El presidente brasileño Jair Bolsonaro, neofascista admirador de Donald Trump, de quien imita hasta sus gestos, enfrenta a cinco meses de su asunción el auge de masivas protestas callejeras, mientras agrupaciones sindicales convocaron a una huelga general el próximo día 14 contra sus reformas neoliberales.
Bolsonaro, un exdiputado durante 28 años que jamás propuso una regulación en el Congreso Nacional, está en medio de una crisis gubernamental, que se torna también popular debido a sus ortodoxos métodos gubernamentales, en el cual une su inexperiencia política a un carácter controvertido y hostil.
Su pésima forma de gobierno le impide ahora conquistar apoyos suficientes entre los parlamentarios para impulsar las reformas neoliberales, mientras tendrá otra fuerte oposición en lo adelante en las calles, según auguran dirigentes políticos y sociales, que es donde, realmente, se ganan las peleas políticas.
El líder espiritual de 41 millones de convencidos evangelistas —los que lo empujaron hacia el Palacio del Planalto el pasado 1 de diciembre— tiene ante sí un panorama bastante complejo que al parecer supera su ignorancia política.
Sus principales banderas de gobierno —la reforma de jubilaciones y pensiones y un llamado “paquete anticrimen”— están empantanadas en el órgano legislativo, ya que este individuo, señalado como un alocado que se mueve entre la polémica y la agresión, carece de la imprescindible articulación en las cámaras, pues su base de apoyo comienza a resquebrajarse por disputas internas.
A pesar de la negativa repercusión que la actitud parlamentaria posee para sus planes neoliberales, Bolsonaro sigue adelante en medio de una economía que no mejora —a pesar de las privatizaciones de su antecesor Michel Temer— con un crecimiento previsto para este año de 1.5 %, un punto inferior a lo previsto. Para evitar gastos, anunció un recorte del 30 % del presupuesto de las universidades federales.
Ante las protestas que unieron a estudiantes y profesores en 21 ciudades de más de 272 municipios el pasado 30 de mayo, el presidente, en una de sus habituales explosiones verbales, llamó a los manifestantes “idiotas útiles”, lo cual causó un rechazo mayor contra un gobierno que muestra fragilidad y desorganización.
La realidad indica que Bolsonaro cumple lo que anunció durante su discurso de asunción, pero que mucha gente no creyó por considerarlo un disparate.
El profesor de Ciencias Políticas, Aldo Fornazieri, director de la Fundación Escuela de Sociología y Política de San Pablo, afirmó que “desde un inicio señaló que haría un gobierno de fuerte confrontación ideológica, y no de unificación nacional. Decidió gobernar para minorías radicales de extrema derecha y ha generado conflictos con el sistema político, no se empeñó en crear una mayoría parlamentaria y se enfrascó en la dicotomía entre vieja y nueva política, desgastándose todavía más. No muestra ninguna preocupación por la agenda social”.
Nadie puede sentirse sorprendido por la situación brasileña. El amigo de Trump y del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu nunca presentó un programa de gobierno durante su campaña electoral y no asistió a los debates con sus contrincantes.
Para tratar de entender por qué un individuo de estas características ascendió a la Primera Magistratura de la nación más poderosa de América Latina, Fhoutine Marie, doctora en Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, responsabilizó a los medios de comunicación. En su opinión, “al enfatizar el carácter homofóbico, misógino, racista y autoritario del candidato, fortalecieron las características que atraían a quienes lo consideraban alguien simple, que hablaba como pensaba”, según dijo al semanario uruguayo Brecha.
Marie sostuvo que “el problema es que su incapacidad y la ausencia de un proyecto político resultan una evidencia. Combatir la ¨ideología de género¨ puede reclutar seguidores en Twitter y seducir al electorado conservador, pero no es un proyecto de gobierno”.
Los problemas que ahora enfrenta Bolsonaro se vislumbraron con la composición de sus ministerios comandados por ultraliberales, militares, evangélicos fundamentalistas y jueces que proponen legalizar el exterminio y ampliar el encarcelamiento. Esos individuos, y así lo han declarado, ven al comunismo en este siglo XXI como una amenaza.
A este complejo panorama se suman escándalos de corrupción y las relaciones de sus hijos con las milicias paramilitares, lo que redunda en pérdida de apoyo popular y evidencian las fuerzas en disputa en su gabinete.
LA EDUCACIÓN FASCISTA DE BOLSONARO
El tema de la educación es difícil para el gobierno ultraderechista de Brasil. El primer ministro de Educación, el colombiano Ricardo Vélez fue separado de su cargo luego de tratar de imponer una cruzada ideológica en la que, entre otras disposiciones, los alumnos cantarían el himno nacional y luego repetirían el lema de Bolsonaro “Brasil encima de todo, Dios encima de todo”.
Vélez intentó introducir cambios en los textos escolares en los que la última dictadura militar (1976-1985) aparecía como “un régimen democrático de fuerza” una idea que recibió críticas incluso de militares cercanos al gobierno.
Salió el colombiano y entró como ministro el economista Abraham Weintraub, otro botón fascista que propuso acabar con el “marxismo cultural” en la educación. Weintraub anunció el recorte presupuestario de las universidades, alegando “bajo rendimiento” y el “relajo imperante”.
Aunque primero la medida afectaría a solo tres centros, el pasado día 30 el ministro advirtió que todas las universidades federales sufrirían la reducción.
Una medida que el estudiantado entendió como ideológica y de inmediato se organizó en protesta junto a sindicatos, partidos y movimientos populares
Con su desenfado digno de un amateur, desde Dallas, Estados Unidos, donde se encontraba, el presidente aseguró ante el anuncio de movilizaciones: “Es natural, pero la mayoría de los manifestantes son militantes. Si les preguntas la fórmula del agua, no la saben, no saben nada. Son unos idiotas útiles que están siendo utilizados como masa de maniobra de una minoría experta que compone el núcleo de las universidades federales en Brasil. Soy un enviado de Dios y merezco respeto”.
O sea, que en su mente existe el criterio de que debe salvar Brasil de cualquier tendencia progresista o socialista, empezando todo de cero con nuevas reglas de juego, razones que si bien todavía no avizoran la caída del gobierno están minando sus bases en un desgaste diario.
Para tratar de desviar la atención en medio de la crisis, dos días después de las protestas, —y de ello dan fe medios como Brasil de Fato— Bolsonaro colocó por Whatsapp una carta anónima que considera ingobernable al país, pues, siempre según la misiva, el mandatario estaba cercado e impedido de actuar por presuntas presiones de “corporaciones” no mencionadas.
Los hechos superan la inteligencia de Bolsonaro. Con un Ejecutivo donde hay tres grupos de poder —militares, fundamentalistas (el núcleo duro ideológico) y los neoliberales—, en medio de todos, quien se supone que “soltó” la carta en las redes fue el consejero Olavo de Carvalho, con gran ascendencia ideológica sobre el mandatario y sus tres hijos.
Carvalho, filósofo y astrólogo de 72 años, no forma parte del gobierno y vive en Estados Unidos, es experto en teorías conspirativas y generación de polémicas que ve el comunismo hasta en el grupo de militares insertados en distintos cargos. Incluso, es generador de diferencias con los uniformados, y en esa disputa interna el presidente escogió bando junto al “gurú” a distancia.
BRASIL EN TENSIÓN
La Reforma de la jubilación y las pensiones, el desempleo que alcanza a 13,4 millones de brasileños y la reducción del presupuesto educacional han logrado una unidad inédita en el Brasil de los últimos años.
Mientras la Corte Suprema de Brasil discute si Bolsonaro está facultado para vender grandes empresas —como la petrolera estatal Petrobrás— sin discusión en el Congreso Nacional, la UNE y grandes centrales sindicales se preparan para realizar una huelga general el próximo día 14, que moverá los cimientos del gobierno aun cuando su caída no sea una opción sobre la mesa, al menos en estos momentos.
Para el sociólogo marxista Ricardo Antunes, el gobierno brasileño es de mucha tensión y contradicción. Incluso después de las protestas de los estudiantes sacó a sus seguidores a la calle para tratar de demostrarle al Congreso que debe aprobar la reforma de jubilaciones, la que todavía no ha prosperado.
Según Antunes, la actual actuación de las oposiciones sindicales, sociales, de la juventud, las mujeres y los movimientos sociales será en función de una creciente pérdida de credibilidad de Bolsonaro y de la crisis política que es el único trazo persistente desde el 1º de enero de 2019 y que puede volver imposible la continuidad del gobierno de Bolsonaro.
Ante la prensa, el presidente nacional de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Vagner Freitas, afirmó que, “la propuesta de Bolsonaro y su ministro de Economía, Paulo Guedes, es cruel con el pueblo. Por eso la CUT con Fuerza Sindical, la Central de Trabajadores y Trabajadoras de Brasil (CTB), grandes movimientos sociales, como los Sin Tierra y los Sin Techo vamos a paralizar el país. Veremos qué piensa entonces Bolsonaro”.
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