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lunes, 18 de noviembre de 2024

El papel de las Cumbres Iberoamericanas se modifica inexorablemente

Afirmó el Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, al intervenir en la XXII Cumbre Iberoamericana que se desarrolló en la ciudad española de Cádiz...

en Juventud Rebelde 18/11/2012
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XXII Cumbre Iberoamericana.
Foto oficial de la XXII Cumbre Iberoamericana.

Intervención del Excmo. Sr. Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, en la XXII Cumbre Iberoamericana. Cádiz, 17 de noviembre de 2012.

Agradezco profundamente el comunicado de solidaridad y condolencias, por los daños humanos y materiales ocasionados por el huracán Sandy.

Su Majestad Juan Carlos Primero:

Excelentísimo Señor Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno de España:

Excelentísimos Señores Jefes de Estado y de Gobierno:

Trescientos años después de la conquista, la goleta Cantabria entró al puerto de La Habana con la Constitución de Cádiz. Hacía medio siglo que los modelos reformistas españoles habían sido aplicados en Cuba y existía una oligarquía azucarera insular, esclavista, económicamente liberal, políticamente conservadora, cercana a la Monarquía.

Las exportaciones cubanas ya iban a los mercados norteamericano, inglés y francés, mientras llegaban a la isla las ideas de los fundadores de la unión norteamericana, de la Revolución Francesa, la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, y las Constituciones, nacidas de la Revolución Haitiana, que consagraban el derecho a la libertad y la condición humana de los esclavos.

La constitución de Infante, que fue el primer proyecto de Carta Magna de la isla, aunque modelaba estamentos por el color de la piel, ya proclamaba el Estado republicano y laico, la separación de poderes y la enseñanza pública, laica y gratuita. Meses antes de Cádiz, la “conspiración de Aponte” proclamó la igualdad de condiciones para todos los hombres, la abolición de la esclavitud, y proscribió la discriminación entre negros y blancos.

A las Cortes de Cádiz no vinieron de Cuba representantes de las capas medias, liberales en lo económico y político, conservadores en lo social; ni tampoco radicales liberales, opuestos a todo fuero o privilegio.

A inicios del siglo XIX, lo peninsular y lo americano eran ya conceptos diferenciadores. En 1822, fue diputado a Cortes el presbítero Félix Varela y Morales, en las que propone el reconocimiento de la independencia de los países latinoamericanos, la extinción de la esclavitud, la reforma de los estudios, y termina condenado a muerte. Cuba y Puerto Rico fueron excluidas de las Cortes de 1837. El liberalismo del siglo XIX conduce a España a una nueva política colonial.

El 10 de octubre de 1868, estallan las guerras cubanas de independencia. El 19 de mayo de 1895, cae en combate José Martí, sin terminar la carta que dice: “(…) ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”.

Líder de una Revolución invicta, Fidel Castro Ruz, dijo de aquellas generaciones de cubanos heroicos: “Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros”.

Vivimos una época muy distinta en 1991, cuando nos acogió la I Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara, México.

En medio de los embates de una crisis económica global, cuya solución no se vislumbra, las políticas que se aplican en Europa no parecen dar resultados ni lidiar con las causas de los problemas. Los ciudadanos no son consultados ni participan en las decisiones de gobierno. Las consecuencias se descargan sobre los desempleados, los trabajadores de menos ingresos, los jóvenes y los inmigrantes. Los recortes en los gastos sociales y la represión de los movimientos de protesta no pueden ser el camino de ninguna solución.

El Estado de bienestar, del que se enorgullecía Europa, parece en peligro de extinción. La sobrevivencia del euro, que fue motivo de esperanza, está amenazada. El proceso de integración europeo está atrapado en dilemas profundos. Los sistemas políticos, que alguna vez fueron impuestos como modelo, han perdido legitimidad.

Los vínculos económicos entre Europa y América Latina se han debilitado. Cuando nos reunimos en Guadalajara, la Unión Europea concentraba el 24,8% de las exportaciones y el 20,2% de las importaciones latinoamericanas. En el 2009, fueron el 13,7% y el 14,0%. En los noventa, nuestra región absorbió el 12% de la inversión directa de la Unión Europea; en los años cercanos al 2010, se redujo al 6%.

España recibía el 2,7% de las exportaciones de bienes de América Latina, veinte años después el 1,8%. Las importaciones fueron el 1,5 y ahora son el 1,4%.

Las exportaciones españolas a Latinoamérica pasaron en dos décadas de 5,4% a 5,7% y las importaciones de 5,2% a 3,9%.

En la década de los 90, el 61% de la inversión española fue a nuestra región, en la actual es el 15,9%.

Las relaciones económicas siguen siendo significativamente desfavorables para América Latina, marcadas por la inequidad entre proveedores de materias primas con bajo valor agregado y suministradores de manufacturas. La vulnerabilidad frente a los movimientos de precios, el carácter injusto y desigual del orden económico internacional, la naturaleza irracional e insostenible de los modelos capitalistas de producción y consumo y el daño ambiental que provocan, significan riesgos muy graves para nuestra región.

Vivimos en un mundo peligroso. Proliferan las guerras de la OTAN lejos de sus fronteras, se ha consagrado una doctrina militar y nuclear claramente ofensiva que parece considerar a nuestra región parte de la “periferia euro-atlántica”. Se incluye, junto a las llamadas “amenazas globales”, la seguridad energética, el acceso a las fuentes hídricas, los efectos de los desastres naturales o las pandemias. Se aplican nuevos conceptos de “ciberguerra” u “operaciones de fuerzas especiales” que incluyen la desestabilización de Estados soberanos; la generación, financiamiento y suministro de armas a grupos irregulares y la intervención militar ilegal con el pretexto de la protección de civiles o la creación de zonas de exclusión aérea.

Con la constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), los países de la región han mostrado su determinación de construir un destino común. La CELAC es “nuestra obra más preciada”, con la cual “reivindicamos más de dos siglos de luchas y esperanzas”, como dijera el Presidente Raúl Castro Ruz. Nunca antes, “Nuestra América” se había pronunciado tan claramente en contra de la exclusión, de la injusticia y de la injerencia externa. “Sería un grave error desconocer que América Latina y el Caribe han cambiado, que no se nos puede tratar como en el pasado”, sentenció el Presidente cubano en la Cumbre fundacional.

A la Península Ibérica nos unen históricos y especiales vínculos. La difícil coyuntura actual plantea una oportunidad singular a España y Portugal para articular una política eficaz y mutuamente enriquecedora hacia América Latina, basada en la relación respetuosa entre soberanos iguales, sobre el sólido acervo de cinco siglos de historia compartida y vínculos culturales raigales e intensos.

Cuba recuerda con gratitud la invitación a Guadalajara y, desde entonces, los reiterados pronunciamientos de estas Cumbres, contra el bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos, así como la demanda pública o privada por parte de numerosos gobiernos para que se excluya a nuestro país de la espuria lista de patrocinadores del terrorismo internacional y el reclamo de la liberación de los Cinco antiterroristas cubanos.

Debemos reconocer hoy, cuando nuestra región se está dotando con creciente efectividad de sus propios mecanismos de coordinación, cooperación y concertación, que el papel de las Cumbres Iberoamericanas se modifica inexorablemente. Las Cumbres anuales no parecen ser ya necesarias, como tampoco muestran serlo las múltiples y frecuentes reuniones sectoriales, de resultados limitados.

Asimismo, nos parece que es oportuno redefinir las funciones y prerrogativas de la Secretaría General Iberoamericana. Creo justo agradecer al Excmo. Sr. Enrique Iglesias por sus largos años y extraordinarios esfuerzos al frente de la Secretaría.

Su Majestad: acepte el testimonio de nuestra consideración y respeto.

Excelentísimo Señor Presidente del Gobierno español: le expresamos la disposición a desarrollar las tradicionales relaciones de amistad y cooperación entre ambos Estados.

A España agradecemos su proverbial hospitalidad y le traemos el saludo del Presidente Raúl Castro Ruz, así como a esta Cumbre.

Para el noble, digno y solidario pueblo español, el afecto entrañable y el abrazo fraterno de los cubanos.

Muchas gracias.


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