No es que existiesen antecedentes de magníficas relaciones comerciales bilaterales en los últimos tiempos ni mucho menos.
En todo caso estamos hablando de otro episodio en la prolongación por el planeta del gusto confeso de Donald Trump de utilizar la elevación de impuestos a las mercancías llegadas a los Estados Unidos desde el exterior, como pretendida “defensa” ante la incapacidad de la industria nacional de satisfacer la avidez de consumo sin límites que constituye uno de los “pilares” del modo de vida en la nación de los “bravos, los valientes, y los justos”.
De manera que a la reciente bronca arancelaria con Beijing, México, Canadá y buena parte de la Unión Europea, y la constante rueda de sanciones contra otro montón de actores globales, la Casa Blanca acaba de añadir la explosión de una disputa hasta ahora en un perfil más o menos bajo, esta vez con la India, país emergente integrante junto a Rusia, China, Brasil y Sudáfrica del titulado Grupo BRICS.
Así, al cierre de mayo último, el señor presidente de los norteamericanos informó de su decisión de poner fin a partir del 5 de este junio “a las ventajas comerciales concedidas a importaciones procedentes de la India.”
Hasta ese instante Nueva Delhi disfrutaba de aranceles nulos por 5 600 millones de dólares en sus exportaciones a los Estados Unidos. Medios de prensa dijeron entonces que “retirar a India del Sistema Generalizado de Preferencias destinado a ayudar a las economías en desarrollo, y que ha estado en vigor desde la década de 1970, sería la acción punitiva más fuerte contra ese país asiático desde que el presidente Donald Trump asumió el poder en 2017.”
Repetimos, no era un asunto nuevo, pero sí una escalada a fondo. Lo cierto es que los desencuentros y la hostilidad Made in USA venían ya desde mediados de 2018, cuando la Oficina Oval instauró un alza de aranceles entre 10 y 25 % a la entrada de aluminio y acero desde la India, lo que supuso gastos adicionales de casi 250 millones de dólares para la nación asiática.
Días más tarde, y ante la falta de compresión de la parte gringa para establecer un entendimiento, Nueva Delhi decidió elevar los aranceles entre 30 y 60 % a las exportaciones norteamericanas de al menos 29 productos, esencialmente alimentarios, entre los que se cuentan granos, frutas, y lácteos; a lo que Trump respondió con tarifas contra otras mercadería de la India, preferentemente volúmenes de textiles por valor de 70 millones de dólares.
Ahora, el disponer la exclusión hindú del Sistema Generalizado de Preferencias, parece apretada definitivamente la rosca de la tuerca con la que el magnate inmobiliario supone que obligará a un país de un mercado de 1 300 millones de habitantes a transar ante las demandas de mayor apertura a las ventas Made in USA, y a reducir el déficit comercial norteamericano con la India que el año pasado sumó 26 700 millones de dólares.
Sin embargo, la nación asiática, que ha sido paciente en sus reclamos y en el interés de zanjar el diferendo mediante negociaciones bilaterales justas, no parece estar dispuesta a admitir presiones ni chantajes, y mucho menos en un escenario internacional que confirma día a día su tinte predominantemente multilateral.
En consecuencia, desde este domingo 16 de junio, veintiocho nuevos rubros exportables norteamericanos enfrentarán adicionales gravámenes si pretenden acceder a los mercados de la India.
El alza de las tasas corresponde a rubros agrícolas que suman almendras, manzanas y nueces, renglones en que la India es de los primeros compradores mundiales en el mercado estadounidense.
Nueva Delhi fue además directo y breve en la fundamentación que acompaña a este paso según fuentes oficiales: “India, siempre defenderá sus intereses nacionales frente a acciones tan desafortunadas” como las que gusta implementar Donald Trump.
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