El mártir moncadista Giraldo Córdova Cardín tenía 22 años de edad cuando faltó a la pelea de boxeo señalada para la arena Rafael Trejo, la noche del sábado 25 de julio de 1953.
El viernes 24, sobre las 2:00 de la tarde, se despidió de Lázaro Córdova Soler, su padre. Dijo que iría a Matanzas en busca de un trabajo que le permitiera mejorar el que hasta entonces desempeñaba en los talleres de la ruta 20, y que esperaba estar de regreso a tiempo para el combate del día siguiente, en la arena Rafael Trejo, contra Julito Rojo.
Lázaro lo vio partir con tal naturalidad que no pudo imaginar que Giraldo iba a un combate mucho más importante que aquel otro que perdiera por no presentación, su único revés en una corta carrera de cinco victorias y unas tablas en las filas de aficionados.
Nacido en el Cerro, el 5 de diciembre de 1930, Giraldo, que a la edad de un año perdió a su mamá, aprendió las primeras letras con Nana, en una escuelita privada de la calle Arzobispo. Y al trasladarse la familia al reparto La Ceiba, completó sus estudios de primaria en la Escuela Pública número 27 Esteban Borrego —ya no existe—, sita en Avenida 51 esquina a 58, solo a unas cuadras de la casa.
De allí, del apto. 3, pasillo interior, de la Avenida 51, número 5645, se dirigió Giraldo aquel viernes hacia el parque que hoy lleva por nombre Los Mártires, frente al policlínico Isidro de Armas, en la propia Ceiba.
Por él esperaban sus compañeros de célula y de barrio: Fernando Chenard, Pedro Marrero, Miguel Ángel Oramas, Guido Fleites y los hermanos Manuel y Virgilio Gómez Reyes; juntos partieron por carretera rumbo a Santiago.
Al domingo siguiente, el pueblo de Cuba conocería por los medios masivos de difusión del asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, aquella memorable madrugada de la Santa Ana que marcó nuevos derroteros para la patria oprimida.
Entre los que ofrendaron allí su sangre generosa estaba el joven ligero welter que al fallar el factor sorpresa fue apresado, torturado y asesinado ese mismo día 26.
SEMBLANZA DE GIRALDO
¿Cómo era Giraldo? He aquí lo que sobre él me contó su padre Lázaro Córdova, una mañana de julio de 1985, en la sala de su modesto hogar:
“Giraldo era muy alegre y al mismo tiempo responsable. Gustaba mucho del baile, en especial del jazz; amaba con pasión el boxeo y la pelota. Aunque no pasó de la primaria solía leer bastante, sobre todo a Martí, predilección que profundizó cuando ingresó en la Juventud Ortodoxa, a raíz del golpe de estado de Batista en 1952”.
Y al abundar sobre su carácter:
“Desde pequeño acostumbró a rebelarse contra toda injusticia, lo mismo en el barrio que en la escuela. No soportaba los abusos. Ya de joven, en una oportunidad noqueó a un policía porque maltrató de obras a un muchacho a quien Giraldo apenas conocía. En otra ocasión se enfrentó a un teniente de la dictadura que pasado de tragos orinaba sin el menor recato en plena vía pública”.
Luego cuenta cuándo se incorporó Giraldo a la lucha:
“No puedo asegurarlo. Era, como Chenard, Marrero y los demás compañeros de célula que fueron al Moncada, un muchacho muy discreto, yo diría que hermético en ese sentido. Jamás hizo un alarde de algo ni pronunció palabra indebida que permitiera sospechar siquiera en qué andaba. Muy lejos estaba yo de pensar que Giraldo, tan alegre, tan aparentemente despreocupado, tan enamorado de su boxeo y de la vida, estuviera en los trajines revolucionarios”.
Hace una pausa para ordenar los recuerdos:
“Luego supe por Lolita, hermana de Fernando Chenard, que se reunían en su casa, 53 entre 56 y 58, a practicar el arme y desarme, y que tiraron en la Universidad de La Habana y en Artemisa”.
Una vecina que vio crecer a Giraldo intervino en la conversación:
“Era un muchacho muy cariñoso con todos, muy jovial y justo, con una gran madurez que contrastaba con aquel carácter alegre y juguetón. ¿Quién iba a pensar, al verlo salir del apartamento aquel mediodía, a lo que iba? ¡Si hasta usó una broma conmigo en los mismos momentos en que partía al punto de reunión!”.
Así era, así fue Giraldo Córdova Cardín, el mártir boxeador a quien cada año el movimiento deportivo cubano recuerda con el torneo internacional que lleva su nombre, además del centro de entrenamiento de los atletas juveniles de alto rendimiento.
Así era, así fue aquel joven que en el Año del Centenario, el 26 de julio, murió en la frustrada toma del cuartel Moncada junto a otros valerosos jóvenes que también ofrendaron sus vidas para honrar la memoria del Apóstol.
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