Insistiendo en que las patadas dan más que el entendimiento, sobre todo en el trato con las “naciones fallidas” del Sur del Hemisferio, el presidente norteamericano acaba de amenazar a México con elevar los costos impositivos a sus mercancías importadas por los Estados Unidos si el vecino de habla hispana no detiene la “ola migratoria” en la frontera común.
Desde luego, para nada resulta extraña esta forma de “congeniar” con América Latina y el Caribe en un personaje egoísta, egocéntrico y engreído como el jefe de la Casa Blanca, cultor de una visión acendradamente hegemonista con relación al resto del orbe.
Al fin y al cabo, se dirán Trump y los integrantes de su piquete de relaciones externas, se trata de una nación de seres débiles, tarados, dados a la superficialidad y la modorra, y en todo caso “pintorescos” con sus sombreros de grandes alas, sus mariachis y su olorosa cocina bien cargada de colores y picante.
Los mismos a los que los valerosos “colonos anglosajones” les arrebataron Texas, y las “hidalgas” tropas de la Unión les arrancaron la mitad del territorio nacional en “victoriosas campañas” durante el siglo XIX, para expandir la soberanía gringa hasta la costa suroeste del Pacífico.
Territorio además (el mexicano), “culpable” de la llegada a suelo gringo de cuantiosos cargamentos de drogas (no importa que la primera potencia capitalista sea el mayor consumidor de tóxicos del planeta), y emisor y tránsito de millones de inmigrantes negados a morirse de necesidad en países ordenados económica y políticamente por los históricos y asimétricos dictados de Washington y su capitalismo trasnacional.
Y es justo este último aspecto el generador de las sanciones aduanales que ahora impulsa el mandatario, para el cual su chovinista y aislacionista consigna de “los Estados Unidos primero” resulta eje de sus decisiones y actos.
México, por tanto, “es culpable” de la ola migratoria que en los últimos tiempos se mueve a lo largo de la frontera sur estadounidense, y si no “asume sus responsabilidades” debe afrontar las correspondientes represalias de un vecino pundonoroso y celoso en aquello de hacer “respetar la ley”.
Así las cosas, Trump ha dispuesto progresivos incrementos arancelarios de entre cinco y veinticinco por ciento a los rubros mexicanos importados al vecino del Norte, con un rango de aplicación creciente en la misma medida en que el gobierno azteca no reprima debidamente a quienes se acerquen a la divisoria con la intención de pasar al otro lado.
Así de simple y radical, porque el presidente es “el primer soldado” en la defensa de la seguridad nacional, perturbada por aquellos que, no obstante, tradicionalmente han sido recibidos para ocuparse en masa de los empleos que resultan “denigrantes” para los pulcros y estilizados estadounidenses.
Es, sin dudas, el uso irresponsable y oportunista de la presión comercial, reavivada a apenas horas de la no menos ladina decisión de suspender, este concluido mayo, el aumento en 25 por ciento de los aranceles que aplicó en 2018 a las importaciones de acero y aluminio desde México y Canadá.
Una “concesión”, esta última, destinada a intentar contrarrestar los nocivos efectos sobre la economía gringa de la ácida guerra económica desatada contra China, el principal proveedor de mercaderías con destino a USA.
Para analistas norteamericanos presionar a México no traerá ni mucho menos buenos dividendos. Esta medida, por ejemplo, atenta contra la aprobación y puesta en marcha del nuevo acuerdo comercial tripartido entre Washington, Canadá y México, sustituto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte que no complacía a Trump, a la vez que apunta a hacer más compleja la llegada a los Estados Unidos de artículos mexicanos, esencialmente de sus elevadas y esenciales remisiones de alimentos.
Mientras, el nuevo gobierno mexicano, presidido por Andrés Manuel López Obrador, advirtió a la Casa Blanca que las sanciones y presiones no son las vías para resolver diferendos entre vecinos, defendió la postura mexicana frente al espinoso tema migratorio, aseguró que su país cumple rigurosamente las leyes internacionales en ese sentido, y calificó textualmente de falacia “el lema Estados Unidos primero, porque hasta el fin de los tiempos, incluso, por encima de las fronteras nacionales, prevalecerán la justicia y la fraternidad universales”.
Por su parte, en su cuenta digital, el mandatario cubano Miguel Díaz-Canel se solidarizó “con la hermana nación de México, ante la aplicación de medidas coercitivas, discriminatorias y arbitrarias por los Estados Unidos” y reafirmó “la amistad y apoyo de los cubanos” al pueblo azteca.
“De América somos hijos y a ella nos debemos”, concluyó el jefe de Estado.
Nos solidarizamos con la hermana nación de #Méjico, ante la aplicación de medidas coercitivas, discriminatorias y arbitrarias por parte de #EEUU. Nuestra amistad y apoyo. De América somos hijos y a ella nos debemos. #SomosCuba #SomosContinuidad pic.twitter.com/Ny1eBOd8bv
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) 31 de mayo de 2019
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