Rescate mondo y lirondo

Digan lo que digan las autoridades gubernamentales de España, la decisión de la Unión Europea de pasar no menos de 100 mil millones de euros para intentar reflotar a la banca de ese país ibérico es puro y claro rescate, a la usanza de los ya puestos en marcha en Grecia, Portugal o Irlanda.

La clave está en que la administración de Mariano Rajoy pretende hacer creer que tales cifras no implican un compromiso del Estado, sino que fluirán directamente a manos de los “necesitados” y allá ellos con sus cuentas, un acertijo que no convence a amplios sectores españoles sometidos a severos recortes fiscales públicos a nombre de sortear la crisis nacional.

Es más, algunos medios de prensa del país aseguran que el jefe del gobierno intenta además presentar tales medidas como una táctica económica bien estudiada y asimilada, y no como un acto de desesperación frente a una hecatombe que ya ha puesto sobre el filo de la navaja a por lo menos cinco de los catorce grupos bancarios locales.

Según un criterio de diarios extranjeros “la crisis financiera española explotó el 10 de mayo con la nacionalización de Bankia. La caída de la entidad, que solicitó 23 mil 900 millones de dólares para sanear su desastroso balance, generó desconfianza sobre la capacidad del país para enfrentar en solitario la creciente crisis de sus bancos.”

El propio Banco de España reconoció que el sistema financiero nacional soporta una cartera de 180 mil millones de euros en activos tóxicos y créditos e hipotecas en riesgo de impago, vinculados al colapso del sector inmobiliario. Así, los préstamos alegres están pasando ahora la cuenta en un país en recesión desde hace buen rato.

Al decir del especialista ruso en economía europea, Piotr Yakolev, el sector bancario español “se ahoga por ausencia de liquidez, lo que se debe a la salida de la circulación de miles de millones de euros en forma de créditos irrecuperables, y a los bienes inmobiliarios que no se venden.”

Lo peor es que, en otras intervenciones públicas, Rajoy no ha sido nada optimista en torno a la “recuperación” económica nacional que pretende a partir de sus continuas supresiones de gastos públicos.

En recientes declaraciones, el presidente del gobierno aseguró que este año será también duro para el país, cuyo Producto Interno Bruto descenderá casi dos por ciento, mientras se elevará aún más la desocupación, que hoy afecta a 25 por ciento de la fuerza de trabajo nacional. 

A ello se une que el pasado año España marcó un déficit de 9 por ciento en materia de balance fiscal, el triple de lo exigido como tope por la Unión Europea a sus integrantes.

Mientras, las agencias calificadoras internacionales no dan paz a la atribulada economía española, al punto que la EganJones recortó a “B”, desde “BB”, la nota de confianza hacia el país debido “al deterioro de las finanzas públicas de Madrid” y por el obligatorio rescate a su atribulado sector bancario.

En consecuencia, nada positivo aparece en el futuro inmediato de España, a la que muchos analistas ya ubican como la más cercana “hermana de desdichas” de Grecia.

A la vez, definen a la nación ibérica como un creciente terreno minado que sigue empujando a Europa por el calvario que detonó hace cuatro años atrás en los Estados Unidos, y cuyo pretendido “final positivo” es aún totalmente imposible de divisar.