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lunes, 18 de noviembre de 2024

Del mal deseo a la realidad

Washington sigue acariciando un imposible regional...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 10/04/2019
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Helicoptero Ruso
Sobre el uso de los sistemas defensivos suministrados por Moscú a Venezuela.

Pues todo lo confirma. El presidente Donald Trump y sus más allegados colaboradores siguen creídos de la vieja historieta que define a los Estados Unidos como el país cabecera del orbe e instituye a su raza anglosajona depositaria de las virtudes y la ética ausentes entre todos los que restamos en el mundo.

Así de concluyente, sencillo, “verdadero” e inspirador. Porque son ellos, los que hoy se pasean por la  Casa Blanca, los jefes de una sociedad llamada a regir el orbe y decidir por nosotros, los inútiles y subnormales de allende los mares.

Recordar que sus enseñanzas son proverbiales. A través de la “blanca” práctica de pagar a los colonizadores del Oeste por cada cuero cabelludo indígena o cada escroto originario convertido en bolsa para picadura de tabaco, aquellas tribus de “pieles rojas” que respondieron con la misma moneda a sus asesinos, dieron pie para que hasta Hollywood les exhibiera siglos después como netos “incivilizados, salvajes y sanguinarios”.

Fueron además los valientes de tez clara los mutiladores de los “negros revoltosos” que traídos desde Africa a las plantaciones sureñas como esclavos, se atrevían a desobedecer o a escapar de sus amos.

Es por demás el país de los chicos “arrojados y bravos” que despojaron territorialmente a México, y ocuparon o se anexaron los despojos del espacio colonial español.

 Los “muchachos avispados” que compraron a Francia la Louisiana, Alaska a Rusia, y un rosario de islas caribeñas a Dinamarca, y que con la forzada separación de Panamá, hasta entonces parte de Colombia, sacaron a Londres y París del viejo plan de construir un canal interoceánico por el istmo centroamericano, entre otros buenos “negocios.”

 Esa “noble raza” que ha sido la pionera en el uso del arma atómica contra ciudades indefensas (Hiroshima y Nagasaki, en Japón), que  atacó a Corea del Norte en la década del cincuenta del pasado siglo, y que fue a defender  su “seguridad nacional” en un Viet Nam ubicado a miles de kilómetros de un gigante que finalmente tuvo que recoger sus bártulos y salir a la desbandada de Indochina.

El Washington que ha intentado remodelar a sangre y fuego al Oriente Medio y Asia Central bajo la consigna de luchar contra el terrorismo, que bloquea a Cuba desde hace seis décadas, y que hoy ha decidido por propia cuenta que Venezuela debe dejar de ser chavista en un Hemisferio que vuelve a reclamar como suyo agitando la absurda y estrujada Doctrina Monroe.

De ahí todo el alboroto político y mediático que en estos días se ha generado con la llegada a Caracas, pública y abiertamente, de asesores militares rusos como parte de los soberanos convenios castrenses vigentes entre Miraflores y el Kremlin, y cuya tarea esencial es entrenar a las Fuerzas Armadas Bolivarianas en el uso de los sistemas defensivos suministrados por Moscú a Venezuela.

Para el equipo Trump, que ya ha vivido el amargo trago de la exitosa presencia bélica rusa en Siria junto a Irán y el Hizbolá libanés en apoyo a Damasco contra los terroristas del Estado Islámico, Al Qaeda y la injerencia gringa y de sus socios occidentales, resulta poco menos que una herejía que en medio de una ofensiva generalizada contra Caracas aparezcan en el escenario local tales asesores, amparados en la decisión legítima e independiente de los gobiernos que encabezan Nicolás Maduro y Vladimir Putin.

Para el irascible Donald Trump, el genízaro John Bolton y el rufián Elliot Abrams, “Rusia tiene que irse de Venezuela” porque representa “una amenaza al resto del Hemisferio”, de manera que si no acoge semejante advertencia “pagará un precio”…entre otros, según el propio presidente, el enfrentar “todas las opciones” que –como repite hasta el  cansancio- están sobre la mesa gringa” en el caso del cerco agresivo contra la Revolución Bolivariana.

No obstante, y a la luz de una nueva realidad global que nunca van a entender a cuenta de  su miope prepotencia, lo cierto es que, como indican no pocos analistas, para el grupo aposentado en la Casa Blanca solo va quedando la opción de gritar en medio del festival de manías gestuales del que irrevocablemente, y sobre todo en casos tan sonados como este, suele hacer gala el alucinado presidente número cuarenta y cinco de los Estados Unidos de América.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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