¿Quién le diría al entonces juvenil Donald Trump que muchos años después de evadir el cumplimiento del servicio militar obligatorio pretextando un “espolón calcáreo en un calcañal”, llegaría a hacer lo que le viniese en ganas por encima de los criterios y disposiciones de los más altos mandos castrenses del país?
Y es que, de hecho, son ya unos cuantos sus desaires y desdenes al Pentágono y a su Estado Mayor como, entre otros, declarar públicamente que “él es más inteligente que todos los generales juntos”, mover unilateralmente tropas y fondos bélicos a la frontera con México para construir su famoso muro anti inmigrantes, o anunciar la salida intempestiva e inconsulta de sus fuerzas acantonadas ilegalmente en Siria y volverlas a recolocar caprichosamente días después con la tarea de “patrullar campos petrolíferos” ajenos.
En fin, un presidente que no demuestra el más mínimo respeto por los uniformados, sus disposiciones, reglamentos y procedimientos, y que hace apenas unos días volvió a hacer de las suyas al revocar las disposiciones judiciales de los “famosos y bravíos” Navy Seals en el caso de uno de sus miembros acusado de prácticas asesinas en Iraq.
Todo empezó con el juicio tiempo atrás contra el suboficial de ese cuerpo de élite Edward Gallagher, inculpado de haber matado a cuchilladas a un joven iraquí prisionero, degollarlo, y luego fotografiarse junto a la cabeza de la víctima, un poco rememorando las viejas y similares “hazañas” de algunos de sus “compañeros de armas” durante la guerra de agresión contra Viet Nam a mediados del pasado siglo.
Ya desde entonces para Trump resultó inadmisible juzgar por semejante “nimiedad”” a “Eddie”, uno de los “formidables guerreros norteamericanos de nuestro tiempo”, según sus palabras textuales, y no solo le defendió contra las imputaciones, sino que dio marcha atrás a varias decisiones judiciales y proclamó que “los combatientes estadunidenses no deberían ser limitados en zonas de conflicto por ninguna norma, incluyendo el uso de técnicas de tortura.”
Así el bendecido presidencial Gallagher, para quien algunos pidieron al menos un retiro o una baja sin honores, saldrá por la puerta ancha de su vida militar y sin siquiera ser despojado de la insignia Tridente de Oro que, según reza el reglamento, “distingue a los Navy Seals por toda la vida.”
Y en medio de este estira y encoge, el titular gringo de la Armada, Richard Spencer, fue sacado de su cargo por orden del jefe del Pentágono, Mark Esper, por haber iniciado negociones inconsultas con la Casa Blanca sobre el futuro de Gallagher.
Simultáneamente al caso del Navy Seals, el presidente quien acaba de informar que estudia una ley para convertir en terroristas “útiles” a los narcotraficantes que operan en la frontera con México, también había metido la mano en el desenlace de otro proceso judicial, al conceder indulto inmediato al ex teniente primero Clint Lorance, condenado por ordenar el ametrallamiento de dos ciudadanos afganos, y al comandante Mathew Golsteyn, acusado de matar a otro civil desarmado a quien “confundió” con un talibán especialista en bombas.
Todo, mientras “Eddie” se apresuraba a presentarse ante las cámaras de la cadena Fox News para agradecer públicamente al presidente por la actuación en su caso, y “por corregir todos los errores cometidos en el proceso.”
Entre los militares las reacciones han sido disímiles, pero según los especialistas en el tema, parecería que los inconformes con el proceder de Trump podrían ser mayoritarios, toda vez que, al decir de ese segmento el “presidente está minando no sólo procesos de justicia, sino la disciplina, las supuestas normas, y hasta las leyes en la guerra y conflictos armados”.
Y es que, como expuso recientemente el actor Robert Redford, los Estados Unidos está hoy gobernado por una suerte de “monarca omnipotente” que no debería ser reelecto bajo ninguna circunstancia so pena de destruir el país.
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