Poco antes de firmarse en septiembre pasado el acuerdo de paz por los principales beligerantes en el conflicto de Sudán de Sur, muchos estudiosos consideraban que ese acto no pasaría de ser una formalidad inconsistente.
En este momento las consideraciones son menos pesimistas; se perciben signos positivos, los cuales sin llegar a ser la solución ideal agradan al auditorio africano y a la comunidad extraregional, donde se concentran los donantes, posibles inversores y otros postores de la ayuda internacional.
Hasta ahora los pasos del programa de paz concertado entre los rivales, son cortos y lentos, pero al parecer la crisis política que durante cinco años abatió al país da espacio a otras preocupaciones que requieren tratamiento urgente como es la situación humanitaria y el retorno de los refugiados.
Algunos observadores políticos opinan que se abrió un período de calma, para satisfacción de los mediadores de la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), pero urgen en aplicar lo pactado para evitar fricciones y el retorno a la contienda, es decir se requiera más agilidad en el desarrollo del proceso de paz.
La IGAD –el esquema de integración de África oriental- trabajó intensamente para llevar a los rivales a conversaciones "cara a cara" en Addis Abeba, la capital etíope, y logró sustanciales avances en el objetivo de comenzar la ejecución del necesario proceso de paz, el cual debe favorecer a todas las partes.
Aún quedan pendientes solucionar contradicciones que desataron la lucha por el poder en diciembre de 2013, cuando las tensiones hicieron estallar la convivencia en el conjunto de comunidades de Sudán del Sur y entre las cuales son mayoritarios los dinkas y los nuer; de hecho los grandes contrincantes en la guerra.
Sudán del Sur es uno de los países con mayor diversidad étnica y cultural en África en allí existen alrededor de 80 grupos étnicos entre grandes y pequeños, los cuales participan de diversa forma en la construcción del Estado-nación, y que se diferencian por su estructura social, medios de subsistencia y criterio de identidad.
Después de establecerse el convenio entre el gobierno del Movimiento Popular de Liberación de Sudán (SPLM) y el Movimiento Popular de Liberación de Sudán en la Oposición (SPLM-IO), fue alentador que las armas callaran y la marcha del proceso abierto por el presidente, Salva Kiir Mayadit, y el jefe rebelde Riek Machar.
La firma del pacto se realizó en Addis Abeba, la capital etíope, con el auspicio de la IGAD, allí se pronosticó que esta vez las partes no enterrarían el proceso, lo cual ocurrió con otros intentos de acercamiento, como en 2015, cuando ante la incapacidad para garantizar la seguridad el conflicto se reinició y Machar se exilió.
No obstante se requieren precisiones sobre el conflicto para comprender por qué se extendió por casi cinco años y que impidió el diálogo, la visión retrospectiva se impone.
¿POLITIZACIÓN ÉTNICA O ETNIZACIÓN DE LA POLÍTICA?
La extensión del conflicto armado en Sudán del Sur se relacionó directamente con un planteamiento: qué sujeto debe manejar el Estado (el núcleo político de la sociedad), lo cual incluye quién decide lo que se hace con su economía, que en este caso es casi por completo depende de la explotación petrolera.
De hecho, esa disputa por el hidrocarburo que trasciende al país africano, es parte de un debate global acerca de las fuentes de energía, por cuya posesión no se descarta el empleo de doctrinas que incluyen el componente militar como es el caso de Estados Unidos y su Comando para África (Africom).
Sudán del Sur posee alrededor del 80 por ciento de fuentes del crudo de todo Sudán. En 2011 debutó como Estado independiente, el más joven del continente, pero dos años después estalló la guerra que puso en crisis la producción petrolera y desplazó a más de dos millones 200 mil ciudadanos de todas las comunidades.
Aunque el evento bélico –aparentemente se dirimió entre dinkas y nuers- afectó a todos y lanzó por la borda el ideal de reconciliación nacional, iniciado con fuerza antes de 2011, cuando en la guerrilla integrantes de todas las comunidades enfrentaban al gobierno de Jartum (1955-1972) y(1983-2005).
Un resumen de lo que ocurre en el país africano lo informó a la ONU David Shearer, representante especial del secretario general para Sudán del Sur, en cuatro puntos se refirió a avances en materia de seguridad en relación con los opositores, las gestiones con los desplazados que retornan, unos 135 mil de septiembre a diciembre pasado.
El diplomático también opinó que "el entusiasmo por la paz entre las personas es palpable" en el escenario sursudanés, donde los ciudadanos expresan la voluntad de retornar a sus hogares, como parte de la recuperación de sus vidas, y Naciones Unidas apoya a refugiados y desplazados internos para que lo logren.
En ese contexto, el gobierno y los opositores realizaron más de 70 reuniones para profundizar en el entendimiento, la estabilidad aumentó y la reconciliación vuelve a ser un hecho excepto en la región de Equatoria Central, donde se registraron enfrentamientos.
No obstante, el acuerdo de paz firmado en septiembre indica que un gabinete deberá asumir el papel de equipo de pre-transición antes del 12 de mayo próximo, algo que de concretarse sería un gran paso de avance en la reconstrucción institucional sursudanesa, otro reto sustantivo en la configuración política del joven Estado.
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