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sábado, 23 de noviembre de 2024

Las sombras monstruosas de la ciudad

La nación debe hallar su sentido de manera constante…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 16/07/2024
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Bandera cubana-nubes
Bandera cubana-nubes

La patria tiene elementos que debe incluir en un trabajo medular desde la ideología. No se trata solo de aquellos que habitualmente vemos en los medios y que son ya un lugar común, sino de los sitios que permanecen ocultos o que no gozan de la publicidad requerida, pero que movilizan, dan luz y representan a amplios sectores.

 

Fue una gran alegría para mí ver en este aniversario 335 de la ciudad de Santa Clara, por ejemplo, que, en la conmemoración de la primera misa fundacional, se incluyera un momento junto a la comunidad católica y sus líderes. En pleno parque el Carmen, los presentes, laicos y religiosos, se dieron cita para recordar a quienes en 1689 vinieron desde Remedios y en medio de las inclemencias de una época, forjaron uno de los núcleos poblacionales de la isla. Es esa rebeldía la que nos encausa y da fe en un proyecto que nos cohesione y es hacia esos nichos de sentidos donde tendría que existir un movimiento perpetuo, fundamental.

335 aniversario Santa Clara

En lo que respecta al núcleo y la esencia de Cuba, provenimos de un tronco de raíces occidentales que ha bebido de la tradición de varios horizontes. En ello nos va la vida y quizás no haya habido políticas eficientes que lo comprendan.

 

Hace muchos años tuve un debate en las redes sociales en torno a las figuras que sostuvieron una u otra posición en el pasado, pero que no es justo realizarles un juicio desde el presente a partir de los paradigmas vigentes. Y es que la ideología no tiene por qué ser restrictiva ni poseer horcones carcomidos por la exclusión ni el odio.

 

A la patria se la construye desde el más democrático sentido y cuando eso ocurre de tal manera ello se nota en el trato de la gente y en los gestos que se tornan habituales. En la tierra que nos vio nacer es perentorio un renacer de varias de esas buenas prácticas que antaño nos construían un horizonte de valores y que eran la base para la utopía de la república. Y es en la idealidad donde se está librando el destino de la colectiva esencia de la comunidad de cubanos, es en ese nicho que otrora fuera conquistado por José Martí en la concreción de un camino y que quizás como el vellocino haya que buscar una vez y otra sin que nos interese la pérdida constante de algún que otro privilegio.

 

La vida está hecha para darla en función de algo mayor y no solo para ponerla a recaudo entre riquezas, comodidades o metas que se inscriben en la porción más anodina e individual.

 

Cuando nos acercamos al concepto de la historia que nos dan los grandes clásicos del pensamiento y vemos, por ejemplo, que para Hegel se trata del movimiento de lo ideal en función de una astucia de la razón sí misma; podemos decir que tales posturas se basan en lo inasible, pero no se pase por alto que allí, en lo que no vemos pero que existe, se está definiendo el gran combate.

 

En la historia estamos todos incluidos, los vivos y los muertos, los que han nacido y los que están por nacer, es algo que nos impacta, a lo cual venimos como criaturas caídas. En tal sentido, vale la metáfora de la Biblia de que somos seres en medio de un mundo que nos precede y que estamos como predestinados a una redención en medio de lo que nos duele, lo que nos atraviesa y nos hace más fuertes. Esa es la humanidad que debería construir Cuba y que se aleja de los mercachifles y de las menudencias de un sector determinado.

 

Cuba es una palabra mágica y encierra los significados más fecundos para toda una comunidad espiritual. No se trata de la tierra que pisan nuestras plantas, sino del sentimiento que ya fuera expuesto por Martí y por el cual se hacen los mayores esfuerzos. Es ese arraigo que nos lleva a soñar con salir de las eras oscuras y que se debate entre la racionalidad, el combate, la búsqueda de sentido, las guerras internas y las cohesiones.

 

En sí, la nación no será jamás un monolito, sino la unidad de muchas visiones en la cual descansa todo el peso de un proyecto. Si no lo vemos así, estaremos perdidos. Sucesos más recientes como lo que vimos en la Finca de los Monos solo pueden arreglarse desde una idealidad en la cual esté comprendido el posicionamiento de un país que se hace a sí mismo y que no olvida la esencia. El asedio al que se nos somete no solo es uno que tiene que ver con la guerra cultural sino con nuestra situación en la historia y lo que implica el proyectarnos con nuestra propia fuerza hacia el futuro. Ese reto lleva en sí todo un universo de humanismo.

 

En ese sentido, nada es baladí dentro del debate y los horcones sobre los cuales se sostiene el proyecto nacional no pueden ir carcomidos con la mercadería, aunque ahora mismo una parte de ese fenómeno sea necesaria. Pero somos mucho más que eso, no nos podemos constreñir a un instante de la historia, cuando lo necesario es que la historia nos pertenezca y que nos movamos en su dirección más pura y luminosa.

 

Los padres fundadores de la nación nos legaron ejemplos de austeridad, de valentía, de perderlo todo. El primer gesto fue el de una ciudad incendiada por sus propios habitantes para no dejar nada al enemigo, para purificar el aire y otorgarle una nueva esencia de libertad entre los humos y llamas.

 

Cuba es tal imagen, allí nos hemos de hallar sin que nos importe que ello implique la fiereza, el calor de las fogatas, las sombras que se proyectan más allá y que asumen formas monstruosas.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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