Llegada al estrellato de la dirigencia británica casi tres años atrás y con el plan de aplicar una rápida salida del país de la Unión Europea (UE), luego del referendo que favoreció esa tendencia en 2016, Theresa May ve esfumarse su mandato como Primera Ministra, precisamente por los escollos vigentes alrededor de cómo aplicar o no semejante medida.
Así, la titular debió comunicar a los británicos que saldrá del liderazgo del Partido Conservador el cercano siete de junio, y permanecerá como jefa interina de gobierno hasta que se decida quien la reemplazará en el cargo.
El titulado Brexit, el factor determinante sin dudas en el descalabro de la primera ministra, debió materializarse con el abandono británico de la UE el pasado 29 de marzo, pero ninguna de las propuestas oficiales sobre las vías de realización de esa empresa encontraron el apoyo suficiente en el parlamento local.
Según analistas, se trata de un asunto sumamente controvertido, toda vez que ningún sector político nacional tiene claro predominio en torno a la modalidad de divorcio con respecto al aparato comunitario, por lo tanto el proceso virtualmente permanece estancado.
Por demás, vale recordar que el apoyo original al Brexit fue de menos de 52 por ciento de los que asistieron al referendo convocado tres años atrás, y que de entonces a acá han aparecido múltiples aristas e inconvenientes como los relacionados con la situación de Irlanda (miembro activo de la UE) en sus futuros intercambios con una geográficamente inmediata Gran Bretaña desligada del acuerdo regional, o las aspiraciones separatistas en Escocia, una región del Reino Unido donde muchos temen serios daños económicos derivados del desligue con respecto al resto del Viejo Continente.
Por lo pronto, fuentes oficiales británicas indican que el sustituto de la May podría ser designado en julio cercano, aun cuando el huraco ya está hecho.
Así, en las muy recientes elecciones para el Parlamento Europeo, los conservadores retrocedieron sensiblemente, mientras que otras opciones no tradicionales avanzaron con fuerza, entre ellas Verdes y Liberales, que impulsan la idea de una nueva consulta nacional para revertir el Brexit aprobado en 2016, o el caso del ultranacionalista Nigel Farage, apegado a la opción de una la salida sin acuerdo de la Unión Europea.
Y allende los mares, otros meten las narices en el complicado potaje británico, y no precisamente con ánimos solidarios.
Se trata del “experimentado e ilustrado” presidente gringo, Donald Trump, quien a tono con el panorama en uno de sus aliados claves, ha optado por aconsejarle que “rompa de una vez con la UE” y ni siquiera cumpla su obligación de pagarle al organismo comunitario su cuota nacional de 50 mil millones de dólares correspondiente al presupuesto plurianual europeo vigente desde 2014 y con cierre en 2020.
Acostumbrado a hacer “lo que le venga en ganas”, elogió
Trump al “devoto” Nigel Farage, para quien reclamó incluso su inclusión en las tratativas con la Unión Europea, y precisó que “nadie está obligado a perder el tiempo negociando”.
“Si no consigues el trato que quieres -aconsejó Donald- entonces te marchas…y no pagaría tampoco el costo del divorcio”
Para el presidente de los norteamericanos, Farage sería “el perfecto sucesor” de Theresa May.
Lógica conclusión de quien aplaude el extremismo como “factor político” y que además festejaría ruidoso el descalabro de la Unión Europea, a tono con su congénito rechazo a dialogar con los bloques y por tanto privilegiar la fórmula de poder presionar individualmente-uno por uno- a sus interlocutores.
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