Hace 22 años, mediante un acuerdo con Gran Bretaña, retomó China la soberanía sobre el enclave de Hong Kong, una península montañosa del sureste del gigante asiático, a la que se suman 235 islas aledañas, todo ocupado y administrado por Londres desde el pasado siglo XIX.
La “vuelta a la patria” se realizó mediante la conocida fórmula unitaria de Beijing de “un país, dos sistemas”, que ha permitido la coexistencia en esa ex colonia de la política nacional china junto al modelo capitalista vigente durante el dominio foráneo, así como de un importante grado de autonomía local.
Así, según apunta la analista Carmen Parejo en la página digital Insurgente, la estratificación social ha predominado con fuerza en Hong Kong, de manera que un grupo de grandes pudientes controla casi toda la actividad económica y la riqueza territorial, en tanto casi 15 por ciento de la población local (más de un millón de habitantes) vive en la pobreza.
China incluso –subraya la especialista- invierte fuertes sumas en asistencia social, al punto que los montos por ese concepto remitidos a Hong Kong solo están por debajo del cuantioso presupuesto nacional dedicado a la educación.
Con todo, esa porción geográfica no ha estado exenta de episodios de corrupción y asociados incluso a otros desmanes como el lavado de dinero, a partir precisamente de un status especial que ha respetado los lazos de ciertos grupos locales con intereses extranjeros, especialmente británicos y norteamericanos.
Y aunque en materia de combate criminal, Hong Kong mantiene acuerdos de extradición con unas veinte naciones, la propuesta de sus autoridades locales de suscribirlos con China ha hecho del presunto rechazo a esa disposición el pretexto para alebrestar a los segmentos plegados a la vieja metrópoli y a Washington en el interés de intentar eliminar el control del gigante asiático sobre la ex colonia.
En consecuencia, desde hace semanas llegan informes de prensa de manifestaciones “patrióticas” que, banderas gringas y británicas en mano, se reúnen sistemáticamente con diplomáticos y enviados norteamericanos, han intentado la toma del Parlamento, de aeropuertos y de centros policiales, y hacen llamados a sus “amigos extranjeros” para poner fin al “imperio de China sobre Hong Kong.”
La tan “fervorosa prueba de civismo” es a tal punto ponderada por los círculos estadounidenses de poder, que hace apenas unos días personajes presuntamente tan equidistantes como la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, y el recalcitrante, oportunista e histérico senador republicano Marco Rubio, solicitaron a una voz del presidente Donald Trump que adoptara “medidas drásticas” contra Beijing “por la forma en que encara la situación en Hong Kong.”
Para el gobierno chino, mientras tanto, todo está claro. Resulta evidente que se está intentado gestar una “historieta separatista” a cuenta de la “rebeldía popular” contra los lazos entre China y Hong Kong, una asonada que está destinada al fracaso porque el gigante asiático nunca permitirá la fragmentación del territorio nacional ni la injerencia en sus asuntos internos…así de directo y contundente.
Y si alguien duda de la legitimidad de esa posición, que se pregunte cómo reaccionarían Washington o Londres si en alguno de sus respectivos condados, personajes foráneos y grupos de desafectos nativos promovieran el desorden y la violencia con miras al desgajamiento político y territorial.
Ray
21/8/19 11:53
La ley presentada por el Gobierno de Hong Kong no era un acuedo de extradición con China sino una ley delegando en la RPC el juzgamiento de una série de delitos, fue por eso que se iniciaron las protestas, y parece que tenían fundamento porque el Gobierno de Hong Kong retiro la ley del parlamento local. Valga la aclaración.
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