El presidente de los norteamericanos, Donald Trump, al que algunos ya apodan “el Señor de los muros”, parecería destinado por no se sabe qué Providencia a dar una suerte de tiro de gracia al ya bien disminuido predominio gringo en el resto del orbe.
Obsesivo en grado superlativo con aquello de que “los Estados Unidos primero”, y apegado a reacciones extremistas, aislacionistas, exclusivistas y soberbias para intentar que los demás hagan lo que se les dicte desde Washington, se ha ido convirtiendo en el edificador de murallas que, paradójicamente, van restando a la primera potencia capitalista la posibilidad de mantener, redireccionar o establecer “influencias” en la arena global.
Y es que, como indicaba hace más de tres años el rotativo The Washington Post por intermedio del columnista Jackson Diehl, la política exterior del inquilino de la Oficina Oval “puede conducir al mundo a un caos aún más profundo que provoque una guerra comercial global, o tal vez una guerra real”, y con ello “dar fin a los cien años del liderazgo mundial de Estados Unidos, que comenzaron en 1918".
Con más juicio, añadimos nosotros, cuando es super evidente que lo que va quedando a la Casa Blanca es parlotear, amenazar, dar golpes subrepticios y aparentar que aún puede desempeñar su papel de “gatillo alegre” universal, porque las realidades más inmediatas afincan el criterio de que ya no es mucho o nada lo que tales rabietas otorgan en materia de ganancias tácticas y estratégicas.
Así, Siria no pudo ser hundida ni desmembrada mediante la agresión hegemonista que, con el involucramiento de Washington y un buen número de socios externos, promovió la acción desestabilizadora del terrorista Estado Islámico y de otras entidades similares contra las legítimas autoridades de Damasco.
Corea del Norte, con su despliegue de misiles atómicos defensivos, y a contrapelo de todo barullo imperial, sentó a Trump en la mesa de negociaciones, más allá de si por el momento ese contacto directo haya encaminado o no resultados definitorios.
Venezuela ha resistido y resiste todas y cada una de las maniobras hostiles de Washington, la oligarquía interna y de aquellos otros que dentro y fuera del Hemisferio se suman al cerco que promueven personajes de la talla rastrera de John Bulton, el cual, por cierto, y según recientes chismes de la Oficina Oval, parecería estar en capilla ardiente en su cargo, toda vez que Trump está molesto con los fallidos resultados de sus promesas golpistas contra Nicolás Maduro y con “sus excesos indebidos” en otros afanes agresivos internacionales.
Mientras tanto, Irán ha plantado cara al despliegue naval gringo en el Golfo Pérsico y ejerce fuertes presiones políticas contra el intento de llevar a cero sus ventas petroleras y hacer abortar el acuerdo internacional para la regulación del uso pacífico de la energía atómica por Teherán, protocolo que Trump abandonó unilateralmente e intenta convertir en neto papel mojado.
Una nueva escalada esta que, por demás, empieza a concitar reacciones adversas inusitadas en el seno de una controvertida Unión Europea que hasta hoy no había chistado por el rol de “aliado menor e incondicional” que le ha reservado la Casa Blanca, no importan sus intereses vitales de orden global, regional, o los particulares de algunos sus miembros.
Súmese a ello la tirantez generada con China en materia arancelaria y geopolítica (justo en los mares aledaños al gigante asiático), y la riesgosa actuación frente a Rusia, dos pilares claves en el avance del mundo hacia metas cada vez más multipolares.
Pero la respuesta gringa no cambia: de cabeza contra lo que no me gusta y rompiendo con todo compromiso o acuerdo que no se ajuste a mis deseos exclusivos.
Sinónimos ambas actuaciones de un aislacionismo creciente, como si a estas alturas de la historia que los Estados Unidos se conviertan en un islote en el medio de mar provocaría en el resto del mundo una desgarradura masiva de vestiduras y los más acérrimos lamentos o miedos.
¿Caramba, es que acaso Trump cree realmente que su país puede enclaustrarse como “castigo triunfante” a los demás? ¿Tiene realmente USA tanto poder y recursos como para dar la espalda a la humanidad en tanto intenta remodelarla a su antojo?
Si vamos a ser claros, cada día más a los hegemonistas de la Casa Blanca solo les va quedando un camino para “probar suerte”: el de intentar imponerse mediante un exterminio nuclear que, al decir de nuestra gente, no dejará ni chiva, ni donde amarrarla, ni quien la amarre…y desde luego, quede bien claro que ese escenario no admite “excepciones victoriosas” de ninguna índole.
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