Luego de subir en veinticinco por ciento los aranceles a la lluvia de artículos chinos que importan los Estados Unidos, y que de hecho sostienen la variedad y cantidad del mercado interno local, el presidente Donald Trump decidió “sancionar” (según una de sus más extendidas costumbres políticas), al gigante de las comunicaciones Huawei, porque, según su punto de vista, “roba tecnología y facilita labores de espionaje“ contra la primera potencia capitalista.
Eso dice, repite y santifica él como presunto “primer guardián” de la seguridad nacional, aunque está claro que la ojeriza contra la trascendente empresa china, líder en la recién estrenada modalidad 5G en materia de comunicación digital de punta, tiene para Washington mucho más de pica pica hegemonista que de zozobra tecnológica y “amor propio” herido, aun cuando ahora apresure y demande a los consorcios gringos para desarrollar a la mayor brevedad la tecnología 6G, a juzgar por uno de sus más recientes mensajes en Twitter.
Las mentiras y represalias contra la Huawei, por tanto, deben ser percibidas como uno de los episodios que conforman la estrategia oficial norteamericana de boicotear el avance integral de China, demonizarla como “usurpadora” de patentes y de inteligencias ajenas (las presuntamente gringas, por supuesto), taimada y tramposa negociadora, y empeñada en transformarse además en un poder militar expansionista que ponga en riesgo la estabilidad, integridad y soberanía de otros países. ¡Como para creerle a una administración tan “noble, justa y decente” como la de Trump!
Y si bien algunas empresas y autoridades extranjeras, haciendo gala de puro oportunismo, han secundado las restricciones de Washington contra Huawei, tanto el gobierno chino como los propios directivos de ese complejo de las telecomunicaciones advirtieron que no aceptarán impasibles las violaciones al libre comercio y a las relaciones económicas globales que las decisiones gringas comportan, al tiempo que aseguraron contar con alternativas para proteger a la citada compañia y a los intereses nacionales del gigante asiático. En pocas palabras, que si no hay oídos a las reiteradas propuestas de dialogo de Beijing, sí existe un arsenal de merecidas y simétricas respuestas.
Mientras, los contrasentidos Made in Trump siguen su curso. El presidente se propone, por ejemplo, deshacerse de los equipos de la Huawei, y no pocos se preguntan cómo. ¿Acaso importará tecnología menos avanzada para sustituirlos, o esperará a ver si la industria nacional puede acercarse en calidad y eficiencia a los productos de la empresa china en cuestión? ¿Estarán dispuestos los norteamericanos a privarse de medios computarizados o celulares de última generación porque el presidente lo dice?
En todo caso asistimos a una sumatoria de innconvenientes que se unen a los urgentes llamados que sectores comerciales y financieros de los Estados Unidos ya están acumulando a raíz de la subida de arenceles a las mercaderías del gigante asiático, indispensables en el consumo interno nacional, o ante el cese de la compra por China de rubros norteamericanos como cereales o carnes provenientes justamente de productores agrícolas que forman parte de la base electoral del inquilino de la Oficina Oval.
Lo cierto es que los Estados Unidos ha concentrado su economía en tres pilares esenciales: los sectores militar, financiero y de servicios...lo demás (literalmente casi todo) es importado...desde China...y si se paga más por acceder al país, lógicamente los precios al consumidor se van al alza.
El asunto es tan serio en materia de dependencia que, por ejemplo, setenta y dos por ciento del calzado y setenta por ciento de las bicicletas y sus aditamentos que se venden en USA son de factura china, y los negocios que viven de su comercialización ya objetaron públicamente las medidas arancelarias del presidente.
En pocas palabras, hablamos de un surtido descomunal que va desde TV, teléfonos digitales, reproductores, bocinas o todo tipo de herramientas, hasta vestuario, relojes, papel de colores, lápices, cepillos dentales, enseres caseros, y las infaltables banderitas de las barras y las estrellas que suelen adornar miles de casas y jardines.
Pero el empresario-presidente afirma que se las sabe todas, que las cosas van viento en popa, y que apalear es la mejor manera de hacer ceder, aun cuando muchos dentro y fuera piensan que muchas veces no tiene ni la menor noción de lo que realmente dice y manda a ejecutar.
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