Al mediodía del 20 de mayo de 1902, una muchedumbre enardecida vio cómo del mástil del Palacio de Gobierno en la habanera Plaza de Armas, descendía la bandera de Estados Unidos y era izada la cubana.
Terminaba la ocupación norteamericana y se inauguraba la República de Cuba, con la ceremonia de transmisión de poderes de Leonard Wood, gobernador militar de la Isla en representación de Estados Unidos, a Tomás Estrada Palma, que asumía el cargo de presidente. Protocolo que incluyó, por supuesto, la entonación de los himnos de ambos países y discursos de las dos personalidades, y en el cual estuvo presente el general en jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez.
Estrada Palma, declarado anexionista desde mucho antes, tenía el beneplácito de las autoridades norteamericanas y, a la vez, gozaba de prestigio dentro de los grupos revolucionarios, pues no se involucró en sus pugnas, era un expresidente de la República en Armas que contó con el apoyo de José Martí y, luego de su caída en combate, dirigió un tiempo el periódico Patria y el Partido Revolucionario Cubano. No obstante, pronto decepcionaría al pueblo con su proceder.
La ocupación militar de Estados Unidos había comenzado oficialmente el primero de enero de 1899, tras la evacuación de las fuerzas españolas, no obstante la cual Cuba aún carecía de la independencia que ganara en los campos de batalla y los mambises permanecían acuartelados en pésimas condiciones. Por ello, el 20 de mayo de 1902 fue un día feliz para gran parte de los habitantes del país y especialmente para los capitalinos que pudieron presenciar los acontecimientos.
Periodistas y fotógrafos de la prensa de la época, trasmitirían cómo la multitud colmó las calles aledañas a la Plaza de Armas profiriendo exclamaciones de júbilo, aplaudiendo, llorando, al creer realizados sueños y sacrificios de varias generaciones de patriotas.
Mas la República de Cuba surgía signada por la Enmienda Platt que, acordada por mayoría en el Congreso norteamericano, limitaba la soberanía insular en sus relaciones internacionales, daba a Estados Unidos el derecho de intervenir en sus asuntos internos. La propuesta del senador Orville Hitchcock Platt se convertiría en apéndice de la Constitución aprobada el 21 de febrero de 1901 con los principios del liberalismo burgués, ya que sin el acompañamiento de la dolorosa y “célebre rectificación” las tropas de ocupación no abandonarían la mayor de las Antillas.
Sería una “República neocolonial, teleguiada desde Washington”, como apunta el Premio Nacional de Historia 2008, Rolando Rodríguez, en el primer tomo de su obra República de corcho, donde escribe: “La República cubana que había nacido independiente y altiva en Guáimaro, en 1869, vino a tomar expresión entonces solo como Estado nacional, con forma también de República, pero lastrada por cadenas coloniales…”.
Cuba quedaría, por tanto, a disposición de los intereses económicos y políticos de Estados Unidos y su embajada en La Habana dispondría, en buena medida, de su quehacer nacional e internacional.
Posteriormente, el 20 de mayo devendría la fecha escogida por sucesores de Estrada Palma para la ceremonia de cambio de presidente, y después del triunfo de la Revolución en 1959, por opositores al proceso revolucionario cubano y por distintas administraciones estadounidenses, para persistir en su política adversa.
Pero el pueblo cubano ha demostrado durante 55 años, que no volverá atrás, que no habrá otro 20 de mayo semejante a aquel en que fuimos, y no fuimos, independientes; que no perderá la conquistada soberanía que ahora sí tiene.
Cuando fuimos y no fuimos
El 20 de mayo de 1902 Cuba debía ser independiente, pero tuvieron que pasar décadas para que la independencia se hiciera realidad...
4 comentarios
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Ruffini
2/6/14 22:32
Nunca he estado de acuerdo con el cuento que nos han enseñado en Historia de Cuba. Yo sí creo que ese es el día de la independencia de Cuba. Si los dirigentes de la época se pusieron al servicio de una potencia extranjera fue porque ellos quisieron. Y los americanos nos ayudaron a su manera. Por cierto, fui a concursos nacionales de Historia en mi etapa de estudiante. Me da igual lo que me digan.
Cèsar Augusto Castro
30/5/14 11:58
Se acabò la diversiòn, llegò el comandante y mandò a parar
AMILKAR
21/5/14 13:37
no estoy de acuerdo en que tuvimos suerte, la realidad es que entre las filas cubanas había una corriente muy fuerte que incluso planteó continuar la guerra contra los noteamericanos si no nos daban el status de república independiente, los yanquis no dan nada gratis, ni antes ni ahora. La "decisiva intervención" lo fue por el apoyo del ejército libertador, el ejército espaÑol peleó con honor y les causó a los americanos no pocos dolores de cabeza.
Arístides
20/5/14 9:52
Compañera Ivette, estoy de acuerdo con lo que expone en este artículo. No es menos cierto que “fuimos y no fuimos” independientes, como bien nos dice, pero a pesar de todo, tuvimos más “suerte” que otros territorios de los que se apoderara Estados Unidos en su guerra contra España. Y aunque nos lo decían historiadores y maestros, y aún a más de un siglo de distancia se afirma que el glorioso Ejército Libertador estaba ganando la guerra a España en 1898, si se analiza sin apasionamientos ni patrioterías, no es tan cierta esa afirmación, con el perdón de los estudiosos del tema. Sin la inoportuna intervención de Estados Unidos, la victoria cubana estaba a años de lograrse. Tal vez ni el 20 de mayo de 1902 se hubiera podido inaugurar una república netamente cubana porque aún hubiera estado la guerra en su apogeo. Dejémonos de engaños. Y para demostrar que los cubanos “navegamos con suerte”, tenemos ejemplos: Ahí está Filipinas, que a pesar de las luchas independentistas que ya llevaban años, no pudo lograr su “independencia” bajo padrinazgo del ocupante, Estados Unidos, hasta 1934; y Puerto Rico, para disimular lo de colonia, le fue concedido un estatus “muy especial”, y aunque no se le ha dado nombre, es bajo algo que no se diferencia mucho de la odiada Enmienda Platt que sufrimos los cubanos y lo que le sucedió después; de Guam ni hablemos, es solo un “portaviones” de Estados Unidos en medio del Océano Pacífico. Así que cómo diría quien lo dijo cuándo lo dijo: “Tuvimos suerte para la desgracia”.
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