El régimen ultraderechista de Estados Unidos (EE. UU.), presidido por Donald Trump, movió este 2019 sus poderes —con estrategias propias y peones externos— para tratar de arrasar la Revolución Bolivariana de Venezuela pero, como ocurre desde hace 21 años, sus planes de matar y vencer chocan con la resistencia de un gobierno y un pueblo inteligente que siempre le gana el paso.
Figuras cercanas a Trump lo califican como un hábil hombre de negocios, con pasiones compulsivas. Algunas de ellas son apoderarse del petróleo venezolano —las reservas mundiales no pasan de 30 años—, eliminar al presidente legítimo Nicolás Maduro bajo el pensamiento de arrasar el socialismo de América Latina y suprimir cualquier tinte de rebeldía contra el imperialismo en tierras que llevan luchando más de dos siglos por su definitiva independencia.
Este magnate multimillonario, egocéntrico y habituado a que el dinero diga la última palabra, no conoce los genes de los venezolanos, quienes desde el triunfo del líder revolucionario Hugo Chávez Frías en 1998, y hasta soy, sufren pero aguantan amenazas, sanciones, bloqueos financieros, robo de activos. Para sus fechorías, Trump cuenta con el apoyo de sus títeres latinoamericanos aglutinados en el Grupo de Lima.
Si bien cada año de Revolución ese enfrentamiento ha tenido características específicas, en cuanto al empleo de tácticas en su contra, este 2019 ha sido muy duro, pues Washington no ha escatimado ayuda financiera a sus títeres, a los que ha movido —desde individuos como Juan Guaidó y Leopoldo López, del partido Voluntad Popular, hasta instituciones, como la Organización de Estados Americanos (OEA)— para rendir al pueblo venezolano.
A principios de enero último, sin que nadie lo nombrara, Guaidó, líder de la Asamblea Nacional en desacato, se autoproclamó por órdenes de Washington como presidente de la República en sustitución de Maduro, electo en las urnas por mayoría.
El diputado contrarrevolucionario carece, hasta el momento, de respaldo constitucional ni gabinete, ni apoyo popular. Trató de formar un gobierno paralelo que no funciona.
Guaidó es un político casi desconocido a lo interno y mucho más a nivel mundial. No obstante, y bajo presión, unos 50 gobiernos de los 193 representados en Naciones Unidas lo reconocieron como legítimo.
Este individuo se presentó con gran pompa el pasado 22 de febrero en la frontera colombo-venezolana junto a varios presidentes suramericanos, entre ellos Sebastián Piñera, el ahora rechazado por su pueblo; el jefe del guion antivenezolano, el repudiado colombiano Iván Duque, para, supuestamente —al menos así les aseguró el falso mandatario—, recibir a miles de soldados desertores de las Fuerzas Armadas Bolivarianas.
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Según el plan elaborado por EE. UU., esos invitados viajarían a Venezuela a entregar una ayuda humanitaria de unos 25 millones de dólares en nombre de Washington para paliar, dijeron, la escasez que ellos mismos provocaron con su política de bloqueo y sanciones económicas.
Promesas falsas. Pocos soldados atravesaron la frontera. Tan pocos que ni los mencionaron en la media derechista. Los eufóricos mandatarios que irían a pasearse por las calles de Caracas entregando alimentos y medicinas dieron marcha atrás con los ceños fruncidos. El fracaso los convirtió en el hazmerreír de la opinión pública internacional.
Los seguidores de Guaidó en la parte colombiana quemaron las dos camionetas con la supuesta ayuda norteamericana y hubo algunos disturbios entre quienes querían regresar a Venezuela y los que les cerraban el paso.
Pero el mayor desgaste del falso mandatario entre sus seguidores, y especialmente diputados opositores, es que han desaparecido 52 millones de dólares transferidos por la Casa Blanca a mediados de septiembre, 19 millones de ellos “para garantizar herramientas para gobernar si logran desplazar a Maduro del poder”. Dinero que ahora Trump quiere de vuelta.
La gestión de los primeros 20 millones de dólares estuvo a cargo de los diputados afines a Guaidó que malversaron los fondos usándolos en prostitución y gastos personales — denunció un reportaje de PanAm Post.
El falso mandatario no cesa en sus planes contrarrevolucionarios. Este sábado, el vicepresidente de Comunicación, Cultura y Turismo, Jorge Rodríguez, confirmó la desarticulación de una red terrorista apoyada por Colombia y la oposición venezolana, que atacaría varios objetivos militares el pasado domingo 15.
En conferencia de prensa, Rodríguez mostró pruebas de la participación de Guiadó y López en el nuevo plan desestabilizador. El vicepresidente denunció que esa agresión apoyada por el gobierno de Colombia pretendía ingresar a Venezuela fusiles de asalto y efectivos paramilitares para provocar un enfrentamiento armado con las consiguientes pérdidas humanas.
Toda su intención era crear falsos positivos y convencer a la opinión pública mundial de que en Venezuela reinaba el caos, lo cual facilitaría la entrada de tropas extranjeras a la nación, dijo Rodríguez, quien mostró videos, conversaciones e imágenes de las reuniones e intercambios de los jefes de la intentona, detectados por las fuerzas de inteligencia nacional.
Son más de 300 días de gran tensión, con el convencimiento de que solo la lucha cotidiana y la resistencia, la inteligencia de Maduro y su equipo, y la solidaridad mundial permiten la sobrevivencia en medio de una batalla por mantener a flote la economía, desatar las fuerzas productivas y buscar nuevos caminos mediante sociedades internacionales.
La contrarrevolución interna dirigida desde el exterior no descansa. Dos grandes atentados al Sistema Eléctrico Nacional fueron hechos este año en el mes de marzo. El primero dejó a oscuras el país durante varios días, con el consiguiente perjuicio económico y social. Cuando se había logrado la reconexión eléctrica en el 70 % del país, otra agresión masiva de carácter cibernética produjo un nuevo apagón, según explicó Maduro ante una multitud concentrada en el Palacio de Miraflores en defensa de la Revolución.
En opinión del mandatario: “Se trata de tecnología de alto nivel que solo tiene el Gobierno de Estados Unidos (...) producen ataques electromagnéticos contra las líneas de transmisión” e interrumpen sucesivamente el proceso para reconectar las distintas estaciones.
El jefe de Estado afirmó, según la multinacional Telesur, que esa serie de atentados consecutivos forman parte de la guerra de desgaste contra su país.
Mientras Guaidó está envuelto en un escándalo de corrupción debido al desvío del dinero otorgado por la Casa Blanca para sus afanes conspirativos, el gobierno bolivariano sigue en la búsqueda de la paz mediante el diálogo con los partidos opositores, a partir del respeto mutuo.
Estas conversaciones, aupadas por Noruega, ya tienen resultados importantes, entre ellos la realización el próximo año de elecciones parlamentarias y la constitución de un nuevo Consejo Nacional Electoral para ir con otras garantías a esa democrática acción.
Según Maduro: “Todo lo que se firmó se está cumpliendo con una nueva dinámica, incluyendo la Asamblea Nacional en desacato. El establecimiento de una comisión para estudiar el nombramiento de un nuevo poder electoral es cumplimiento de uno de los acuerdos de la mesa de diálogo nacional”, dijo.
Sin embargo, EE. UU. y su obstinado presidente continúan gastando el dinero de los contribuyentes para destruir un país que solo desea la paz para desarrollarse. Para ello utiliza sin resultados visibles el debilitado Grupo de Lima –regímenes derechistas liderados por Colombia-, y la OEA, que con la presencia de Guaidó en sus salones en septiembre pasado aprobó la activación del llamado Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) que contempla “el empleo de la fuerza armada” para una eventual intervención militar.
Los 12 países que apoyaron la articulación del TIAR —de 19 firmantes del acuerdo— buscan legitimar una invasión contra la Venezuela que está fortalecida militarmente, aunque lucha por la pacificación nacional. Además de sus Fuerzas Armadas Bolivarianas, están creadas las milicias populares con más de tres millones de miembros entrenados para una eventual confrontación.
Grandes potencias, como China, expresaron su desacuerdo con la injerencia de la OEA en Venezuela, con la aplicación del TIAR.
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La portavoz de la Cancillería de China, Hua Chunying, declaró que: “En el tema de Venezuela, China se adhiere a la Carta de las Naciones Unidas y a las normas básicas que rigen las relaciones internacionales”.
También la vocera del Ministerio de Exteriores de Rusia, María Zajárova, condenó la pasada semana la actitud de EE. UU y denunció que “las restricciones unilaterales impuestas por la Casa Blanca contra Venezuela han empeorado mucho la situación económica y humanitaria en el país. Pese a cierta suavización de la retórica continúan los intentos de quebrar al país desde dentro, al tiempo que las sanciones ilegales se están expandiendo”.
A pesar de la tensa situación en el país, la vicepresidenta ejecutiva Delcy Rodríguez, anunció el pasado sábado, siguiendo la hoja de ruta del gobierno, que hubo un incremento en la inversión destinada a los recursos para alcaldes en el 2020, con lo que irá adelante la Misión Venezuela Bella en todos los municipios. La partida aprobada supera 120 veces la que se certificó para el 2019, expresó Rodríguez.
El pueblo les ha ganado cada jugada a los líderes de las distintas administraciones norteamericanas. Nada indica que EE. UU. se dará por vencido, pero los venezolanos tampoco.
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