Cuando cantan los gallos

Cuando se oye el canto de los gallos,  nos anuncia que el campo está listo para despertar, que pronto llegará la salida del sol, y  que el monte se convierte en una sonrisa colosal entre abejas y mariposas. Y si a un hombre del campo le preguntas por un lugar, y  le dice, “eso queda al cantío de un gallo”, ¡prepárese para caminar! 

Es un canto repetido a través de los milenios; un kikiriquí  que ha acompañado la historia del hombre. Los antiguos griegos le llamaban, Alectrión, y según una leyenda griega, era un joven al que Ares, el dios de la guerra, le ordenó que montara guardia afuera de su puerta mientras mantenía una relación adúltera con la diosa Afrodita. 

Desafortunadamente, Alectrión se quedó dormido en su puesto y Helios, el dios del sol, sorprendió a la pareja enamorada. Con rencor, Ares convirtió a Alectrión en un gallo, que nunca se olvida de anunciar la llegada del sol.
Si dentro del gallo hay un pequeño dios, eso es algo que también creían otras culturas, lo cierto es que siempre nos sorprende la relojería exacta de su canto. ¿Será que cantan para recordarle al gallinero y a los vecinos del territorio, quién manda en aquellas granjas o parajes?

Dicen que la fijeza del canto al amanecer, es parte del ritmo circadiano o reloj biológico que capta la cercanía de la luz. ¡Pero algunos cantan en medio de la noche! Cuentan que cuando eso sucede, es porque anuncian mala suerte y que se abren las puertas del mundo material y espiritual; otros prefieren creer que el canto a esa hora es para espantar algún peligro o maleficio.

Ya Raymond Radiguet, en su pequeña novela, El diablo en el cuerpo, escrita a los diecisiete años, había escrito: “Es un fraude poético decir que los gallos solo cantan al amanecer” Yo los he escuchado cantar a las a tres de la madrugada, y es como si el canto rajara el silencio de la noche para anunciar algún dolor desconocido.

Hay un canto del gallo bíblico, el mismo que anuncia la resurrección o la traición; Y dijo Jesús: “Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces" Y Pedro sintió mucha angustia en el corazón cuando oyó al gallo cantar; había negado a Jesús.

Hay un canto terrible y desesperante; es el gallo que se escucha en, Viy, el cuento de Nikolái Gógol: cuando el sol se acerca los demonios deben marcharse de la iglesia, allí un hombre sufre el castigo de rezar ante una bruja muerta. En la tercera noche, los demonios no escuchan el canto del gallo, y en la estampida tardía, quedan colgados en las ventanas, muertos por el sol.

Hay otros gallos en creencias e historias diminutas, como aquella noche en que Martí y Gómez desembarcan por Playita de Cajobabos para iniciar la Guerra Necesaria, y Gómez, besa la arena de la playa y canta como un gallo; el dominicano Marcos Rosario, pensando que se trata de un rito para la fortuna, le sigue. Y Martí no canta, salta, y siente, dicha grande.

El gallo canta, la gallina pone los huevos; y los dos, al beber agua, empinan el pico al cielo como si dieran gracias a dios. Pero en la gran ciudad, no oigo el canto de los gallos; una ruidosa carretilla rompe el silencio mañanero, mientras lleva un tanque con agua para algún lugar; por las cuatro esquinas pasa el nuevo pregón con el grito del pan suave, y los precios duros. Una voz chilla desde un balcón y salta por las ventanas perdiéndose detrás de la carretilla y del hombre con su pan.

Por unos instantes cierro los ojos, canta un gallo, y otro más, y le sigue una fiesta de gargantas y alas en el plumoso pecho. Madre se levanta y cuela el café; la vida anuncia que el patio y los caminos, regresan a la luz.