campaña en un torbellino de noticias mentirosas que apuntaban contra el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, condenado a 12 años de prisión en un juicio organizado por el ejecutivo de Michel Temer con la decisiva participación del sistema judicial.
Argentina, hasta ahora, solo emplea normas tradicionales en defensa de sus políticos, lo que resulta obsoleto en las actuales circunstancias de confrontación ideológica a nivel internacional.
El poder de las redes digitales es tal que puede cambiar la opinión del electorado a favor o en contra de determinados políticos. Las mentiras de los medios de comunicación que 20 años atrás solo llegaban a un determinado grupo de lectores fueron sustituidas por plataformas tecnológicas que en segundos pueden destruir la imagen de una persona.
No sería extraño, entonces, que Trump, a quien le interesa mantener a Argentina bajo su dominio y el de los grandes capitales estadounidenses, contratara a Bannon para que mueva los hilos de la campaña neofascista que permita a Macri continuar en la Casa Rosada, aunque acá existe una población con mayor conciencia y que está sufriendo en carne propia las erróneas políticas capitalistas del exgobernador de Buenos Aires.
Es imprescindible, según las actuales condiciones, que los candidatos a la presidencia argentina utilicen el arsenal que brindan las nuevas tecnologías de la información para contrarrestar los ataques que mantienen contra Cristina Fernández para tratar de evitar que su anunciada candidatura se haga realidad. Esta hábil política ha dado en las últimas semanas muestras de que con tecnología o no, será capaz de dar batalla.
Aunque está siendo juzgada por supuestos actos de corrupción en su gobierno, que posiblemente sean anulados, pues forman parte de un andamiaje falsificado en su contra por el gobierno macrista, presentó en la reciente Feria del Libro de Buenos Aires su libro Sinceramente, en el que se presenta ante su pueblo, con sus virtudes y defectos, sus felicidades y dolores, su actuación política en ocho años de gobierno. Ella expone, el pueblo juzga.
Cristina movió sus fichas, y también mostró sus razones en la sede nacional del Partido Justicialista (peronista), un lugar que no visitaba desde hace varios años. La exmandataria volvió invitada por el presidente del partido, José Luis Gioja, y reveló sus intenciones sobre un nuevo acuerdo de “Contrato Social de Responsabilidad Ciudadana”, en aras de armar un frente común que integre varias fuerzas políticas y garantice la victoria en octubre.
La realidad indica que se acerca el fin del macrismo de manera inexorable, mientras el movimiento kirchnerista sigue ganando terreno mediante la unión de distintas fuerzas que le impulsarán en los próximos meses. El reacomodo político del peronismo es una urgencia y una necesidad.
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